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Aquel fatal día no dejó de llover torrencialmente en los dieciocho reinos, la lluvia había empezado a pocas horas de que el oráculo exhalara su último aliento de vida logrando causar gran zozobra a todo el mundo. Los cielos se ennegrecieron y el sol se alejó de ellos como si la diosa única intentase mostrar su desagrado ante el crimen que se cometió. Los ciudadanos del Imperio buscaron refugio en sus hogares, aterrados, intentando guarecerse de la tempestad. Una lluvia de aquellas proporciones en los meses en donde el verano era más intenso sin duda era un claro indicativo de que algo andaba mal y que tarde o temprano todos ellos pagarían el crimen que su emperador cometió.
Y fue que aquella llovizna duro alrededor de una semana transformando las calles en ríos caudalosos y muchos de los habitantes del imperio pensaron por un minuto que ese sería el final. Sus rezos se elevaron hacia la diosa rogando por su misericordia y pidiendo para que la lluvia cesara por completo y permitiese que la luz tocara el imperio una vez más.
Al amanecer del séptimo día los rezos fueron oídos y las nubes obscuras se disiparon del puro cielo dando paso a los rayos solares que calentaron nuevamente la tierra y los corazones de todos. Los habitantes del imperio exhalaron de alivio y clamaron su agradecimiento a la diosa Kaguya, puesto que ella había permitido que poco a poco todo volviera a la normalidad. Las puertas de los comercios se abrieron reanudaron sus actividades comerciales y las personas nuevamente salieron inyectando de vida a la ciudad.
A los pocos días de que la calma volviera a reinar, un sorpresivo decreto apareció muy temprano por la mañana en el muro de los anuncios imperiales. Nobles y plebeyos se aglomeraron intentando saber cuál era el comunicado que su emperador les quería hacer llegar. Los que estaban cerca a la pancarta no disimularon expresiones de sorpresa y escándalo por aquella orden proveniente de la casa real. Algunos sin poder disimular más su incomodad alzaban la voz haciendo saber su desagrado, no obstante, los guardias cercanos con armas en mano y miradas reacias y autoritarias lograban extinguir cualquier chispa de protesta y cuestionamiento contra la corona.
Y ahí decía:
El emperador Fugaku Uchiha I, padre del imperio Uchiha, el sabio, el guerrero de ojos escarlatas, el asesino de Leones, la espada más veloz de los dieciocho reinos, jefe del clan Uchiha. Decreta: que por medio de está presente orden y decreto imperial se prohíbe absolutamente a todo miembro de la nobleza y cabeza de facción y a todo ciudadano de los dieciocho reinos, hacer cualquier comentario criticando la autoridad del emperador y cualquier acción ejercida por este para el bien del imperio, así mismo, se prohíbe hablar o hacer cualquier mención sobre el desaparecido oráculo y los acontecimientos sucedidos en las celebraciones pasadas. Cualquiera que incumpla con lo aquí nombrado, sea noble o ciudadano, será encarcelado y bajo los cargos de alteración a la gobernabilidad e incitación a actos que alteran el orden público.
¿Acaso pretendían acallar sus voces? Tanto nobles como ciudadanos comunes guardaron silencio. Sintieron temor por el que alguna vez consideraron el padre del imperio. Ahora, ante sus propios ojos, se había convertido un cruel verdugo. Nadie tuvo noticias del emperador desde aquel fatídico y cruel día, ni los guardias de palacio, ni mucho menos los sirvientes en palacio. Solo aquellos pertenecientes a su pequeño e íntimo círculo estaban enterados de sus acciones. Enclaustrado en su recámara, algunos decían que había perdido la cordura, otros, en cambio, murmuraban que se estaba dejando consumir por aquella obscuridad que empezaba a corromper su corazón.
Obscuridad o demencia, los hijos del imperio ya no se sentían a salvo, y no sabían cual seria la siguiente locura que cometería su emperador.
El rumor de la partida del que había sido hace apenas unos días el futuro sol del Imperio también causo zozobra y temor hacia los años venideros. Itachi había representado por muchos años un rayo de esperanza hacia los dieciocho reinos y ahora sin el príncipe presente, el miedo a una desintegración y resquebrajamiento del sistema de gobierno causaba pavor tanto en nobles como en los ciudadanos comunes.
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El Emperador Sin Corazón (Sasunaru)
FanfictionÉrase una vez... Un emperador loco que quería torcer el destino a su favor, una bruja despiadada, un oráculo sagrado, un joven príncipe cuyo momento de su nacimiento estuvo marcado por la muerte y la desgracia, y un caballero Omega de quién dependí...