12. Ahora te puedes marchar

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Los susurros a mi alrededor se hicieron presentes apenas mi mano retumbó en la mejilla de la que decía ser mi novia, mi ceño fruncido y la adrenalina recorriendo por mi cuerpo no me permitía pensar con claridad, el rostro de Poché se veía entristecido y sorprendido por mi acción.

Mi respiración era fuerte y sentía la necesidad de seguir desahogando todo el enojo que tenía acumulado del día anterior.

—Calle... —escuché una voz a mis espaldas que provenía de mi enfermera. No me giré, solo miré desafiante a la peli azul que estaba en frente de mí.

—Nina, déjanos a solas por favor, respeta las visitas —gruñó Poché sin hablar del tema y eso provocó que mi furia aumentara.

—No quiero estar a solas contigo —habló el enojo —Y no le hables así a Nina —gruñí aún más que ella.

—¿Por qué? ¿Me vas a seguir golpeando? —dijo desafiándome, entrecerré mis ojos —¡Vamos! Vuelve a golpearme, ¡No hay nada que me duela más que haberte hecho daño! —gritó un poco, fue en ese entonces en donde mis ojos comenzaron a aguarse de a poco, mi garganta se cerró y mi estómago se revolvió.

¿Lo peor? Es que quería volver a golpearla.

Alcé la mano con la intención de hacerlo, pero antes de que pudiera realizar cualquier movimiento, los brazos de Nina rodearon mi cuerpo sujetándome con fuerza para que no me moviera. 

—Calle, vamos a tu habitación —gruñó Nina, la mirada de Poché se posó sobre la mía, sus ojos estaban más enrojecidos que antes y las lágrimas comenzaron a salir, mi pecho pesaba y el sonido de mi respiración agitada se escuchaba fuertemente.

Intenté soltarme del agarre de Nina pero esta no desistía, con la fuerza que tenía me arrastró hasta la salida del cuarto con dirección a mi habitación.

—Puedo sola —forcejeé y tal vez fui un poco brusca por la mueca que su rostro realizó al terminar mi acción.

—¿Qué te pasó ahí dentro? —preguntó preocupada y algo exaltada soltándome, me alejé de ella.

—Déjame sola, no necesito que me reproches, no ahora —le dije desde la furia mientras caminaba hasta mi habitación dejándola sola en la puerta de entrada del cuarto en donde se encontraba Poché.

Sin mirar atrás, llegué hasta mi habitación y cerrando de un portazo la puerta me adentré en ella tratando de procesar lo que había pasado hace unos segundos atrás. Los impulsos se habían adueñado de mi cuerpo y de mis acciones, mi cabeza no pensaba con claridad y la furia era más grande que mis ganas de aclarar las cosas.

¿Será que siempre fui así de impulsiva?

Caminé hasta mi cama y me senté, lo primero que hice fue tomar la almohada y comenzar a golpearla sin parar para poder desahogar todo lo que llevaba por dentro, pero sentía que no estaba funcionando.

En mi mente se vino el recuerdo de ayer, la forma en la que esa chica trataba a Poché, la forma en la que ella se fue sin despedirse, como Kyle me arrastraba hasta mi habitación sin poder aclarar las cosas y Stacy ayudándome y siendo muy gentil para lograr distraerme del mal momento que estaba pasando.

Lancé la almohada al suelo y me crucé de piernas encima de la cama, quería llorar, gritar y quitarme esa sensación tan horrible que estaba sintiendo. No me sentía yo, pero ¿A quién engañaba? Desde el accidente que no sabía quien era yo.

La culpa comenzó a asomarse en mi mente, al ver el rostro de mi novia sorprendido por el golpe que le propicie; triste, dolida y con ganas de que la siguiera golpeando.

Y luego estaba yo, dispuesta a seguir golpeándola.

Por más que se haya ido con esa chica, ella no merecía que la golpeara de esa forma, merecía un tiempo para explicarme que era lo que había pasado y yo, lo arruiné.

Las ganas de correr y disculparme aparecieron.

—¡¿Qué fue eso?! —entró Nina algo alterada y preocupada. Volteé a mirarla y solo me encogí de hombros —Calle, tú no eres así.

No respondí, la culpa me consumía cada vez más y esa sensación extraña en el estómago aumentaba.

—¿Qué no dirás nada, Calle? —insistió Nina —Tienes que hablar sobre esto —susurró, caminó hacía mí y se sentó a mi lado, cuando sus manos se posaron en mi espalda fue cuando comencé a llorar.

Con las pocas ganas que me quedaba, le conté todo lo que había pasado la noche anterior y el porque Stacy se encontraba conmigo esta mañana. Cada vez que la escena de la cachetada llegaba a mi mente, me hacía llorar más.

Sentir una sensación de asco, de culpa y ganas de desaparecer era horrible.

—Perdón por no haber estado cuando ocurrió todo esto —se lamentó, sorbí mi nariz y la abracé más fuerte.

—No, no fue tu culpa —susurré con mi voz entre cortada —Ella me juró que no se iría si no fuera juntas —pasé mis manos por mi rostro húmedo. Dos veces había llorado por ella, ¿cuántas veces tendré que pasar por esto antes de todo pueda estar bien entre las dos?

—Debí de evitar que se te diera este tipo de información tan abrupta, Dani —dijo, era la primera vez que me decía Dani y se escuchó muy maternal, me contuvo demasiado.

—¿Crees que deba hablar con ella? —le pregunté luego de unos cuantos minutos intentando calmar mi llanto.

—Habla con ella —susurró sorprendiéndome, lo primero que pensé que me respondería sería que mandara a Poché al carajo, pero no fue así. Alcé mi rostro y la miré confundida.

—¿Qué? —le pregunté para corroborar lo dicho anteriormente por ella.

—Habla con ella, pequeña —volvió a decir —Debes escuchar lo que te tiene que decir —me miró fijamente a los ojos y vi que no era broma lo que me decía por lo que asentí con mi cabeza tomando su consejo.

—¿Sigue afuera? —le pregunté temerosa, de pronto esa sensación de culpabilidad reapareció.

—Ajá —dijo soltándome, tomó mi rostro con sus manos y colocó los mechones de cabello detrás de mis orejas —Arregla las cosas con ella mientras yo conversaré un par de cosas con el Doctor Ferrer.

Medio sonreí, llevó sus labios a mi frente y la besó delicadamente para luego alejarse hasta la puerta de mi habitación.

—Déjala entrar —mordí mi labio inferior sorbiendo mi nariz, ella asintió y desapareció por la puerta. Solté un gran suspiro y comencé a mover mis pies que colgaban desde la cama por el nerviosismo de volver a verla.

No sabía si quería escuchar sus disculpas o sus excusas del porque se fue sin mí, del porque no impidió que esa rubia se la llevara, tal vez sean malas noticias y no estaba preparada para otra desilusión.

Pasaron unos cuantos minutos que se hicieron eternos para mí hasta que escuché el rechinado de la puerta, me dio miedo alzar la cabeza pero sabía perfectamente que era ella. Su aroma inundó mi habitación y su sola presencia me ponía ansiosa.

—Hola... —dijo en tono suave, alcé mi vista para examinarla de pies a cabeza, verla con ropa común no era normal para mis ojos, no lograba acostumbrarme a verla sin la bata blanca que nos vestía a ambas.

Caminó hasta mí y conforme más pasos daba, más aumentaban mis ganas de llorar.

Pude ver como estaba maquillada, un perfecto delineado y mascara de pestañas se marcaban en su rostro, se veía hermosa y ese labial mate hacía que su boca se viera apetecible para mi gusto.

Sin maquillaje era hermosa y con él, encendía muchas emociones dentro de mí.

—Calle... —volvió a hablar una vez que estaba más cerca de mí, mi labio inferior comenzó a temblar —Amor, háblame —fue ahí en donde me rompí.

—Perdóname, perdóname por favor —sollocé tomándola por la cintura y atrayéndola hacía mí, su cuerpo se tensó solo unos segundos pero luego me abrazó de vuelta. Algo dentro de mí decía que ella sabía que de verdad estaba arrepentida de lo que había hecho —Tú sabes que yo no soy así —carraspeé la garganta aún sin soltarme de ella.

Su mano comenzó a acariciar mi cabello en forma de contención.

—Yo no soy así —repetí.

—Yo lo sé, amor —susurró comprensiva haciendo que mi llanto se incrementara un poco más. Tenerla aquí conmigo de vuelta era algo que me costaba procesar, por un momento pensé que jamás la volvería a ver, que jamás volveríamos a estar juntas pero me había equivocado, ella estaba aquí y necesitaba respuestas.

Caminó rodeando la cama y se acostó a mi lado, no tardó en rodear mi cintura con sus delgados brazos y colocar su cabeza en el hueco de mi cuello, parecía que no estábamos así desde hace días, la extrañé mucho más de lo que pensaba. 

—¿Vienes para quedarte? —le susurré luego de largos minutos de silencio y caricias tímidas entre las dos.

—Vengo para aclarar las cosas, mi amor —susurró, su aliento chocaba con mi cuello provocándome pequeños escalofríos.

—Perdón por esa cachetada, no pensé las cosas —hablé entrecortadamente queriendo observar su rostro por si es que había dejado alguna marca.

—Me lo merecía —carcajeó un poco para alivianar la tensión que se formó con anterioridad, solo la abracé más fuerte.

—¿Te vas a ir? —mi voz se volvió a cortar, pero no obtuve respuesta de su parte, por lo que decidí tomar su respuesta silenciosa como positiva —¿Cómo fue que me mentiste? —le pregunté tranquila sin sentir la necesidad de pelear, le estaba dando una oportunidad para aclarar las cosas y quería que todo quedara bien entre las dos.

—Yo no te mentí, Dani —me dijo, alzó su cabeza para mirarme a los ojos, sus manos no tardaron en posarse en mi cuello —Estaba tan sorprendida como tú.

—¿Sabes como me sentí cuando te vi marchar con esa maldita rubia? —gruñí, el malhumor que me generaba esa chica era de otro planeta, tenía algo que no lograba descifrar.

—Y lo lamento tanto —dijo con voz de bebé —No esperaba que Madison viniera por mí y cuando Ferrer me dio la noticia, no me dejó tiempo para explicarte —habló tomando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos.

—¿Y a dónde te llevó? —pregunté, el tono de desagrado de mi voz era evidente.

—A un hotel —se encogió de hombros, alcé mis cejas por la forma en la que lo había dicho, tan natural.

—¿Así? —le pregunté — ¿Y qué más hicieron? ¿Te besó tal vez?

—¡No! —dijo Poché a carcajadas haciendo que mi ceño fruncido fuera más notorio, yo no le encontraba  lo gracioso.

—¿Qué es lo gracioso? —hablé molesta.

—Tus celos, amor —se acercó a mí y besó la comisura de mi labio. Sus caricias y mimos lograban calmarme como el agua apagaba el fuego, siempre lo ocupaba a su favor, sabía como controlar mis emociones y me preguntaba si yo tenía la misma reacción sobre ella.

—¿A ti te gustaría que venga Stacy y me lleve a un hotel? —le dije un poco a la defensiva, ella frunció el ceño.

—Ni lo pienses —gruñó como niña chiquita y eso fue lo único que necesitaba para rodearla con mis brazos y abrazarla aún más fuerte —Tú no te vas a ir a ningún lado si no es conmigo —volvió a gruñir e hice una sonrisa victoriosa.

Volví a enfocarme en su hermoso rostro, en ese maquillaje tan perfecto, tan exótico, la hacía ver muy hermosa y me preguntaba si así se vería en mi también.

Además, vestía un jeans claro a la cintura y una camiseta muy favorecedora para su figura. Sexy, extremadamente sexy.

—Estás muy hermosa —le susurré al oído y pude sentir como sonreía.

—¿De verdad? Era una táctica para que me perdonaras más rápido —dijo y alcé la ceja indignada —Era broma, gorda — habló riendo y abrazándome más fuerte. Me hacía muy bien tenerla a mi lado.

—No quiero que te vayas, quédate por favor —le dije suplicante, mi voz se agudizó un poco. Mi mente comenzó a rebobinar todas las emociones que sentí cuando ella se fue y de solo pensar que tendré que pasar por lo mismo cada día que ella viniera a visitarme y cuando se tendría que ir, era agotador.

—Por mí me quedaría para siempre... —comenzó a hablar —Pero vine a hablar contigo sobre eso.

—¿Pasó algo? —le pregunté temerosa, su rostro se volvió serio y se acomodó en una mejor posición.

—Tengo una idea, lo pensé ayer en la noche y no sabes como me moría de las ganas por venir a contarte —besó mi mejilla muchas veces mientras decía esa oración, logrando hacerme sonreír.

—¿Qué es? —le pregunté confundida.

—Te prometí que ambas saldríamos de aquí y yo no me pienso faltar a mi promesa —dijo en tono complaciente dejándome helada y aturdida.


-


—¡Te traje un pote de fresas con chocolate! —dijo emocionada Stacy entrando a mi habitación, me exalté al verla cruzar la puerta del lugar sin tocar, por el simple hecho de que me encontraba en ropa interior a punto de colocarme una bata limpia.

Su mirada me examinó sin cesar, de arriba a abajo, con sus cejas alzadas y lo único que pude sentir en esos momentos fue vergüenza y ganas de taparme y así lo hice. Las sabanas que cubrían mi cama fueron a parar a mi cuerpo para tapar mi piel expuesta.

Mis mejillas ardían y Stacy seguía inmóvil.

—Hubiera sido más cortes si tan solo hubieras tocado la puerta antes de entrar —carraspeé la garganta una vez estaba tapada y eso la hizo reaccionar.

—Lo siento, Daniela —colocó un mechón detrás de su oreja —No... no pensé que estabas cambiándote —medio sonrió.

Le sonreí de vuelta para hacerle entender que todo estaba bien.

—Ahora date la vuelta para poder terminar de cambiarme —le dije y ella asintió para girarse sobre sus talones y darme la espalda.

Mientras me colocaba la bata, agradecí mucho que Poché no se encontrara conmigo en este momento o si no, se hubiera lanzado contra la morena por verme de esa forma.

—Listo... —hablé suave, ella se volteó con una sonrisa y se sentó conmigo en la cama —Pensé que te habías ido luego de que Nina llegara a mi habitación.

—Lo hice, pero decidí volver y pasar un rato a verte para traerte esto —dijo emocionada y estiró el pote con frutillas con un pequeño espacio con chocolate derretido.

—¡Deli! —hablé feliz tomando el pequeño pote, saqué una frutilla y la unte dentro del chocolate para llevarlo a mi boca y disfrutar de lo rico que era. Ella me miró risueña.

—¿Quién te vino a visitar en la mañana? —preguntó tomando una frutilla para darle un mordisco.

—Poché —le dije sincera y ella hizo una mueca de disgusto, cosa que no me sorprendió.

—Pensé que estabas molesta con ella —se acomodó en la cama, prestándome toda su atención.

—Lo estaba, pero ya me explicó lo sucedido —le sonreí volviendo a comer otra frutilla.

—Tienes un corazón muy grande, Dani —dijo con un tono que no supe diferenciar —No me gusta que Poché juegue contigo de esa forma.

—¿A qué te refieres? —fruncí el ceño.

—Que no es la primera vez que te hace algo malo o te miente... —dijo tocando mi rodilla —Siempre busca la forma para que la puedas perdonar, te tiene muy manipulada.

—No me tiene manipulada —negué a la defensiva.

—Solo no quiero que te siga haciendo más daño, ella se fue de aquí, ya no está y es mejor que lo comiences a aceptar, Calle —habló haciendo que mi sangre hirviera rápidamente.

—Stacy, no sabes nuestra historia, no sabes por todo lo que tuvimos que pasar Poché y yo para...

—Tú tampoco lo sabes, Calle —habló.

Touché.

Agaché mi mirada tratando de contener las emociones que aparecieron a flor de piel; era cierto, la mitad de mi vida estaba borrada e incluía a Poché en ella. Pero lo intentaba, intentaba volver a retomar mi vida, mi noviazgo, a que todo volviera a ser como antes y no era justo que la morena me recordara a cada momento que no tenía memoria.

Tal vez Poché no sea la novia perfecta, pero aún así la amaba, a pesar de todo lo que nos ha pasado en el hospital.

—No te molestes, bonita —dijo suave —Te digo lo que pienso, no tienes que seguir mis consejos si no quieres.

—Te agradezco por lo de anoche —carraspeé la garganta cambiando de tema, sabía que si seguía, íbamos a terminar discutiendo y no era lo que quería —Fue un lindo gesto de tu parte.

—Lo haría cuantas veces sea necesario, Dani —sonrió, tomé otra frutilla y la unte con chocolate. Era adictivo.

—Gracias —hablé con la boca llena, ella hizo un gesto gracioso.

—Tienes un poco de chocolate aquí —rió apuntando una parte de su boca, hice una mueca extraña y pasé mis dedos por la zona que había apuntado y no había nada.

—¿En donde? —pregunté confusa, toqueteando toda mi boca, no tenía nada.

—Más a la izquierda, Calle —dijo aún divertida llevando su dedo a mi mentón.

—¿Aquí? —pregunté apuntando mi mejilla, ella negó la cabeza. Sentía que estaba jugando conmigo —¿En dónde entonces? —gruñí pasando mis manos por toda mi cara, frustrada.

—Aquí—habló, su cuerpo se abalanzó contra mí para chocar nuestros labios sabor chocolate.






Cookiechispitas🍪.
Xoxo

QUIMERA | CACHÉ [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora