~+~ CORDURA, INAPRECIADO TESORO ~+~

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Aún recuerdo como empezó todo. Me encontraba escuchando música a un volumen inaceptable para los vecinos, por supuesto me tenía sin cuidado pues asuntos más importantes inundaban mi cabeza.

Me preguntaba como había logrado librarme de tantos problemas, ¿sería la suerte? ¿el destino? A decir verdad sólo esperaba el momento en que me atraparan en un engaño, un robo, tan sólo en una pequeña mentira. La paranoia me invadía.

Continuaba con mis extensos monólogos teniendo como único testigo a la soledad cuando repentinamente caí dormida, o al menos eso creí. Desperté en medio de una omnipresente oscuridad, por fin mi suerte había terminado, me sentí feliz pues nunca había conocido esa incertidumbre. Me formulé un sin fin de preguntas que nada a mi alrededor podía contestar.

Caminé por aquél lugar y me sorprendió su extensión, además del hecho de que no parecía haber objetos en ningún sitio. Tras un par de horas de caminar la desesperación se apoderó de mí, comencé a correr pero era inútil, el lugar era inmenso, parecía no haber paredes. Resignada me detuve, aún cuando quisiera estaba demasiado cansada para continuar y finalmente el peso de mi cuerpo me venció haciéndome caer.

Sin más que hacer comencé a llorar más patéticamente que un niño por un dulce. Mi llanto fue interrumpido por una extraña y asexuada voz que me decía:

-No debí facilitarte tanto las cosas, te he consentido mucho y ahora eres incapaz de valerte por ti misma. Una pequeña dificultad y así es como reaccionas, rindiéndote y llorando como un infante.

Levanté el rostro e intenté descubrir de donde provenía esa voz pero la oscuridad apenas me permitió vislumbrar una andrógina silueta humana. A pesar de todo tuve un extraño sentimiento de familiaridad como si siempre lo hubiera conocido. Tenía tantas preguntas que hacerle, pero no me permitió hablar.

-Siempre te he brindado mi ayuda, y ahora me pregunto si en verdad la merecías. Por eso te traje aquí, me demostrarás que no me equivoqué y yo te regresaré a tu vacía vida, de lo contrario vivirás en este lugar eternamente. Continúa tu camino a través de aquella puerta, no me decepciones, y por cierto, mi nombre es Lenore.

Me señaló una gigantesca puerta de cuyos bordes salía un extraño resplandor. Estaba totalmente convencida de que tal puerta no existía antes de hablar con Lenore. No pude preguntarle nada pues ya había desaparecido.

Caminé hacia la inmensa puerta de madera y noté algunos rasguños en ella, además de algunas manchas de algo que preferí no identificar. Tras esa tenebrosa puerta no sabía que podía encontrar, me encontraba asustada pero en ese lugar ¿qué más podía hacer?.

Con mucho trabajo logré mover la puerta, no pude abrirla del todo pero sí lo suficiente como para llegar al otro lado. Era un sitio muy iluminado por lo que mis ojos tardaron en acostumbrarse a la luz.

Cuando por fin la luz dejó de molestarme pude ver mi entorno y noté que la gran puerta de madera ya no estaba. El lugar en el que ahora me encontraba era el más extraño y magnífico en el que había estado, seguramente sería la envidia del mismo Willy Wonka pues aquel era un sitio hecho enteramente de dulces, que por cierto eran una de mis mayores debilidades.

Sin siquiera pensarlo comencé a devorar lo que parecía más delicioso, las manzanas acarameladas de los árboles, las paletas en forma de flores y las cercanas nubes de algodón de azúcar. Su sabor era tan exquisito como imaginaba.

Y mientras me atiborraba de todo esto volví a ser interrumpida

-¿De verdad crees que te traería sólo a comer dulces? No olvides que estás aquí para probarme que mereces tu vida y hasta ahora llevas dos pruebas fallidas. Te faltan dos más y te recomiendo que comiences a esforzarte. Busca las siguientes dos puertas.

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