Capítulo 7: No prometas cosas que después no cumplirás

22 3 3
                                    

Terminé de despedirme del resto de la casa y recogí mi mochila y mi maleta. Mi madre me esperaba fuera con un sobre de gran tamaño en la mano.
- ¿Qué es eso? - pregunté con curiosidad.
- Es una parte del dinero que te ha enviado tu abuelo para que salgas adelante.
- ¿Y desde dónde lo envía?
-No lo sé, no viene la dirección. Es bastante raro - dijo poco convincente.
- ¿Seguro que no sabes nada de él?
Ana se quedó callada y me percaté de que me estaba engañando.
- !Dime dónde coño está! - grité enfadada.
- No puedo. Le hice una promesa.
- Me da exactamente igual. No entiendes que ni siquiera he podido despedirme de él, ¿y si no vuelvo a saber nada de él nunca más?
Ana volvió a quedarse callada.
- Me está costando mucho continuar mi vida sin él, al menos dime dónde está para verle y comprobar si está bien sin mi.
- Sashka, no entiendes que le hice una promesa. No puedo traicionarle.
- ¿Qué pasa que tú nunca nos has traicionado?
Ana no se dignó a contestar así que cogí mis cosas y me fui de allí.
-¿A dónde vas?
- Lejos de ti.
No tenía ni la menor idea de a dónde ir, pero lo que si tenía claro era que no quería estar cerca de mí madre.

Decidí ir a tomar algo, ya que me rujian las tripas. Entré en el bar favorito de mi abuelo en el cual los dueños me tenían un gran aprecio.
_______________________________________

Entramos en un pequeño bar del pueblo que estaba en las afueras.
A mi abuelo le llamó la atención la entrada principal, ya que estaba adornada con unas lucecitas navideñas y estábamos en verano. A él siempre le habían llamado la atención las cosas que no comprendía y por eso decidimos entrar.

Mi abuelo abrió la puerta y ésta empezó a chirriar con intensidad lo que hizo que me tapase los oídos rápidamente.
Observamos a una pareja de ancianos que tendrían la edad de mi abuelo.
La mujer era alta y delgada, su pelo rizado le caía por debajo de las orejas y sus ojos color miel transmitían tranquilidad mientras que el hombre era de complexión fuerte y apenas tenía pelo, únicamente le cubrían la coronilla unos pocos pelos.
Se percataron de nuestra presencia y nos recibieron con una agradable sonrisa.
- Hola, somos nuevos en el pueblo - añadió mi abuelo.
- Nos gustan mucho las luces de Navidad - dije sonriente.
La pareja se río al unísono.
- Debemos quitarlas, gracias por recordarnoslo.

Sonreí aunque no entendía porque me había dicho eso ya que a mi y a mi abuelo nos gustaban y no queríamos que las quitara.
- El local lleva cerrado desde Navidad,   ya que tuvimos problemas personales,  así que no ofrecemos comida que es a lo que imagino que han venido - dijo el hombre.
La señora le miró mal y le propinó un codazo.
- No seas tan agrio. Podemos prepararles algo.
- No se preocupe, no queremos causarle ninguna molestia.
- De verdad que no es molestia, todo lo contrario. Llevamos meses sin recibir clientes... el pueblo ya no es lo que era y nadie quiere trabajar con unos viejos como nosotros.

Decidimos quedarnos y disfrutamos de una exquisita tortilla de patatas la cual nunca había probado y se convirtió en mi comida favorita.
La pareja fue muy amable con nosotros, hasta el señor quien después de dialogar un rato con nosotros, nos trató más amablemente.

- ¿Por qué decidieron venir a vivir al pueblo? - preguntó cordialmente la señora.
- Siempre me ha gustado la tranquilidad del campo y respirar aire puro y fresco. Además Sashka y yo necesitabamos un cambio de aires y este lugar me pareció ideal para comenzar una nueva vida y dejar el pasado atrás.

Mi abuelo sonrió y la pareja le acompañó .

- !Brindemos por un nuevo comienzo! - gritó el señor mientras sujetaba su copa de vino. Mi abuelo y la señora imitaron su gesto, mientras yo les observaba en silencio.
- Muchas gracias por esta comida tan exquisita.
- Gracias a ustedes por la compañía.
Pueden venir cuando les apetezca.
El señor miró con extrañeza a su mujer y ésta asintió.
- Sí, he estado reflexionando y he decidido que ya es hora de reabrir el bar. Con un poco de mano de obra y de entusiasmo podemos hacer que este lugar recupere su esplendor.
- Cariño, ya estamos mayores para eso y a parte andamos mal de dinero...
- Yo puedo prestarles algo de dinero y ayudarles con el manejo del dinero, ya que soy contable, aunque actualmente estoy jubilado.
- Muchas gracias Frank, pero no podemos abusar de su amabilidad sin apenas conocerle.


                                                         

SashkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora