C. 3: Con Iron Man vs El Mandarín

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Salió de su habitación el muchacho de cabellos castaños con energía impetuosa, bajó las escaleras y se dirigió donde su tía May, que ya tenía lista la comida y servida en la mesa.

—¿Pasa algo hijo?—dijo la mujer de cabellos grisáceos a su sobrino.—

—N-no, nada tía, ¿por qué?—contestó él, ocultando su hiperactividad y nerviosismo.—

—¿Debería decirle que quiero ser un héroe como los que salen en televisión? ¿Revelarle que una araña me picó y ahora me siento demasiado diferente?—se quedó pensando un poco.—

—Ya sentemonos, cariño, o se enfriará.—le pidió su tía.—

—¿Preferiste esperarme para almorzar juntos?—preguntó él, mirando a su plato de comida.—

—Bueno, si... no tengo mucho apetito últimamente.—dijo con un tono de voz decaído.—

—Hmm.—se quedó pensando un poco.-¿qué hora es?—

—Las 3, demoraste mucho con pedir tu empleo.—

—Si, es que Ben Urich, un periodista que trabaja para el diario, me puso como una prueba y me dijo que fuera a tomar unas fotos en una calle algo lejana.—le contó su anécdota.—

—Oh, hubieras llevado la cámara de tu tío.—enunció la mujer.—

—Él me prestó una suya.—relató su sobrino.—

—Entonces que bueno.—opino ella.—

—Tía...—dijo Peter pero se interrumpió.—

—¿Si, Peter?—preguntó May curiosa.—

—No podría decirle. Tiene demasiados riesgos esto de ser un héroe de la calle, que se va a preocupar demasiado. No quiero que le de un infarto si me ve por las noticias peleando con enemigos. Ni siquiera tengo uno, jaja.—se quedó otra vez pensando el muchacho.

—Peter.—le llamó ella para que volviera a la tierra.—

—No, nada. Olvídalo.—farfulló él.—

—Come, ya perderá mucho sabor si está frío tu plato.—le ordenó su tía, haciendo lo mismo.—

—Perdón, perdón.—movió su tenedor entre la comida, tomando una porción de arroz y carne para llevarlo a su boca e ingerirlo.—

Ambos miraban el sitio vacío donde se sentaba Ben a la hora de comer todos, o para leer el periódico.

—Lo extraño.—dijo Peter con la boca todavía un poco llena.

May no le respondió.

—Los dos íbamos a arreglar el techo juntos.—recordó el muchacho.—

—Luego llamaré a otra persona para eso.—disertó ella.—

—Podría yo solo.—abogó un poco.—

—No, no, te podría pasar algo y heridos no quiero.—se negó ella.—

—Dejame intentarlo.—siguió insistiendo.—

—No es tan fácil, hijo.—razonó la mujer mayor.—

—Ya lo verás, solo necesito la mezcla con cemento para pegar los ladrillos y luego acomodarlos bien.—afirmó Peter con sus ojos brillando.—

—Y, ¿cuándo seria el velorio de mi tío?—añadió al notar que su tía se quedó en silencio.—

—Esta noche, van a traer el ataúd y lo haremos aquí mismo, ya me puse a limpiar un poco.—explicó ella.—

LAG: La Araña GrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora