Aunque cualquier persona pensaría que la nieve es algo dolorosa y no tan divertida como las películas nos quieren hacer ver, a Harry le encantaba.
Él recordaba perfectamente la primera vez que había visto nevar, tenía tres años cuando su madre por fin le permitió salir a jugar fuera aquel invierno.
Por supuesto, Anne se había encargado de ponerle tantas capas de ropa que apenas podía mover un músculo. El niño se movía como podía por aquel gran terreno blanquecino y blandito que el cielo le había regalado.
—¡Mira mamá! —Gritó con una vocalización característica de su edad. —¡Nieve!
A la mujer se le llenaba el corazón de orgullo y cariño hacia el niño que tenía delante.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Anne se hizo la sorprendida, como si fuera la primera vez que ella veía nieve también.
Aunque quizá sólo estuvieron una hora jugando con la nieve, para Harry fue como todo un día de felicidad que siempre estaría entre sus recuerdos.
Aquella mañana las nubes habían amanecido blanquecinas, dando a entender que lo más probable sería que cayera un poco de nieve.
Harry sonreía al pensarlo, de camino al trabajo se había encontrado por lo menos cinco conocidos que habían puesto mala cara en cuanto el chico de ojos verdes anunciaba el tiempo que esperara que hiciera en un par de horas.
A sus amigos no les hacía mucha gracia que se crearan tormentas de nieve o cualquier otro sistema metereológico que pudiera impedir que llegaran a su trabajo a tiempo.
Sin embargo, a Harry no le importaría utilizar un trineo si hacía falta, es más, probablemente lo disfrutaría más que cualquier otro transporte convencional.
Después de unos veinte minutos de paseo hacia su trabajo de oficina, justo antes de entrar en el edificio, un pequeño copo de nieve había decidido aterrizar y derretirse en la punta de su nariz.
Su sonrisa cada vez se hacía más ancha cuando se fijaba mejor en el cielo y veía que efectivamente, aquel día iba a ser uno de sus tantos días favoritos.
—¡Buenos días! —Se anunció al entrar en la oficina de Gucci, donde trabajaba como recepcionista.
—Puntual como siempre, Styles. —Anunció su jefe con media sonrisa, la cual usualmente no mostraba a ningún empleado. —Sigue así.
—¡Siempre, señor Albert! —Harry saludó al señor con un asentimiento de cabeza y siguió su camino mientras saludaba a todos y a cada uno de sus compañeros con una gran sonrisa. —Que gran día hace, ¿no crees Elizabeth?
—Está nevando, Harry. —La chica de ojos marrones y larga cabellera negó con una pequeña sonrisa mientras nuestro protagonista la abrazaba con efusividad.
Elizabeth era la administrativa del lugar, se sentaba a su lado y era una de las personas favoritas de Harry. Lo cierto es que no compartían ningún tipo de gusto, pero la chica era tan amable con todo el mundo que a Harry le encantaba pasar tiempo con ella.
—¿Acabaste la serie que tanto auge tiene este año? —Comentó Harry mientras esperaba a que el cacharro viejo que llamaban ordenador, encendiera.
—Sí, el final ha sido un asco. —Comentó la chica con una mueca de decepción en su rostro.
—Bueno, seguro que encuentras otra serie que contrarreste ésta. —A Harry siempre le gustaba ver el lado bueno de las cosas, pero Elizabeth no era tan así.
—Se nota que no tienes ni idea de cómo es. —Comentó aún algo quejica. —Me va a costar superarla.
Harry se limitó a encoger sus hombros y a aprovechar que el ordenador había encendido para poder empezar a trabajar.
Las horas pasaban volando en su trabajo, o al menos desde el punto de vista de nuestro protagonista.
A Harry le encantaba su trabajo, el poder ayudar a la gente que venía a la oficina o a los que llamaban por teléfono mientras podía ver nueva ropa de la marca que tanto le gustaba aunque no pudiera permitirse ni una prenda, era lo mejor que le había pasado en su vida profesional.
La campana de la puerta, que normalmente anunciaba una nueva llegada, empezó a moverse de un lado a otro con fuerza, llamando la atención del recepcionista.
Aunque le había dado la sensación de que había visto a alguien, el sitio estaba vacío.
Sin darle muchas vueltas a aquel extraño suceso, el castaño se levantó de su silla de ruedas y se aproximó a la puerta para cerrarla, ya que se había abierto un ápice a causa de una pequeña ventisca.
Aprovechó para ojear la calle por el cristal de ésta, encontrándose una imagen encantadora.
La calle se había cubierto de un par de capas de nieve, habían niños jugando a hacer angelitos mientras otros se dedicaban a crear muñecos de forma creativa y hermosa.
Elizabeth carraspeó, llamando la atención del chico de ojos verdes, que se había quedado embobado demasiado tiempo al mirar hacia fuera.
Con una gran sonrisa y el corazón palpitando con gran emoción, Harry volvió a su silla y trabajó lo que quedaba de jornada de forma amena, a pesar de sus grandes ganas de salir fuera.
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Copo de nieve | Larry Stylinson AU
FanfictionHarry, un chico alegre y amante de la vida descubre que hay una razón de por qué está obsesionado con la nieve desde que tiene memoria.