El gran día.

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-¿Nervioso?

-No realmente, quizá solo algo... ya sabes.

-¿Asustado?

-Deprimido.

-Oh, supongo que es por Am...

-No quiero perderle -Exclamo sin siquiera darle a Louis tiempo de pronunciar aquel nombre cargado de promesas.

-La verdad dudo mucho que la pierdas, quiero decir, no hay razón.

-Quizá no hoy, pero lo haré, estoy seguro.

-oh, entonces la decisión ya esta hecha

-Siempre lo estuvo -por un breve momento sus ojos se cargaron de aquella leve melancolía que solía ver en los ojos de su padre desde el día en que este enviudo.

-¿Como estas seguro de que no eligira mas años que tu?

George se limito a mirarle, por varios minutos el único sonido presente era el del motor del Sentra destartalado en el que se encontraban viajando, mas no era un silencio incomodo, tan solo era una tregua, un pequeño espacio en el que poder dejar la voz a un lado para formular un buen pensamiento.

-Por que ella quiere superarse, no importa que no lo disfrute el tiempo que le gustaría.

-Si vas a decir cosas así mejor quédate callado, eso fue deprimente.

-Tan solo piénsalo, Van Borht, Michel Fronts, Stephen Quill, todas las personas importantes mueren antes de sus cuarenta primaveras, pero la disfrutan, fama, dinero, felicidad y mientras tanto. Don Luis, el viejo tiene como cien años, pero de que le sirven si la lleva sufriendo desde joven, siempre le ha faltado el dinero, la salud y todo.

-Claro. Ese es el trato, es la idea de todo esto, así funciona la vida hoy y así funcionara siempre.

La mezcla de emociones aumenta conforme se acercan al congreso, aquel edificio dorado con aire catedrático y visualmente fantástico, con sus muros dorados, sus columnas de mármol y con aquella estructura barroca que adoptaba ángulos imposibles de pura majestuosidad, la cual poco a poco se encontraba mas próxima, conforme el carro avanzaba y con el sus destinos.

Por poco y no encontraban estacionamiento, puesto que el templo estaba plagado de gente, cientos de jóvenes, todos de la misma edad, se encontraban esperando su turno para poder pasar a una de las habitaciones de tan impresionante recinto, todos llevavan un mismo objetivo, una obligación. Definir sus días, empezar a contar cuanto tiempo podrían estar y que tan bien lo llevarían, todos esperaban hablar con quien sea quien fuese que los escuchara, con aquella entidad desconocida que se había dedicado eternamente a registrar el tiempo de vida y la calidad de la misma, con aquel ser cuya existencia siempre había sido relativa.

-Vaya, parece que estaremos aquí un buen rato -dijo George mientras miraba a su alrededor perplejo.

-Ni tanto, supuesta mente es un proceso muy rápido, apenas un par de segundos, y no es una sola persona a la vez, hay muchas salas en este lugar, muchas personas solo llegan y se van.

Y así fue, poco a poco, la muchedumbre de veinteañeros fue evaporándose hasta que llego el momento. Fueron separados, ya que la elección debe hacerse sin "compañía externa", George pronto se encontró solo, en el centro de lo que parecía ser un auditorio, con un montón de hombres del gobierno alrededor, tomando notas y llenando registros, un tramite común supuso, pronto se percato del pequeño sillón rojo que se encontraba en el centro, tomo asiento, pronto, un repentino sueño empezó a recorrer su cuerpo, lo ultimo que pudo ver antes de caer en un sueño profundo, fue a un extraño hombre, vestido con elegantes ropajes, excelentemente peinado, y con una sonrisa fuera de lo común, una sonrisa de burla, como si este pudiera leer sus pensamientos, como si llevara esperándolo ya por algún tiempo.

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