Playa, estoy en la playa. Estoy recostada en una toalla sintiendo la arena en mis pies descalzos. El sonido de las olas no me deja escuchar nada más, ni siquiera el pitido infernal de la bombilla médica a la cual tratan de sujetar mi brazo–Solo será un pequeño pinchazo– cierro los ojos con más fuerza nada más escuchar la advertencia. Estoy en la playa, estoy en la playa, estoy por irme a nadar, el mar ruge fuerte, el aire cálido me acaricia la piel sudada por el clima tropical y no por el miedo que me llena en este momento– ¡listo!– abro un ojo al escucharla, debo admitir que no me ha dolido nada–el medico pasara en un momento a verte– indica ajustando el goteo de la venoclisis que me ha colocado en el brazo derecho. Observo como las gotitas empiezan a caer a través del pequeño tuvo que ahora está conectado a mí. La sola idea me provoca escalofríos ¡odio los hospitales! La enfermera continua hablando escucho apenas lo afortunada que fui de llegar a tiempo antes de que mi apéndice explotara dentro de mí. Se que debo ponerle atención pero no puedo, y no es por el solo hecho de que detesto infinitamente los nosocomios, no, no solo es eso, ni las paredes tristemente palidas que me hacen doler el estómago o la triste sábana blanca que cubre mi defectuoso cuerpo, si defectuoso, solo a mi traicionero ser se le ocurriría ponerse mal frente a él. Y entre mis infructuosos intentos de ignorar el olor a alcohol su voz resurge una y otra vez. En ese:
te extraño" que me ha soltado, ¿Cómo se atreve? ¿Cómo puede? ¿Cómo siquiera lo pensó?
La puerta de la habitación se abre entonces, cortando el hilo de mis desastrosos pensamientos, a mí lado la enfermera anota algo en el suero que me ha conectado. Y en la puerta: Héctor me observa. El estómago me da un vuelco.
—me dijeron que podía estar acá, que podías tener compañía en lo que te pasan a cirugía
— ¿Cirugía?— escupo la pregunta en un chillido.
—sí, le acabo de explicar, ¿Recuerda?— me sonríe paciente la joven enfermera.— pero solo el médico dirá si es necesario— agrega dándome una sonrisa indulgente y una mirada de reproche a Héctor por asustarme. No puedo responder, me apena reconocer que no le había prestado mucha atención.
—Creo que tenemos que hablar—dice él, lo veo de nuevo, esta vez dentro de la habitación, a un par de pasos de la cama, tan cerca como para poner una mano en la esquina del colchón, ahí donde yacen mis pies, dudoso de tocarme.
—No piensa ni respetar mi lecho de muerte ¿Ah?— refunfuño, la enfermera me ve indecisa de dejarnos, pero Héctor la echa.
—seguro tiene más por hacer que estar de testigo en esta conversación, si se ofrece algo yo le llamo— suelta sin piedad. El retortijón me vuelve, si, sigue siendo él, era una de las pocas cosas que no toleraba y por la cual salíamos mal: el modo que tenía de tratar a los demás.
La pobre mujer apenada sale, no sin echar un vistazo como diciendo lo siento antes de abandonarme.
—No tiene derecho a tratar así a MI enfermera, señor Betancourt— reprocho.
Él suspira con aire de derrota, no quiero verlo, así que clavó mi vista en la pared más cercana, tan blanca que me recuerda en qué lugar me encuentro.
— ¿Hasta cuándo vas a seguir hablándome de usted, Odeth?— inquiere, el rechinido que hace la única silla en la habitación me anuncia que ha tomado asiento.
—Solo tuteo a quienes conozco y son cercanos a mí—, respondo sin verlo.
—estábamos comprometidos
— ¡No!— lo interrumpo, aprieto las manos tan fuertes que un poco de sangre se regresa por el tubito que me suministra los medicamentos—, ¡No estaba comprometida con usted! No es el hombre con el cual iba casarme, ese ni siquiera existe, usted solo es un hombre cruel, egoísta y cobarde— mis ojos se nublan, pero la rabia me impide llorar. Estoy de pronto tan furiosa que no me importa verlo, un deje de pena y gracia me invade al notar que está estupefacto y pálido ante mis palabras. — ¿Quieres hablar? ¡Hablemos!— sollozó y me detesto por hacerlo.
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The Wedding Planner
RomanceA Odeth le encantan las bodas, por desgracia en la suya le destrozaron el corazón así que ahora se dedica a asegurarse que todas las novias tengan su día feliz sin percances. Todo parece irle bien hasta que, una boda especial cae en sus manos. ¿Podr...