06 | Agrio.

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         Dulce, salado... Textura perfecta.
Exquisitamente delicioso, pero no único en su totalidad y eso les aburría un poco.

Un medio día después;
Karma se hallaba con una mano en su estómago mientras Nagisa degustaba en silencio la carne, tomándola entre sus manos y metiéndola en su boca como si de un animal se tratase.

Asqueroso... Pero increíble.

Repugnante... Pero adictivo.

Macabro... Pero divertido.

Aún en la mesa yacían algunos pedazos de carne colgantes en los huesos, sangre caía de la mesa hasta el suelo manchándolo en el proceso.

Ambos asesinos estaban llenos y aún había grandes cantidades de carne, carne que optaron por meter al congelador para más tarde.

La mirada azulina chocó con la carmín, se sonrieron mutuamente antes de levantarse de la mesa.

—Eres un psicópata.— Nagisa río.

—Y tú un monstruo.— Atacó el pelirrojo de vuelta.—. Un sexi y hermoso chico monstruo que amo con todo mi enfermó ser.

Amor, amor, amor.

Aquel iba creciendo grotescamente.

Así como en sus mentes yacía el fino lazo de la cordura a penas perceptible, la locura los envolvía en un manto uniéndolos eternamente.

Primero y tras unas risas socarronas; Ambas miradas se fueron acercando hasta estar frente a frente.

Luego ambos labios chocaron con agresividad, disfrutando de la sangre que en sus bocas aún estaba impregnada.
Lamiendo los restos hasta dejar las comisuras de sus labios limpias.

Sus lenguas jugaban, pasando entre sus bocas pequeñas porciones de carne que se habían quedado estancadas. Era una danza erótica, con excitación y dulzura que hasta verlo podría significar un espectáculo mágico para los ojos de cualquiera.

Se separaron con una mirada de lujuria y deseó que deseaban saciar ahora.

Y así lo hubiesen hecho, si tan sólo aquel maldito timbre no hubiera sonado llamando su atención.

Karma gruñó por lo bajo y se separó de Nagisa al escuchar el suave tintinear.

—Ve a abrir.— Ordenó duramente.—. Yo arreglaré este desastre.— Al ver que Nagisa no se movía, habló más alto.—. ¡¿Acaso no escuchaste?!

Sí, el nivel de paciencia de Akabane era tan mínimo que llegaba a asustar, sobretodo porque uno no sabía que podría hacer llegando a explotar.

Oh bueno... Tal vez sí.

Nagisa mejor que nadie lo hacía con exactitud.

Rápidamente se levantó y corrió hacía la puerta abriéndola sin preguntar de quién se trataba.

Al hacerlo observó a aquella vieja señora, madre de la niña que ahora se hallaba en sus estómagos, la señora Riggins. Parecía haber llegado de trabajar.

—Lamentó molestar ahora, Nagisa.— Se disculpó tratando de mantener la tranquilidad, algo que claramente fallo.—. Pero recién llegué del trabajo y no he encontrado a mi niña por ningún lado de la casa, quisiera saber si ustedes no la han visto.

Y como por arte de magia, Karma apareció por detrás del celeste con una amplia sonrisa.

—¡Ah! Señora Riggins, ¿Qué la trae por aquí?— Él era un gran actor.

La mujer suspiro profundamente, luego miro a Karma. Habló sin rodeos.

—Mis niños, ¿Ustedes no han visto a mi princesa por ningún lado?

¡Assassin, Assassin, Assassin! [KarmaGisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora