Capítulo 14

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– ¿Para qué es ésto? – señala el enrejado de hierro sobre su cabeza

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– ¿Para qué es ésto? – señala el enrejado de hierro sobre su cabeza.

— Para atar tus brazos por las muñecas.

— ¿Cómo?

Mira al techo con una mueca de curiosidad tan característica en ella. Camino hasta la pared del fondo para traer los brazaletes acolchados y mostrárselos.

— Estos se sujetan a tus muñecas, y con estos ganchos – los señalo – te sujeto de la reja.

Sus ojos se entrecierran mientras le echa otro vistazo a los blazaletes. Luego extiende sus manos hacia mi.

— Colócamelos.

— Ana... ¿Segura?

— ¡Por supuesto! Venga, hazlo ya – sonríe divertida.

— Bien, supongo que algo de esto no podrá hacerte daño.

Coloco los brazaletes en sus muñecas, cuidando de no apretar demasiado y empujo la reja para que caiga un poco. Tomo los ganchos de los brazaletes y los aseguro en la reja.

— ¿Y ahora?

— ¿Ahora qué?

— ¿Cómo se supone que tengamos sexo si no puedo moverme?

— Bueno, la idea de este lugar es que tú no tienes que hacer nada, solo dejarte hacer.

— ¿Y eso cómo sería? Esta posición no es nada cómoda – arruga la nariz con una mueca – siento que soy el sacrificio para el Dios del Volcán.

Paso la mano por mi rostro tratando de respirar hondo. Su comentario me hace gracia, pero también su insolencia. Ninguna sumisa se atrevió nunca a quejarse de este lugar.

— Esto es así, nena.

La sujeto por las piernas y la levanto para que se aferre a mi cintura. Ella se aferra a las brazaletes para sostenerse mejor, le doy un apretón en las nalgas y ella ríe divertida.

— ¡Oh! ¿Y para qué es aquél de allá?

Giro mi cabeza para ver el enrejado vertical frente a la cama.

— Es igual a este, pero en aquel puedo inmovilizarte por los tobillos.

Ella abre la boca y la vuelve a cerrar. Siempre Curiosa Señorita... Señora Grey. Gira un poco las muñecas, haciendo sonar los brazaletes.

— Okey, quiero ir para allá. Llévame – me ordena.

— Tengo que advertirle, señora Grey, que en esta habitación quién manda soy yo.

Ella suelta una risita y yo frunzo el ceño tratando de no reír también. La desengancho de la rejilla y camino con ella hasta donde señala. Y no lo hago porque lo ordena.

— Apoya tus pies abajo – le señalo – y engancho aquí tus muñecas de nuevo.

Me alejo para traer otro par de brazaletes y se los ajusto en los tobillos. Arrastro sus pies hacia atrás pegarlos a la reja y engancharlos.

— Tengo que admitir que este me gusta – me paro frente a ella y sonrío – Si el idiota de Elliot insiste con lo de los stripers, aquí es donde usted pasará esa tarde, señora Grey.

— No te atreverías... – me gruñe.

— Tal vez haga falta una pequeña mordaza – encojo mis hombros – esa me sería útil también en nuestra habitación.

— ¡Christian!

— No te preocupes, me aseguraré que tenga algún diseño interesante, ¿o prefieres que lleve pedrería fina?

Ella gruñe algo que no alcanzo a entender, pero el sonido de la puerta siendo golpeada me distrae. Levanto mi dedo índice hacia mi esposa para que espere.

— ¿A dónde vas? ¿Christian? ¡Christian!

Abro la puerta con una gran sonrisa, y como sé que Taylor no puede ver a Ana, me tomo mi tiempo para atenderlo.

— Taylor.

— Señor Grey – dice en un tono de voz más abajo – Los señores Kavanagh los esperan para la prueba de vestuario.

— Mierda, lo olvidé. Bien, entonces Ana y yo estaremos listos en 20 minutos. Que Sawyer y Dixon nos lleven y toma la noche libre.

— Si, señor Grey.

Taylor gira sobre sus talones para desaparecer por el pasillo, pero yo permanezco ahí unos segundos más. Mierda, aún no hablo con Elliot sobre la jodida despedida de soltero.

— ¡Christian! ¡Christian!

Presiono mis labios para no reír y pongo mi mejor cara de póquer. Retrocedo y cierro la puerta de nuevo, para volver junto a mi esposa.

— ¿Si Nena?, ¿qué ocurre?

— ¿Cómo que qué ocurre? – chilla – ¡Libérame de esto!

— ¿Tan pronto? Creí que querías probarlo. Aún puedo mostrarte unos cuantos accesorios.

— ¡No! Ahora déjame ir para que pueda alistarme.

Me detengo un momento a pensar si debería soltar primero sus manos o sus pies. Y como de cualquier forma saldrá de aquí molesta por mi broma, me decido arriesgarme por las patadas.

Libero sus tobillos y me levanto para hacer los mismo con sus manos. Apenas he aflojado el último, ella me empuja por el pecho y sale furiosa.

— ¡Muy gracioso, Christian!

— ¡Era una broma! – grito pero sus pasos ya no se escuchan en la escalera.

Cuento un minuto y luego la sigo por las escalera hasta la habitación. Como lo supuse, ella está en la ducha y puso pasador a la puerta.

Espero a que salga y yo también entro a tomar un baño rápido para alistarme con algo menos formal.

Sawyer nos espera junto al ascensor, pero Ana no me deja tomar su mano mientras bajamos. Y solo cuando hemos entrado en el auto, es que su mano busca la mía y la arrastra de vuelta a su regazo.

— Te amo – le susurro.

— No funciona, Grey – me bufa.

— Gracias por intentarlo – le digo bajito para que Sawyer y Dixon no escuchen – No recuerdo haberme sentido alguna vez tan incómodo ahí, pero tenerte conmigo es divertido. Dentro o fuera de esa habitación.

— Medio funcionó, pero aún pienso desquitarme – dice pero una ligera sonrisa aparece en sus labios.

— Bien, puedo vivir con eso – luego levanto la voz – Además, no debería preocuparme porque tengo un gran equipo de seguridad que siempre cuida de mi, ¿verdad señores?

Dixon y Sawyer se miran el uno al otro antes de balbucear un "Si, señor".  Jodido par de idiotas, intimidados por la pequeña Señora Grey.

La casa de los Kavanagh se ubica en una zona exclusiva de Seattle, por lo que tenemos que esperar a pasar la reja para ver la camioneta de Elliot y el auto de Katherine.

Ana toma mi mano para bajar del auto y presiono el timbre dos veces. Ponemos caras sonrientes cuando la puerta se abre, pero es el idiota de mi hermano el que está ahí.

— ¡Por fin llegas, tesoro! – se burla – Hola  pequeña.

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Próximo capítulo:

Kill Christian, Vol. 1

La venganza de la Esposa.

😂😂😂

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