ADELA

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"… aprenderé historias para contarte, inventaré nuevas palabras para decirte en todas que te quiero como a nadie."

                                                                                                                                               Frida Kahlo

Delicioso verano, 6:00 a.m. y un café. Hoy, me he despertado con la música a todo volumen de mi inseparable smartphone, maravilla escuchar: “Know I've done wrong, left your heart torn

Is that what devils do?, took you so long, where only fools go…”. Algo me dice que este día será diferente, me lo dice la alegría que emana de mi canción favorita de John Newman:” Love me again”.  Adoro mi rutina, mi imprescindible e inevitable rutina, elegí mi outfit preferido y con él, mi cabello suelto representando un poco de rebeldía, por aquello de la liberación femenina.

Adela, ese es mi nombre, una mujer de 25 años con una carrera prometedora como Psicóloga, he vivido todo el tiempo en Monterrey, Nuevo León. Con una familia conformada por mis padres y mi hermana menor con quienes convivo casi a diario, en mi departamento tengo un bello camino de fotos de todos esos momentos tan especiales que hemos vivido, vivo “sola” desde hace 2 años y fue una decisión difícil. Ninguna mujer de mi familia lo había hecho, era casi una norma el hacerlo sólo si estabas casada, romper con esa cadena fue complicado en especial para mi madre. Al final, la decisión se tomó como parte de mi proceso de volar, bajo la premisa de que “si no me sentía cómoda o me sentía solitaria”, podía volver a casa o llamar sin importar la hora. Mi departamento es un piso ubicado en el centro de la Ciudad de Monterrey, mi decoración es en su mayoría una mezcla entre el arte marroquí y mexicano, múltiples colores en mis paredes y mi amada mesa en la esquina con su lamparita antigua junto a mi sillón de terciopelo morado.

Cada espacio de mi departamento es un recoveco de arte, de cada viaje y persona que he conocido, mi departamento es como mi corazón. ¿Se nota que adoro mi departamento?, representa mi oasis después de una jornada de terapias a mis bellos pacientes, conferencias, talleres en empresas o eventos cubiertos para difundir mis luchas fundamentadas sobre derechos humanos. Amo lo que hago, cada minuto en un libro leído o en una conversación casual en el “Jazmín”, mi café – restaurante preciado.

Pero hoy es distinto, mi tiempo ha corrido rápido y ya es hora de ir a casa para prepararme para el festejo de cumpleaños de mi mejor amiga Alexa. Después de hablar con mamá sobre mi día y la nueva película a estrenarse, emprendí mi ritual de belleza que comprende de una ducha a conciencia, elección de outfit, maquillaje y el inminente planchado  de cabello. Tomé mi vestido azul rey, mis accesorios en dorado y mi shot de autoestima en nivel cielo. El regalo que elegí para Alexa, dos boletos para ir al concierto de Lana del Rey, nuestra cantante favorita y soundtrack de innumerables pasajes románticos. Todo listo para la fiesta, tomo las llaves de mi coche y me veo por última vez en mi espejo de media luna. Viernes tranquilo en el tráfico de la ciudad de Monterrey, extraño pero a la vez reconfortante o ¿será que ya me habitué a la locura citadina?, hoy no tengo ganas de pelear con ningún ser humano; ha sido un viernes diferente.

En mi coche suena “Young and Beautiful” de Lana del Rey, entablo un soliloquio sobre porque Gatsby amó tanto a esa mujer quien cobardemente eligió la vida predecible, y evadió el feliz idilio de... ¿un mafioso?, creo que ahora entendí a la chica. Sigo enamorada de Gatsby. Olvidé actualizar mi usb, salta la canción “Yo no sé mañana” de Luis Enrique…no tengo más que decir y comienzo a hacer movimientos con mi hombros cantando a todo volumen. El tráfico continúa pasivo, salvo la lluvia que ha comenzado a caer de manera majestuosa sobre el pavimento, ya habían pronosticado esto así que no me sorprendo pero pongo más atención al camino.

Suena mi celular, solo alcanzo a leer en la pantalla que es una llamada de un número “no registrado” en mi celular, tomo la llamada y se escucha interferencia, lo suelto rápidamente pues no quiero caer en esa irresponsabilidad colectiva por una llamada que ni siquiera escucho.

Vuelve a sonar, no respondo, algo ha captado mi atención…y mi pericia como conductora, un terrible sonido se abalanza sobre mí junto con un coche con el doble de tamaño al mío.

En la intersección de las calles, donde esperaba el cambio de luz a verde, un coche rojo a toda velocidad cruzó. Mi memoria solo evoca el estruendo y el impacto, mi coche patinó en círculos por el pavimento mojado, mis ojos se cierran y solo escucho a lo lejos: “dog days are over” de Florence and The Machine.

Escucho sirenas, me venzo. 

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