Epílogo

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Cuando aquel hombre y aquella joven pisaron las hojas del cementerio, estás sonaron haciéndose trisas al instante, el aire los golpeaba a ambos congelándolos hasta los huesos, pero poco les importaba, tantos sus cuerpos como sus almas desgarradas debido a lo que estaban pasando. Ese día de otoño fue el más triste para ambos, la pesadez de sus ojos, que estaban rojos de tanto llorar, les recordaba el sufrimiento que sentían por dentro, no era lo que ambos querían para ella.

La culpa los carcomían a los dos, por dentro tenían la sensación de que no pasaron tanto tiempo con ella, que no fueron capaces de poder impedir ese viaje, que como no se fueron a dar cuenta de lo que tuvo que pasar la castaña antes de fallecer de la forma más horrible que pudo pasar.

El día en el que Germán Calle recibió la llamada anunciando la muerte trágica de Daniela, el mundo se le vino encima y todo dejo de tener sentido. Extrañaba a su pequeña y aunque no la había visto en muchos tiempo, algo decía que ella iba a volver de donde sea que se haya ido aquel día que decidió escapar con María José, esa esperanza vivía en él hasta ese momento. El canoso no dudo en tomar el primer vuelo con su hija Juliana hasta donde le había indicado la policía Española, pues no iba a permitir que su hija quedara abandonada.

Juliana no paraba de llorar mientras caminaba de la mano de su padre, quien a puros sorbos de nariz, le daba aliento a su hija mayor. En su mano contraria llevaba un ramo de rosas, las favoritas de su pequeña hermosa, sentía que de alguna forma quería recompensar el hecho de no haber estado para ella durante el tiempo en el que estuvo viva, pero sabía que no era suficiente para compensar todo lo que había pasado.

En su mente aún vivía la imagen de Daniela recostada en esa tabla de metal dentro del hospital, helada, moreteada, pálida y muerta. El llanto fue incontrolable e instantáneo, la reconoció en un instante y lazó un grito desgarrador; su hermana pequeña, su vida, su otra mitad estaba muerta y no había nada que hacer.

—Hola pequeña ratona —la voz ronca de Germán se hizo escuchar y las lágrimas aparecieron en las mejillas de la rubia —Mi pequeña princesa —sorbió sus narices el canoso.

Ambos tomaron asiento a su costado mientras que Juliana depositaba el ramo encima de la tumba de la castaña.

—Recuerdo que eran sus favoritas —dijo la rubia con la voz entre cortada —Siempre que mi ex novio me enviaba girasoles ella me pedía uno del ramo "solo uno, anda" me decía pero yo sin pensarlo dos veces al ver su carita emocionada se lo daba

—Una vez me pidió que le regalara dinero para comprar girasoles —Añadió Germán con nostalgia —Deberíamos llenar esta lápida de girasoles cada cierto tiempo —Se le entrega corto la voz de nuevo

—Tenemos que viajar mucho para estar aquí papá —Dijo Juliana —Sabes que mi agenda no está siempre disponible para viajar

—Al menos una vez al año, bebé —Insistió el señor —Lo intentaremos de alguna forma y sino yo vendré solo

—No merecía morir —Juliana tragó en seco de nuevo —Era muy joven, papá

—Hay cosas de la vida que no se pueden evitar mi amor —dijo abrazándola —Lo que me tranquiliza es que siempre se lo repetía a Dani,

—Papá alguien nos mira —Interrumpió Juliana mirando a una silueta de un hombre vestido de negro acercándose poco a poco

Germán se volteó a mirar confundido

—Ni idea

—Ya me dio miedo —Bromeó Juliana

El tipo continuo caminando hasta llegar lo suficientemente cerca de donde estaba la hermana y padre de Calle.

QUIMERA | CACHÉ [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora