Gemí removiéndome debajo de las sabanas que apenas estaban haciéndome entrar en calor. Tenía que levantarme de la cama, cuando todo lo que quería era hacerme un ovillo y desmayarme.
Sin embargo, tenía facturas que pagar, deudas que saldar antes de que me mudase de nuevo con mi madre. Lo último que quería era regresar con ella con el rabo entre las piernas, llorando por mi derrota personal, pero era lo suficientemente inteligente para saber que si me quedaba en este lugar, mi cabeza rodaría.
Después de sentir que estaba siendo vigilada constantemente, que casi me atropellasen y de haberme topado con los tipos malos, mi patético sueño de ser guía turística no tenía ningún valor. Prefería seguir con vida.
En cuanto consiguiera mi cheque, haría mis maletas y me largaría lo más rápido posible. En estos momentos no contaba ni siquiera con un centavo y ya había empeñado todos mis objetos de valor. Solo me quedaba el medallón de mi familia, pero por más desesperada que estuviese, no podía deshacerme de él.
Gire en la cama, lista para continuar con otro tormentoso día de limpieza, cuando escuche un maullido de dolor. De inmediato me incorporé en la cama, alejándome de la bestia peluda que saltó ocultándose bajo la cama.
-Maldito animal.
Me había olvidado por completo de él. ¿En que estaba pensando cuando lo recogí de la calle? Peor aún, ¿por qué demonios lo deje dormir en mi cama? Probablemente había dormido toda la noche pegada con su zarrapastroso pelaje lleno de pulgas.
Creía haber escuchado a Frida presumir sobre sus muchas mascotas, quizá tuviese algún champú anti pulgas para asear al estúpido gato. Aún me quedaban cinco días aquí y no quería que siguiese luciendo como un gato callejero.
Apague la alarma, que comenzó a sonar de forma estridente y termine de levantarme. Lo último que quería era darme una ducha con agua helada, pero estaría todo el día sintiéndome sucia, por lo que me obligue a ir al baño y comencé a desvestirme, tiritando de frío.
El gato entro al cuarto por la ranura entre la puerta y el piso, escondiéndose detrás del escusado. Si tanto le molestaba mi presencia, ¿para que viniera a seguirme?
Mire dudosa hacia el gato y termine de desvestirme, poniéndome rápidamente bajo el chorro frío, intentando acabar lo antes posible. Mi piel se erizo y mi mandíbula comenzó a temblar. Mis dientes chocaban entre si haciendo ese molesto ruido.
En cuanto termine, trate de vestirme lo más pronto posible. Me puse los zapatos y acomode la toalla sobre mi cabeza como un turbante, esperando que mi cabello se secara. Revise las alacenas y el refrigerador, encontrando ambos vacío. Maldición, no tenía nada para comer.
Me mordí el labio, pensando que hacer.
No tenía a quien pedirle dinero prestado. Con el trabajo tan demandante de ser mucama no me daba tiempo de conseguir otro. ¿Cómo iba a sobrevivir cinco días sin comer?
Estúpido, como había decidido apodar al sucio gato, comenzó a aullar debajo de la mesa.
-Ya lo sé- cerré las pequeñas puertas de madera escuchándolas rechinar. Estúpido estaba tan hambriento como yo. –Parece que después de todo, termine de llevándote a un lugar peor. Por lo menos conseguías sobras en la calle, ¿no?
El gato maulló en respuesta. Tomaría eso como un sí.
Pensé en Erwan, pero después del accidente en donde creyó que lo había empujado, dudaba mucho que me prestase dinero. Rita ni se diga, ella estaba de parte de él. ¿A quién más tenía? No me llevaba bien con nadie de mi trabajo.
En resumen, no tenía amigos.
¿Tan maldita era? Había terminado por alejar a todos de mí.
Fui hasta la cama, hincándome frente a esta para sacar debajo una caja de metal. Introduje la contraseña en el candado y abrí la tapa, sacando mi medallón. Era de oro sólido, valía una fortuna.

ESTÁS LEYENDO
Wild
AzioneAsbif Hart ha hecho mas enemigos en segundos de lo que una persona normal en toda su vida y cuando es salvada por las mismas personas que quieren matarla, sin que ellos lo sepan, se da cuenta de que su vida esta a nada de terminar. Sin embargo, ell...