Capítulo 5
—No —dijo. Sus ojos estaban puestos en el lugar en que Dimitri había desaparecido, pero brevemente se posaron en mí—. Me ofrecieron uno... pero no parecía muy apetitoso.
—¡Qué! —exclamé—. Blasfemia. Son deliciosos.
—¿No son comprimidos de partes animales? —presionó.
—Bueno, sí... Creo que sí. Pero es sólo la salchicha.
Mark negó con la cabeza.
—No lo sé. Algo simplemente no está bien acerca de un perro caliente.
—¿No está bien? Creo que quieres decir tan bien. Son como el…
Mi indignación fue interrumpida por un grito, recordándome que había habido otro propósito aquí además de mi defensa de uno de los más grandes alimentos en el universo. Mark y yo nos movimos como uno, los dos corriendo a gran velocidad por encima de la pila de rocas y hacia la fuente del ruido. Allí, nos encontramos con Dimitri fijando en el suelo a un chico que se retorcía en una chaqueta de cuero y desgastados vaqueros azules. No podría decir mucho más de él porque Dimitri tenía el rostro del sujeto presionado contra el suelo. Al vernos, Dimitri aflojó su agarre a fin de que el chico pudiera mirar hacia arriba. Cuando lo hizo, vi que era de mi edad… y humano.
Miró entre Mark y yo… o, más exactamente, miró entre las estacas de plata que los dos reteníamos. Ojos azules grisáceos se abrieron de par en par, y el cautivo empezó a balbucear en ruso. Mark frunció el ceño e hizo una pregunta, pero no bajó su estaca. El muchacho respondió, sonando casi en pánico. Dimitri bufó y lo soltó por completo. El humano se alejó tambaleante, sólo para tropezar y caer de trasero en el suelo. Mark hizo algunos comentarios en ruso, a los que Dimitri respondió con una carcajada.
—¿Podría alguien decirme qué están pasando? —exigí—. ¿En Inglés? Para mi sorpresa, no fue uno de mis colegas el que respondió.
—¡Tú... eres americana! —exclamó el chico, mirándome con asombro. Hablaba con un acento fuerte—. ¡Sabía que la reputación del Rey Sangriento se había extendido, pero no sabía que había ido tan lejos!
—Bueno, no es así. No exactamente —le dije. Me di cuenta entonces que tanto Dimitri como Mark habían apartado sus estacas—. Simplemente resulta que estaba en el vecindario.
—Te lo dije —dijo Dimitri, hablándole al humano—. Este no es lugar para ti. Vete ahora.
El chico negó con la cabeza, haciendo que su revoltoso cabello rubio pareciera mucho más desordenado.
—¡No! Podemos trabajar juntos. Todos estamos aquí por la misma razón. Estamos aquí para matar al Rey Sangriento.
Encontré los ojos de Dimitri inquisitivamente, pero no recibí ayuda.
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté.
—Ivan. Ivan Grigorovitch.
—Bueno, Ivan, soy Rose, y si bien apreciamos el ofrecimiento de ayuda, tenemos esto bajo control. No hay necesidad de que te quedes.
Ivan me miró con escepticismo.
—No parecía que lo tuvieran bajo control. Parecía que estaban teniendo un día de campo.
Reprimí una mueca.
—Estábamos, uh, justo a punto de entrar en acción.
Él se iluminó.
—Entonces estoy a tiempo.
Mark suspiró, claramente quedándose sin paciencia con esto.
—Chico, esto no es un juego. ¿Tienes algo como esto? —Sacó su estaca de plata de nuevo, asegurándose de que la punta reflejara la luz. Ivan se quedó boquiabierto—. No lo creo. Déjame adivinar. Tienes una estaca de madera, ¿no?