Harry era un chico al que le encantaba el mundo de la fantasía, ya no solo por Harry Potter, sino por muchísimas otras obras literarias que han puesto en su mente imágenes de hadas, sirenas y varias criaturas fantásticas.
Cuando era pequeño, Anne se dedicaba a describirle con todo lujo de detalle cómo se veían ese tipo de criaturas, y cómo se esconden en nuestro mundo.
Obviamente, por mucho que le gustara, no creía en esas cosas, aunque le encantaría que fueran realidad.
Sabía que se encontraba en medio de un sueño, pues las mariposas que sobrevolaban sus rizos parecían personitas brillantes.
Otro signo de que se trataba de su subconsciente era que no podía hablar ni escuchar sonidos, ni tan siquiera el aleteo de aquellas supuestas hadas.
Se encontraba en medio del parque donde solía jugar con la nieve cuando era pequeño, justo delante de su antigua casa. Notaba como Anne lo vigilaba desde la ventana del salón, donde le esperaba un chocolate caliente cuando se cansara de jugar.
Todo parecía estar basado en su infancia, excepto su ser, pues parecía que había viajado en el tiempo y estaba observando una tierna escena de su infancia. Podía verse a él mismo con diez años, torpemente caminando en la nieve, jugando con su vecino de al lado, el cual ya no recordaba el nombre.
Todo era precioso, calmado y mágico, como siempre había pensado. Mas había un tipo de sombra justo en frente suyo, su versión infantil no estaba prestando atención a la sombra que se posaba justo al lado de la ventana, una silueta de un niño de aproximadamente dos años más que él.
Harry intentó avisar al niño que tuviera cuidado, mas de sus labios no salía ni un sonido. La tensión y los nervios hacían que su corazón palpitara cada vez más rápido.
Tanto que al final despertó angustiado, con la respiración torpe.
Se había quedado dormido con sus tres amigos en el sofá, ellos dormían plácidamente mientras Harry decidió dormir en su cama para evitar dolores musculares.
Una vez estirado en su cama, se quedó mirando al techo preguntándose qué significaría aquella sombra y, con la misma sensación con la que cerró la ventana horas antes, cerró los ojos para adentrarse en un sueño profundo.
Elizabeth notaba como su compañero no mencionaba absolutamente nada sobre el temporal aquel día. Extrañada, intentaba leer su mente sin mucho éxito.
—Vale, ¿qué te pasa? —Preguntó tras reflexionar durante unos minutos si debería o no.
—¿A mí? —Nuestro protagonista trató de disimular el mal cuerpo que llevaba desde hacía ya unas doce horas. —No me pasa nada, no te preocupes. —Trató de esbozar una pequeña sonrisa, la cual Elizabeth representó como final de la conversación.
Ella decidió aceptar la decisión de su amigo de no contarle lo que le sucedía, pues no le gustaba insistir. Decidió que esperaría a que él quisiera explicarle qué lo traía distraído en su debido momento.
La jornada resultó ser bastante aburrida y tediosa aquel día, pues Harry no lograba concentrarse en su trabajo. Aquella pesadilla le había marcado y no lograba entender por qué.
Al llegar a casa lo único que deseaba era irse a dormir, pues tanto darle vueltas a la cabeza había acabado dándole una terrible migraña.
Por suerte para él, los chicos habían decidido ir a ver una película de miedo al cine —el único género que no soportaba ver.
Por lo tanto, podía dormirse sin tener que dar ningún tipo de explicación.
Aquella vez el sueño era calmado, se encontraba caminando hacia su trabajo, mas el camino se estaba alargando muchísimo. Cosa que no le importaba pues él disfrutaba de las vistas.
Podía escuchar el eco de los niños riendo y jugando con la nieve que caía del cielo, era como una recreación hermosa del día que se distrajo de camino al trabajo.
Seguía caminando con una sonrisa de oreja a oreja, se podían escuchar villancicos más allá de las risas de los niños y el aire empezaba a oler a galletas recién hechas. Era un sueño maravilloso.
Mas de un momento a otro todo se había quedado en silencio, el olor a galletas había desaparecido y ya no se encontraba camino al trabajo, de repente estaba en medio de un parque sin árboles, todo estaba nevado y no había ni una huella de zapato que no fuera la suya propia.
En un pestañeo, una figura parecida a la de su otro sueño se posó a dos metros de él, sabía que era la misma mas ésta era mucho más grande, ya no resultaba la sombra de un niño sino la de un joven de unos veintitantos años, tras pestañear varias veces seguidas la sombra dejó de ser tan oscura y dejó ver a un chico de ojos azules y cabello blanquecino, el cual sonreía hacia él.
Tenía la sensación de que no era la primera vez que veía aquel rostro tan blanquecino, parecía que conocía a aquel chico desde hacía muchísimo tiempo. La sensación familiar que le dio hizo que todo el nerviosismo que había pasado se esfumara, estaba disfrutando de su compañía aunque fuera sin formular una frase.
El chico parecía no dejar huellas en la nieve, pues iba flotando a dos centímetros del suelo. Harry quería acercarse a él para presentarse, pero por una razón desconocida no podía moverse de su sitio.
El chico parecía haber leído la mente de nuestro protagonista y decidió acercarse a él, abrió la boca para pronunciar su nombre cuando...
Cuando se escuchó la puerta de la entrada abrir y cerrarse con los ruidosos de sus amigos, los cuales acababan de despertarlo de lo que había sido un sueño de lo más extraño, pero bonito.
Tras frotarse los ojos, pudo enfocar su mirada hacia la ventana, la cual, entre escarcha se podía divisar un nombre; "Louis".
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Copo de nieve | Larry Stylinson AU
ФанфикHarry, un chico alegre y amante de la vida descubre que hay una razón de por qué está obsesionado con la nieve desde que tiene memoria.