Sin Cabos Sueltos

87 4 0
                                    

Miro mi reflejo, y veo mi imagen como cada vez en cada Episodio: con salpicaduras rojas en el rostro. Las manos ensangrentadas y tensas, la respiración agitada, la frente perlada por el sudor debido a algún esfuerzo realizado.

Es de madrugada, 3:45 a.m. y como siempre no recuerdo mucho de los minutos anteriores… o no quiero recordar. Es seguramente un mecanismo de defensa psicológico para evitar más daño a mi mente… lo cual es irónico, mi mente está sumamente dañada, lo sé.

Llevo una vida normal salvo ciertos Episodios, tengo 35 años, soy convenientemente soltero y tengo un círculo de amigos y conocidos bastante amplio. Mi empleo es de nivel medio alto y me permite disfrutar de ciertas comodidades como 2 automóviles, 1 departamento y 1 casa de campo en las afueras de la ciudad, convenientemente alejada del público en general. Ese es mi espacio favorito, aunque no sé por qué ya que no recuerdo visitar la casa a menudo.

Una vida normal eso es lo que todos ven, yo, ahora, en el reflejo, veo la verdadera esencia de mi ser, las sensaciones se agolpan en mi piel y los recuerdos brumosos confunden mi cabeza. No tengo culpa ni temor, sólo preocupación. Preocupación de no dejar cabos sueltos… cabos de los que no tengo plena conciencia.

Recuerdo bien mi primer Episodio, fue hace 10 años y me encontraba en mi anterior departamento, en el baño, mirándome al espejo mientras una espesa bruma mental se disipaba. Miré con sorpresa mi reflejo, similar a lo que veo ahora: respiración agitada con salpicaduras carmesí en el rostro y la frente perlada por el sudor. Recuerdo el horror al ver mis manos ensangrentadas y tensas; no sabía si era mi propia sangre y, aterrorizado, revisé mi cuerpo para verificar la existencia de alguna herida; no la había. Me quedé impactado viendo mi imagen en el espejo, tratando desesperadamente de recordar lo que había pasado pero algo dentro de mí me impedía concentrarme. Sólo algunas escenas del bosque y mi casa de campo se me revelaban y yo estaba arrastrando algo. Ráfagas del pasado reciente que se perdían en la bruma mental que me invadía. Desesperado me desnudé y me duché para remover la sangre, sí, era indudablemente sangre, la textura, el olor e incluso el sabor de las salpicaduras que tenía en el rostro y que fueron a parar a mis labios por el agua de la regadera eran inconfundibles. ¿Qué pasó? ¿Qué hice?

Mi atormentada mente se resistía, pero pude vislumbrar la idea de un asesinato en el que obviamente había participado. Pero esto me generaba más preguntas que respuestas, además, había una especie de vacío en las emociones, como si fuera completamente falsa la idea del asesinato. Eso me dio tranquilidad. Traté de autoanalizarme, siempre había sido muy analítico conmigo mismo y con los demás, intentaba siempre dar sentido a mis acciones y corrigiendo mi conducta. Analizaba las conductas de los demás, me parecía siempre estarlos estudiando, sus reacciones, sus expresiones faciales, incluso la forma de vestirse de la gente me daban ideas sobre sus personalidades y trataba de sacar provecho de ello, siempre lo hice, pero nunca dañé a nadie, ni siquiera dañé a algún animal ni ahora ni antes. Es sabido que los asesinos son violentos con los animales, yo no.

Encontré paz al buscar en mi mente resquicios de conductas violentas, me convencí plenamente que no las tenía. Y traté de olvidar.

Sin embargo, los Episodios se repetían y de nuevo estaba en mi departamento en la madrugada, a la misma hora y con la respiración agitada, los músculos tensos y salpicaduras de sangre.

Revisé los diarios durante días tratando de encontrar alguna relación de mis Episodios con alguna de las personas desaparecidas que siempre salen publicadas o con algún cuerpo encontrado en el bosque de las afueras de la ciudad. Nunca encontré nada.

El misterio era impenetrable para mí, pero me rehusaba a visitar a un psicólogo. Tenía miedo de encontrar una respuesta escalofriante.

Pasaron los años y los Episodios continuaron siempre de forma impredecible. No puedo decir que me he acostumbrado, pero me he vuelto menos temeroso.

CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora