8.3.- Autofobia (Parte 3)

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— “Estás muy callado esta tarde”.

El pequeño Kenning estaba sentado en el asiento de piel oscura de una avioneta color azul. Específicamente, estaba en el asiento del piloto, observando el panel de control mientras que un hombre joven de cabello castaño, ojos oscuros y camisa blanca manchada en aceite ajustaba algunas tuercas del motor a hélice.

— “¿Qué hay en esa cabecita de genio, campeón?”

— “¿Porqué mamá no nos pudo acompañar hoy?” — Preguntó muy distraído en sus pensamientos. No estaba prestando realmente atención a lo que sucedía frente a él.

— “Bueno, ya sabes que a tu mamá no le gusta verme perder el tiempo tratando de arreglar esta cosa…” — Se secó el sudor de la frente y miró al niño, tratando de prestarle más atención. — “Pero no es eso. Tuvo un imprevisto en el laboratorio, y por ser la supervisora tiene que quedarse ahí hasta que se resuelva el asunto. Pobre de los que les toque lidiar con los humores de tu madre”.

— “¿Fue el del sombrero?” — preguntó el niño con ingenuidad, pero su padre de inmediato lo mandó a callar.

— “Que se te haga la boca chicharrón. Sabes que su nombre trae desgracias”.

— “No dije su nombre… aunque todo eso me suena a superstición”. — Intentó defenderse Kenning. — “Pero lo pregunto porque vi en las noticias que están intentando robar información de laboratorios, y también los atentados…”

— “¡Parale, mijo!”. — El señor hizo de lado la llave metálica y se acercó a su hijo. — “Yo a tu edad estaba viendo caricaturas. No andes viendo los noticieros, solo pasan cosas malas y lo deprimen a uno”.

— “¿Qué tiene de malo estar al tanto de lo que pasa?” — Miró confundido a su padre. — “Solo quiero saber que tú y mamá están a salvo”.

Su padre lo cargó en brazos y lo rodeó en un abrazo. Aunque Ken entendía que solo intentaba calmarlo, no pudo evitar sentir un poco de asco al sentir el sudor de su padre.

— “Tu no te preocupes por eso, Ken. Mira, ni yo ni tu mamá trabajamos en empresas del gobierno. Esas son las que están siendo amenazadas; pero además de eso la compañía de tu madre es farmacéutica. ¿Sabes qué significa esa palabra?”

— “Que hacen medicinas y cosas para mejorar la salud”.

— “¡Correcto, chamaco!” — Exclamó con orgullo.

— “Pero la aerolínea para la que trabajas… Si había recibido una advertencia, ¿no?”

La sonrisa del hombre se desvaneció. Al parecer el pequeño en su preocupación tocó un tema complicado.

— “No, pues… si, pero no tienes que preocuparte de eso”. — Subió junto al niño al asiento del piloto. — “Con los cambios de personal… decidieron despedirme. Esta semana son mis últimos vuelos programados”.

El niño se quedó en silencio por unos segundos, intentando asimilar la noticia.

— “¿Mamá lo sabe?”

— “Si. Hemos estado platicando sobre eso durante estas últimas semanas”. — Parecía incomodarle recordar la conversación. — “No te preocupes. Mi última semana de trabajo va a estar bien remunerada… y pues el no estar constantemente preocupado por los atentados y los secuestros de aviones ya es ganancia”.

— “¿Qué vas a hacer ahora?”

Por lo que le habían comentado entre él y su mamá, Kenning sabía que su padre amaba la aeronáutica. Solo sabía hablar de aviones. Vivía para volar por los cielos. Le era difícil imaginarse a su papá haciendo cualquier otra cosa que no sea pilotear un avión.

O B S E S S I O N SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora