Capítulo 8

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—Si vamos a terminar. —siguió. — ¡Hagámoslo bien! ¡No pretendas usar las palabras "Como amigos"! ¡Ya no más! ¡Me largo, Kim! ¡Me voy de aquí y no quiero saber nada de ti nunca más en mi vida!

—...No.

—Me largo. —Repitió.

Y aunque sabía que todo estaba roto, que yo lo había roto de maneras que nadie debe dañarse, aún sabiendo que él se merecía su felicidad, irse y dejar a una basura como yo hundirse en su tristeza por haber dañado al amor de su vida. Aún después de todo eso, ese lado egoísta del amor hizo que reaccione cuando sus heridos ojos me observaban con odio.

—¡No!

Volví a decir, ahora con más fuerza, decidido a intentarlo una vez más.

Mis brazos lo rodearon y sus manos al instante se colocaron sobre mi pecho queriendo apartarme, pero no se lo permití. Las lágrimas caían por los ojos de ambos por lo que cuando intenté acercarme, me rompí al observar como él no dejaba de llorar.

Mi pequeño ¿Qué te hice?

—¿JongDae? ¡Suéltame!

—No.— Repetí por milésima vez.

Logré abrazarlo, sus manos no fueron tan fuertes por lo que ahora su pecho chocaba contra el mío a pesar de estas. Él estaba enojado, se removía cargado de fastidio, como si mi cuerpo quemara o fuera repugnante, pero no me importó, no me interesó que mi corazón se rompiera por milésima vez en esa noche, lo merecía y lo recibiría mil veces solo si era causado por él.

Me partiría en pedazos con tal de curar cada herida causada por mi estupidez. Le regalaría mi vida, mi respirar, mi alma, todo por ver esa inocente y preciosa sonrisa otra vez decorando su perfecto rostro.

—Suéltame, imbécil. —exigió de nuevo, mientras intentaba retroceder pero no lo dejé, lo sujeté tan fuerte que incluso temí causar que le falte el aire.

—No vamos a romper y separarnos. —Dije.

Escondí mi cabeza en su cuello y con los ojos abiertos, sintiendo su aroma, confirmé lo que ya sabía, yo no quería dejarlo ir ni aunque no lo mereciera.

—Jong-

—Aun cuando ya no seamos amantes, siempre estaré a tu lado como un amigo.

Las palabras salían de mis labios como pequeños murmullos que sabía él escuchaba con claridad, mientras en mi cabeza solo se repetía la misma frase: No lo dejes ir.

Minseok volvió a forcejear con fuerza y sus manos dolieron en mi pecho, pero aun así no lo alejé, al menos no lo suficiente, aunque sí noté su rostro cargado de rabia, enojo y fastidio.

— ¿Por qué?—Su pregunta me tomó por sorpresa.

— ¿Qué?

— ¿Por qué eres tan malditamente egoísta?

Y se apartó, se liberó de mis brazos para retroceder unos pasos y mirarme. Entonces comprendí que él había entendido todo mal, aunque en su lugar, yo también andaría a la defensiva con cualquier cosa que saliera de mis labios.

No era egoísmo.

¿O si lo era? Lo único que entendía a la perfección era que si Minseok se iba, yo me moriría.

Él volvió a romper en llanto al verme, aunque no se movió, se quedó mirándome aturdido, él esperaba una respuesta y sabía que tenía que dársela, solo que la idea de decírselo en voz alta me asustaba.

—Hasta yo entiendo... —susurré. —Que lo que te hice fue muy cruel. —Avancé los pasos que nos alejaron y cuando estuve justo frente a él, me dejé caer en el suelo, abrazando su cintura, cayendo de rodillas y presionando su cuerpo cerca del mío, liberando las lágrimas que no tardaron en salir nuevamente. Jamás me había arrodillado y jamás había suplicado así ante nadie, sin embargo, ahora me sentía el maldito más dichoso por poder siquiera seguirlo tocando.

Le besaría los pies y dejaría que camine sobre mí con tal de verlo sonreír, pero, aunque me lo mereciera, mi pequeño Baozi era el alma más pura que había conocido, sin deseo de hacer daño, sin rencor, sin remordimientos.

A decir verdad, no me sorprendería si su amor por mí se terminaba convirtiendo en odio, y aun así, yo podía amarlo, podía hacer que funcione... Amaría por los dos, velaría por ambos, soportaría cada mirada cargada de desprecio con tal de verlo sentarse conmigo a ver televisión; cada humillación o ataque verbal con tal de ir a clases a su lado.

Lo que sea, solo para estar junto a él. Porque desde siempre debí saber, que Minseok sería la única persona especial e irremplazable en mi vida.

—Le-Levántate. —murmuró, sin tocarme. Sus manos se mantenían a sus lados, aunque podía saber que me estaba mirando, yo no lo hice, escondí mi cabeza en su remera y lloré desconsolado, como un pequeño al que lo dejan solo, como alguien que temía perder su mundo si ese cruzaba la puerta de la casa, y de hecho, así era...

—Sé que no hay manera... No hay manera de que me perdones. —Sabía también que humedecía la tela de su remera, pero el sentir el aroma de otra persona en esta, solo se encargó de darme más fuerzas para nunca, nunca querer volver a sentirme tan lejos de él. — Lo sé. Que no volveremos a ser amantes... ¡Todo eso lo sé!

—JongDae...

—Por favor...Por favor no te vayas.

Mis dedos estrujaban la tela de su remera mientras me escuchaba y lo oía llorar, éramos ambos en la habitación, soltando distintos sollozos que sólo eran interrumpidos por mis palabras. Tan lastimados por mis idioteces, agradecía que al menos me estuviera escuchando, porque quería decírselo, así sea la última vez.

—Oye...

—Por favor...Aunque sea solo como amigos...Déjame estar a tu lado.

Los vagos recuerdos de nuestra hermosa relación llegaron a mi mente, cerré los ojos con fuerza, si lloraba más, sabía que no podría seguir hablando.

—Si-Si me dejas estar a tu lado...Algún día te lo diré nuevamente.

—¿Qué es...?

—"Te amo, Minseok. Por favor sal conmigo"

El día en que le dije que me espere a la hora de salida e hice que se quede hasta que absolutamente todos los demás se fueran, incluso el profesor. Lo busqué, encontrándolo dormido sobre su carpeta y disfrutando de la leve brisa con la ventana abierta. Al despertarlo, sus preciosos e inocentes ojos me miraron y después de un sermón, hice que se parase frente a mí, diciéndole "Te amo, Minseok. Por favor sal conmigo". Lo recordaba, lo recordaba bien porque sin saberlo, fue ese día el que trajo la alegría a mi vida.

Pasaron segundos en los que él no dijo nada, tampoco sabía exactamente qué esperaba que dijera, puesto que lo que yo le ofrecía era exactamente lo mismo que teníamos, desde un punto de vista neutral. Sin embargo, si me daba la oportunidad, si me permitía demostrarlo, yo me encargaría de arreglar cada uno de mis errores y demostrarle que para mí, no existía otra persona que no fuera él.

Era capaz de contar con todos los cuerpos que me había acostado y esperar hasta que él se acueste con la misma cantidad.

Era capaz de sentarme a los pies de su habitación mientras esas personas lo hacían suyo.

Era capaz de romperme hasta que ya no quedara forma de repararme solo por oírlo hablarme de cualquier otra persona que fuera mejor que yo.

Era capaz de soportar humillaciones completas o todos los golpes que hicieran falta.

Porque sí, hasta el tipo que se fue era mejor que yo.

Todo con tal de que al final de eso, él me dijera que la cuenta estaba saldada y que ahora podíamos ser amigos. Me tiraría de un puente por su simple mirada, por verlo notarme, por saber que me dedica un poco de su atención.

Mi mente y mi corazón solo funcionaban por la misma necesidad de recuperarlo.

Minseok aclaró su garganta y mi respirar se detuvo, esperando su respuesta.

— ¿Cómo una palabra como "Amigos" puede hacer que me quede? —Su tono de voz era frío, duro, como una ventisca que se encargaba de eliminar cualquier sentimiento. Presioné los parpados otra vez, sabiendo que lo había perdido completamente. — Idiota.

Good Friends «ChenMin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora