Cápitulo 1

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Me estaban siguiendo.

Mi propio pensamiento me alarmó de lo que estaba sucediendo. No era imaginaciones mías, lo había comprobado.

Hace unos meses empecé a sentir algo extraño a mi alrededor, hasta hace días lo vincule con el rompimiento de mi insistente ex-novio, pero esto iba más atrás en la historia. Esa compañía había estado tras de mí desde hace semanas.

Camine de forma apresurada por la solitaria calle aferrándome a mi bolso esperando que el acosador pensara que llevaba un arma conmigo.

Había sido tan estúpida. Si sabía que algo iba mal, ¿por qué no metí un cuchillo de cocina entre mis cosas? Quizá unas tijeras, lo que fuera que me ayudara a defenderme.

Sentía su penetrante mirada sobre mi nuca poniéndome los vellos de punta. Mi piel se erizo con pavor y trate de prepararme para salir corriendo en cualquier momento.

Mire el reloj en mi muñeca tratando de saber cuánta probabilidad tenía de llegar temprano a trabajar si tomaba una ruta más larga para confundir a mi seguidor.

Si no me hubiese despertado tarde está mañana quizá el tiempo me hubiera alcanzado. No podía volver a llegar tarde...pero era mejor llegar.

Crucé la avenida con pasos rápidos y vi por el rabillo del ojo como aquella sombra seguía moviéndose de forma casual. Quise exhalar el aire contenido, pero aún era demasiado pronto para cantar victoria.

Me acomodé mejor mi bolso en el hombro y me obligue a mantener mi mirada al frente haciendo caso omiso del pánico que me hacía temblar de pies a cabeza.

De nada iba a servirme perder la concentración. Analice mis opciones y llegue a la conclusión de que era mejor llamarle a Erwan, mi ex, para alertarlo de cualquier cosa que me pasara.

Metí la mano en mi bolso y me detuve recordando que había vendido mi celular para poder completar el alquiler de este mes. 

Mierda. Ya podía darme por muerta.

Mire a mis lados intentando localizar un teléfono público para llamar a emergencias. Rechacé esa idea de inmediato, aún no había sido atacada, sería una falsa alarma y no estaba de humor para pasar la noche en la estación de policía.

Aunque probablemente ahí estuviese mejor que en el pequeño cuarto frío donde vivía.

Mire sobre mi hombro dándome cuenta de que me había parado a mitad de calle y no vi a nadie. Gire la vista hacia el frente encontrando ese lado totalmente vacío. Era de esperarse que a las cinco de la mañana nadie estuviera fuera de la cama.

A pesar de que no había rastros de el seguidor, aún podía sentir el fantasma de su mirada mantenerse en mi. Metí un mechón de mi rubio cabello detrás de mi oído y ajuste mi chamarra intentando conseguir un poco de tranquilidad ahora que sabía que estaba sola.

Seguí mi camino iluminado por las farolas y no volví a tener ningún contratiempo el resto del recorrido. Entré al hotel por la puerta de empleados y me estiré tratando de darle un poco de movilidad a mis músculos congelados.

No era bueno caminar durante treinta minutos en las madrugadas de otoño.

—Buenas, buenas.— Gustavo alzó repetidamente sus cejas al verme quitarme mi chamarra y colgarla en el perchero. Gruñí en respuesta sin molestarme en dirigirle una mirada y pase de largo sabiendo que me estaba viendo el culo.

Apreté mis manos a mis costados evitando descargar mi estrés en él dándole una sarta de golpes bien merecidos y en su lugar, emprendí la marcha hacia el cuarto de limpieza.

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