Capítulo 5: "Cuándo la última luna de equinoccio resurja en la obscuridad"

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Fugaku ingreso al templo de forma impetuosa, y ante la vista del oráculo arrojó al joven príncipe a los pies de esta sin ninguna consideración por Sasuke quien, hasta ahora, humillado, mezclaba las lágrimas con el rencor a su hermano mientras callaba.

La mujer se hallaba efectuando los rezos correspondientes, mientras sus grises ojos contemplaban la luna de sangre sobre sus cabezas, señal clara de que incluso el cielo se había corrompido.

Lo sintió llegar incluso antes de que pusiera un pie en el templo, su corazón latía frenético y con miedo. Su hora ya había llegado.

Encomendó su alma a la diosa única y finalizó sus rezos.

—Saludos Sol del imperio —dijo el Oráculo sintiendo la muerte cerca de su señor.

Pero Fugaku no estaba para formalismos ni saludos hipócritas, su mente y corazón ya se hallaban corrompidos.

—Cierra la boca, bruja —escupe Fugaku con ira -Y obedece a tu emperador, quiero que mires a este -Dice apuntando hacía Sasuke quién aún se hallaba en el suelo —. Quiero que me digas que es lo que le aguarda.

Sasuke tembló, no pudo evitarlo, el miedo le calaba los huesos, sus manos aún temblaban debido a la masacre que contemplo minutos atrás. Aquel hombre ya no era su padre, el joven príncipe no podía reconocerlo, siempre tan frío, siempre tan duro, pero nunca lo había visto desquiciado.

El oráculo dirigió sus ojos aperlados hacia el joven príncipe, y ahora único heredero. Sasuke se sumergió en ellos atraído por el brillo que emanaban, como dos estrellas del firmamento, y así, sin poder resistir, dejó que aquellos ojos le mostrarán los sucesos que vendrían en su vida.

Los gritos de su padre se hacen lejanos, su voz se desvanece, todo oscurece a su alrededor, por un momento Sasuke creyó estar sumergido en un sueño negro y ensombrecedor, una pesadilla que lo aterraba cada segundo.

En medio de esa obscuridad, solo escucho la voz de una mujer quien le decía repetidamente: "Ven, y mira"

Y Sasuke observó.

Sus manos se hallaban bañadas en sangre, no era la suya, puesto que no tenía herida en ellas, era sangre de otro, la sangre de su propio padre, y el terror se apoderaba de su pobre alma, una nueva visión lo mostró a él luciendo el manto de estrellas y sobre su testa la tan ansiada corona que el emperador deseaba ver puesta en su hijo y, sin embargo, según el oráculo, no viviría para verlo.

La voz de la mujer se hizo también lejana, hasta que ya no puedo oírla, todo lo que había vislumbrado en esa pesadilla se desvaneció y encontró nuevamente tirado en el suelo junto a su padre.

Apenas y podía emitir palabra alguna, sus manos temblaban por lo que fue obligado a ver en esos ojos grises del oráculo. Por más que Fugaku le sacudía con fuerza para lograr hacer que soltará alguna palabra, no había que pudiese hacer. Estaba aterrado.

—¿Qué fue lo que le mostraste? —dice Fugaku ansioso por saber si su anhelo se realizará.

—Su necesidad por hacer a uno de sus hijos emperador lo ha enceguecido mi señor —dice el oráculo —. No puede ver que eso que tanto usted rechaza, será lo único que salve al imperio.

Fugaku no estaba para soportar eso ni un segundo más. Su paciencia y su ya casi inexistente cordura estaba llegando a su final.

—Dime lo que ves bruja ¡No intentes jugar conmigo! ¡Estoy a tan poco de mandar a que te asesinen!

El Emperador Sin Corazón  (Sasunaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora