Parte 9 refugio

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Caminamos por lo que a mí me parecieron horas, por esas calles de casas viejas a veces abandonadas y a veces transitadas por gente hambrienta,  hasta este momento noté que Peter llevaba algo atado a su cinturón. Solo había visto que los guardias llevaban eso que llaman rifles, pero él traía una versión más pequeña que ocultaba bajo la larga camiseta. 

Me pregunté de dónde habrá sacado algo así, las armas estaban prohibidas para todo poblador del país. Solo los guardias y los guardaespaldas de líderes pueden portarlas... pero me recordé a mí misma que aquí afuera todo es distinto. Tal vez tener una de esas les aseguraba sobrevivir.

Por ahora ví que no querían hacerme daño, pero juré que si Peter sacaba ese objeto peligroso yo saldría corriendo al segundo. 

En la escuela nos enseñaban lo terribles que son las armas, lo horrible que fueron las guerras, incluso nos llevaron a un museo donde toda esa gente que sufrió las guerras dejó sus experiencias y pertenencias como prueba. Me atemorizaba ese lugar, lleno de recuerdos del odio y sufrimiento, pero cada cuatro años teníamos que ir como viaje obligatorio y nunca dejé de temer ese viaje.

Peter se volvió a mirarme, sacándome de mi pensamiento, él me ofreció su brazo y me aferré agradecida. Hacía demasiado calor y las calles rotas hacían que tropezara cada diez pasos.

-¿Tienes hambre? ¡Oye Cecy! No hemos comido en horas, tengo hambre - replicó Peter en voz alta, su amiga solo manoteó en el aire como si asustara una mosca. Él bajó la voz e inclinó su cabeza hacia mí, sus rizos se pegaban a su frente por el calor pero no dejaba de verse como una hermosa estatua de la cultura griega - No te preocupes, pronto no aguantará el hambre y nos detendremos en algún lado. 

No quise decir nada, para no sonar malagradecida. Pero prefería quedarme con hambre si tendríamos que cavar en la basura igual que lo hicimos para la ropa.

-¿Ustedes son... pareja?

Peter alzó las cejas, pero sonrió divertido - Solo cuando vamos de cacería, yo... hace muchos años estuve enamorado de ella pero siempre me alejó. Lo entendí y dejé de intentar. Un día me dijo que solo cuando no tuviéramos otra opción se quedaría conmigo.

-¿De verdad? Eso debió doler

Peter soltó una risa - Sí, en su momento. Pero nos necesitamos tanto que no sería bueno separarnos por una pelea amorosa, lo entendí después de un tiempo.

Cecy se detuvo en seco a unos metros y dio un giro a la derecha- Iremos por ese lado.

-¿Segura? La alambrada es hacia allá - dijo Peter algo confundido, señalando al norte hacia donde habíamos estado caminando

-Conozco un lugar para comer y pasar la noche, es más peligroso traer carga ilegal de noche  -dijo Cecy mirándome significativamente

La seguimos por calles que comenzaron a descender poco a poco, de pronto caminábamos por una pendiente, pero Peter fue pacientemente delante de mí dándome el brazo cuando me veía resbalar.

El cielo comenzó a nublarse, aliviando el calor insoportable pero trayendo rayos luminosos y truenos estruendosos. 

-Si no quieren ser una rata mojada, por segunda vez en un día, caminen más rápido. - nos gruñó Cecy desde abajo, bajaba la colina con los pies de lado así que la imité y descubrí que era más fácil.

Al fin se detuvo y giró en una calle menos empinada, me alivié de no tener que forzar más mis piernas que ya ardían del esfuerzo de huir todo el día. 

Se detuvo de golpe y choqué contra su espalda, me miró molesta pero no dijo nada hacia mí, solo murmuró - Era una puerta verde.

-¿Recuerdas que hace unos meses nos obligaron a pintar todas las puertas? No fuera que hubiera reuniones rebeldes en casas secretas para tratar de entrar a la ciudad- gruñó Peter

-¿Rebeldes? - repetí esa palabra sin estar segura si se refería a las personas que en la guerra se oponían a sus líderes

-El gobierno cree esa basura ¿Cómo vamos a querer atacar si con sangre y sudor sobrevivimos aquí afuera? - gruñó Cecy examinando las puertas y avanzando despacio

Pensé que tenía razón... pero ¿de verdad no habría gente dispuesta a arriesgar su vida por entrar a donde había recursos accesibles? Pensándolo bien yo lo haría, en aquel momento daría lo que fuera por una buena cama y un gran plato del guisado de mi madre.

Al fin Cecy pareció convencerse con una puerta, grande metálica y negra. Aporreó sin cuidado tres veces, en un ritmo especial, hasta que la puerta se abrió solo una rendija.

-Soy yo, Cecilia - dijo ella en un idioma que me pareció italiano, me sorprendió que supiera otro idioma... no porque la hubiera menospreciado si no porque creía que no había educación afuera de la ciudad.

-¿Cecilia? - la puerta se abrió y apareció una mujer canosa, en un manto raído y un vestido deslavado pero con la cara limpia expresando incredulidad. Entonces abrazó a Cecy y tiró de ella al interior. 

Peter tomó mi brazo y me condujo dentro, cerramos la puerta tras nosotros.

Me tomó un rato acostumbrarme a la penumbra, la casa solo era un amplio cuarto con una pequeña base para leña, una mesa con dos sillas y al fondo dos camas y un sofá roto.

La mujer tocó el rostro de Cecy y quedé confundida por ello, hasta que me di cuenta de que los ojos de la anciana eran tan claros que casi eran blancos... estaba ciega.

Where to go?Where stories live. Discover now