Parte 4 Cecy

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Llegado el día de la exterminación estaba agotada por la semana de trabajo, diariamente había ido a exterminar alguna plaga y para ese día ya me dolía todo el cuerpo.

Peter no estaba mejor que yo, tenía un lado del labio cortado y un moretón en la ceja porque se metió en una pelea para comprar las armas que llevábamos hoy. Tuvo que luchar a media subasta hasta que dejó inconsciente al otro sujeto y le pudieron vender las armas que queríamos.

El almacén al que iríamos era el más aislado de todos, en medio del árido desierto que rodeaba la ciudad. Por suerte el contratista nos prestó un deslizador que viajaba con luz solar "Tienen que regresar antes del anochecer o esta cosa los dejará varados, suerte" nos dijo.

-¿Suerte? Necesitaremos kilos de eso para poder con este trabajo - bufó Peter recordando sus palabras igual que yo.

-Piensa en los dos mil. Con eso no tendremos que trabajar un par de meses. - repliqué por encima del viento, aunque dudo que me escuchara porque traía mi máscara ajustada.

Peter detuvo el deslizador frente al edificio, bajamos de un salto y miré el lugar. Parecía abandonado, según el contratista tenía una gran carga de harina dentro y necesitaba recuperarla, pero lo habían invadido ratones y no quería hacerse cargo.

Peter bajó y apoyó su brazo en mi cabeza, era mucho más alto así que solía hacer eso para molestarme. - Esto no será fácil.

-Esperemos que sí, de todos modos tengo un truco bajo la manga... - saqué de mi cinturón una pequeña lata conectada a un cilindro metálico 

Peter me miró incrédulo, cuando ponía esa cara aparentaba quince años, no los veintiuno que acababa de cumplir - ¿Un quemador? ¿En qué mercado negro conseguiste eso?

Me encogí de hombros - Tenía un contacto

Peter sonrió a medias, yo sabía que él también tenía cierta obsesión poco sana por ver el fuego consumir cosas. 

Peter tiró el candado con sus pinzas y entramos sin mirar atrás, el lugar estaba oscuro pero conseguimos lámparas eléctricas para poder ver. 

-A mí no me parece que esté muy plagado - replicó Peter, su voz se oía metálica por la máscara.

Pero habló muy pronto, porque levanté una caja de madera y de atrás corrieron tres ratones a los que no dudé en disparar. - Dudo que hayas visto antes de hablar

Peter bufó y fue a mover otra caja, de ahí salieron más ratones e incluso creí ver una rata. Disparamos como ya habíamos entrenado, Peter los que tenía cerca y yo los restantes.

-Iré para acá - dije cuando acabamos, vi una gran pila de cajas y trepé por un lado para tener una mejor vista. Cuando llegué arriba, comencé a perder el equilibrio, ni siquiera había tenido una buena visión de lugar.

Peter llegó corriendo para verme resbalar de la caja que me sostenía. Grité mientras caía en el vacío, las cajas se derrumbaron y cayeron a mi alrededor, pensé en mi hermanito y me pregunté asustada que sería de él si yo moría por el golpe. 

Sentí un golpe en la nuca, pero luego otro en la espalda y uno más en las piernas, impacté el suelo pero no por completo porque algo me había frenado.  Más bien alguien

-Auch - replicó Peter, las cajas terminaron de caer y me quedé un segundo tendida encima de él. -¿Serías tan amable de levantarte? ¡Levántate! 

Me deslicé a un lado y vi que él también quedó de espaldas al suelo, porque había intentado agarrarme y mi peso lo llevó al piso. -Creí que eras más fuerte que eso.

-Estabas muy alto, es obvio que no te iba a atrapar. ¡Que inteligente tu idea de escalar una pila de cajas viejas y rotas!

Estaba por replicar cuando sentí algo sobre mi pierna, una rata trepaba, dirigí mi lámpara hacia allá y por una vez durante todo mi trabajo de exterminadora, sentí miedo puro. 

De la pila de cajas de la que caí brotaron ratas y roedores como cascadas, los animales pasaban unos por encima de otros y chillando se dirigían a nosotros.

Comenzamos a disparar, Peter me levantó por las axilas y una vez de pie corrimos de espaldas disparando sin parar. Pero eran demasiadas, me terminé el cartucho de balas y tuve que cargar otro... solo teníamos dos. 

-¡No lo lograremos, usa el quemador! - me gritó Peter

-¿Y si el fuego se sale de control? 

-¡Qué más da! Así no saldremos vivos y si sobrevivimos nos dará rabia por las mordidas de estas alimañas. 

Supliqué en mi mente que no provocáramos un incendio masivo. Apunté el quemador y le di a la primera fila de ratas que se prendieron en llamas como algodón.  Mi miedo se hizo realidad, las ratas en llamas trataban de ocultarse en las cajas y solo lograron incendiarlas.

Cuando me terminé el segundo cartucho de balas, ya ardía en llamas todo el pasillo de cajas frente a mí. A Peter no le importó, tomó el quemador e incendió otro grupo de ratas con él.

De pronto estábamos inmersos en un mar de humo y llamas, lo tomé del brazo y tiré con fuerza hacia la salida, este trabajo estaba más que terminado. En cuanto alguien de la policía de la ciudad viera este incendio, buscarían a los culpables de inmediato por dañar más el medio ambiente, no estaríamos aquí para cuando eso sucediera.

Corrimos hacia la salida pero antes de que llegáramos se oyó un grito femenino a lo lejos. Peter me miró alarmado y se detuvo - ¡Había alguien aquí! 

-¿Cómo iba a saberlo? ¡Vámonos! No hay nada que podamos... ¡Vuelve aquí Peter! ¡Maldita sea!
Mi tarado amigo se metió entre el fuego para ir a buscar a quien quiera que hubiera gritado, no tuve otra opción que correr a la salida. 

Una vez fuera, recogí el equipo que dejamos tirado y lo subí al deslizador, quizá estaba paranoica pero creí escuchar sirenas policiales a lo lejos. Inútilmente grité - ¡Vuelve aquí, Peter!

Ese era el fin, seguro nos atraparían y el resto de mi miserable vida sería tras las rejas. 


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