Reset //Yoonmin//

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17 de julio de 2017

YoonGi sabía que regresar a clases era volver a ver a las mismas parejas tontas del año pasado besándose en cada rincón en el que pudiesen y encontraran a los mismos maestros. Pero no crean que YoonGi siempre es así, no, el chico tiene sueños, pero no precisamente se encuentran en ese lugar, por lo general se comportaba como si nada le importaba, pero no era así, YoonGi podía llegar a ser un cachorro con todas y esas expansiones y tatuajes y eso sus padres lo sabían muy bien.

Amaba pasar tiempo con sus padres e ir a visitar a sus abuelos, sacar a pasear a Holly su pequeño cachorrito y salir de compras, le gustaba leer y escribir, pero sobre todo amaba tocar el piano y componer canciones.

Aún recuerda cuando su padre le enseño a tocar aquel piano café que estaba en la sala, cuando tocó con miedo cada una de las teclas y para que de estas naciera un bonito sonido.

Pero, así como YoonGi amaba su piano, a sus padres y sacar a pasear a Holly, existía algo que el odiaba, y eso eran las parejas. Odiaba ver las demostraciones de amor que sus compañeros compartían, los apodos cursis y los regalos sin sentido, sin duda un desperdicio de dinero y de tiempo.

Pero todo cambiaría ese año.

Un pequeño con grandes mejillas caminaba distraído por el pasillo del que sería su nueva escuela, sentía las miradas curiosas sobre él y le daba pena levantar la vista del suelo, mentiría si dijera que no estaba nervioso, su olor a fresas, algodón de azúcar y un toque a margaritas se sentía espeso, a causa de los nervios y toda aquella persona que estuviera cerca se daría cuenta de sus nervios.

Al estar tan concentrado no se dio cuenta de que un chico pálido caminaba en dirección contraria a la suya, y por supuesto este tampoco se dio cuenta, causando que chocaran y que las cosas del más bajito salieran volando.

- ¡Lo siento! – dijo el de mejillas rechonchas

Sin embargo, no recibió respuesta alguna, solo una mirada desaprobatoria, JiMin nuca se había sentido tan observado como aquella vez, ni siquiera cuando su chofer lo había dejado en la entrada de la preparatoria llamando la atención de todos los que se encontraban afuera del lugar.

- Fíjate por donde caminas – dicho esto YoonGi se marchó dejando al pequeño varado en medio del pasillo.

JiMin dejó salir un suspiro triste y se agachó dispuesto a levantar sus cosas del piso.

- No te agobies – le dijeron a sus espaldas – YoonGi siempre es así, pero es un buen chico.

JiMin solo pudo observar a ese chico parado en frente con algunas de sus cosas en las manos, el chico, al ver que JiMin miraba sus cosas se las tendió con una sonrisa.

- Toma, estas cosas son tuyas – le dijo el chico – Soy NamJoon, mejor amigo del muchacho con el que acabas de chocar.

JiMin le sonrió avergonzado, recibiendo sus cosas que le faltaban e hizo una reverencia como agradecimiento.

- Park JiMin – dijo mientras extendía su manita cubierta por la maga del suéter dos tallas más grandes que las suya, provocando que aquel moreno con bonitos hoyuelos dejará salir un chillido por lo tierno que JiMin se miraba.

- Lo siento, es que nunca había visto a un omega tan lindo –

Al escuchar eso, para JiMin fue inevitable dejar salir una risita nerviosa mientras que sus mofletes se pintaban de un rojo intenso.

- Discúlpeme con su amigo, no fue mi intención chocar con él – susurró avergonzado – Iba tan distraído que no me di cuenta.

- No te preocupes, YoonGi es así con todas las personas y más por la mañana. –

A lo lejos, YoonGi observaba a su amigo y a ese niño con el que había chocado algunos minutos antes reír, o bueno eso hacia NamJoon mientras que el otro chico sonreía en grande con sus mejillas rojas.

Fue entonces, que YoonGi lo sintió, por primera vez en diecinueve años, sintió a su lobo enojado queriendo tomar el control y tomar en brazos a ese niño con olor a fresas, algodón de azúcar y un toque de margaritas para que nadie más viera lo bonito que era.

Sin duda, eso se lo tendría que contar a sus padres esta noche.