11 | Fémina.

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         En un dos por tres, Shiota arrasando con todo en aquella vieja bodega se encontraba.

Su sonrisa sobrepasaba todo.

El goce de sus gemidos al ver la sangre escurrir era inexplicable.

Cada fibra de su ser se revolcaba en placer cada que la dulce sangre carmín escurría al suelo.

Se encontra ahí...

Sin saber cómo... Sin saber el por qué...

Su instinto animal había salido, y cuando lo notó, únicamente gozaba de los gritos de la pequeña mujer frente a él.

Y es que cuando el instinto animal predomina más que el humano, no hay poder que pueda controlarlo.

Okuda Manami gritaba como nunca antes.

Aquellos gritos hacían sentir bien a Nagisa, mientras un corte nuevo se abría en su piel, de otro un hilillo de sangre corría hermosamente.

El ardor era insoportable para la joven chica, quién no sabía la razón de aquello.

No lo entendía, ¿Qué había hecho mal?

Sin embargo, ahora también todo se
abría como una luz ante sus ojos, lista para guiarla por la verdad.

Sus sospechas hacía Shiota eran reales.

¿Por qué hacía todo aquello?

¿Por qué había matado a Gakushuu?

Las demás personas desaparecidas, ¿Qué había sido de ellas?

Porque sí, para ese punto Okuda Manami no tenía la menor duda.

El pequeño celeste, de piel blanca, rostro angelical y cabellos tan claros como el cielo, había resultado ser la peor persona.

La más horrible e impura. Un pequeño mounstruo que ahora gozaba de su insaciable dolor.

—¡¿Por qué haces esto?!

Entre lágrimas, ella se tragó la propia sangre en su boca para poder hablar. Entonces grito, deteniendo a Nagisa duras penas.

Pues temió del cuchillo que había agarrado y que al parecer, estaba listo para dirigir a su estómago.

—¡¿Tienes idea de lo que hará Karma contigo cuando se entere?! ¡¿Cómo es que puede estar con un enfermo mental como tú?!— Volvió a lagrimear en desespero.

Nagisa río, tan enfermo que Okuda tembló bajo la inmensa niebla espesa que ocupaba sus sentidos.

Duras penas estaba con las fuerzas suficientes para poder hablar.

Más sin embargo, lloró más.

—No... No sabemos cómo es que no nos dimos cuenta antes, ¡Eres un enfermo de mierda! ¡¿Por qué lo haces?! ¡Yo no he hecho nada contra ti!

Ante eso, el celeste calló abruptamente y le miró.

—¿Y qué si soy un enfermo?— Canturreo.—. ¡Únicamente me estoy divirtiendo! ¡Así mismo como tú lo hiciste con Karma delante de mis ojos aquella vez!

Okuda no lo entendió.

—¿Qué...? ¿De qué vez hablas? ¡Yo jamás he hecho nada malo!

Con eso bastó para que Nagisa tomara abruptamente de su cuello, listo para asfirxiarla, pero se detuvo.

—¿Nada...? ¿No has hecho nada?— Aplicó la suficiente presión a su agarre para que la joven mujer comenzará a jadear de forma desesperada.—. ¡Intentaste meterte con él! ¡Hablaste con él! ¡Todos lo tienen prohibido porque él me pertenece! ¡Es mío, nadie más que yo puede intentar estar con él! ¡Tú sobrepasaste la línea esa vez, debes morir por ello!

El cuchillo lo levantó e inmediatamente lo dejó caer al cuerpo de Okuda, más preciso, su estómago.

Una y otra... Y otra vez...

Comenzó a puñalarla...

Cinco...

Diez...

Quince puñaladas seguidas...

Treinta...

Nagisa no podía parar, la sonrisa enferma en su rostro se ensanchaba cada vez más.
Haciendo de aquella escena de lo más grotesco.

Cuarenta puñaladas...

Cincuenta...

Sesenta, su brazo ni siquiera sentía el cansancio ni tampoco asimilaba el hecho de que para ese entonces, el cuerpo de la chica estaba prácticamente desecho.

Setenta, hasta llegar a ochenta fue que finalmente se detuvo.

Nagisa Shiota terminó de observar la escena que sus impulsos habían ocasionado.

Y sencillamente le encantaba.

Se acercó lentamente a los rozados labios que a penas seguían visibles ante toda la sangre, aquellos mismos que tanto aborrecio y que deseaba arrancar con todo su ser.

—Karma ni siquiera sabe de esto.— Susurró, tan cerca de aquella parte que sintió el aroma a muerte cruzar sus fosas nasales.

Era uno exquisito.

Posteriormente el celeste se levantó, al tener todo planeado, un segundo cambio de ropa es que se halla oculto en una de las tantas esquinas de aquel abandonado lugar.

Pero primero arrastro el cuerpo de aquella mujer para ocultar lo sucedido.

Por un momento pensó en comer de él, pero vamos, que eso sería asqueroso.
Se alimentaría, pero no de ella.

Sus gustos eran un poco más exclusivos, comer de la perra que intentó trepar por su terreno le causaría un dolor de estómago inecesario.

Desecharlo era mejor antes que decidir probar algo de ella.

Y así lo hizo, lo oculto bajo un bulto de tablas podridas, sabía que el cuerpo no sería encontrado por un largo rato.

Pues nadie iba hasta ese lugar, principalmente porque se sospechaba que estaba embrujado. Típicas historias de pueblos que para Nagisa y Karma no eran más que estupideces.

Para muchos eran historias fascinantes y creíbles, pero para ellos dos eran como una oportunidad de un buen escondite.

Una vez que el pequeño celeste se cambió y dejó todo en orden, salió de la vieja cabaña y camino entre los árboles, dispuesto a volver a casa.

Ya era de noche, de seguro Karma estaría preocupado.

            Lentamente Nagisa cierra la puerta de su departamento a sus espaldas.
El lugar está silencioso y muy tranquilo para su gusto.

Casi pareciera que Karma ni siquiera está presente.

Sin embargo, aquel pensamiento corre cuando es abrazado por su espalda. Asustandose, pero sonriendo al ver que se trata de la persona que más ama.

—¡Karma! ¿Por qué has hecho eso?— Dice, pero su duda no es contestada.

—Te espere demasiado, estaba a punto de ir a buscarte.— Un pequeño beso es depositado en sus labios.—. La cena se está enfriando.

—¿Cena? ¿Cuál cena?— Shiota le mira sin entender, pero poco después Karma toma su mano y lo jala hasta la cocina.

Ahí, el menor de inmediato ve la mesa puesta, con velas románticas y ambos pedazos de carne en cada plato desprendiendo un aroma delicioso junto a un vino color rojizo.

Este primero le mira sin entender, ¿A qué se debe todo aquello?

Pero pronto, Karma aclara su duda, haciéndolo más que feliz.

—Felices ocho años juntos, mi vida.

¡Assassin, Assassin, Assassin! [KarmaGisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora