Algo bonito al lado del lago

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Justo al siguiente día por la noche me dijo de ir a cenar al restaurante más caro de la ciudad que aunque no nos lo podíamos permitir era una ocasión especial, ya hacía siete años qué estábamos juntos y había que celebrarlo.

Esa tarde me duché, me vestí y me maquillé; acabé a las 19.00 y habíamos quedado a las 20.30; me quedé esperando impacientemente hasta que llegó la hora. El restaurante estaba situado cerca de un lago precioso y cuando llegué lo vi sentado en una mesa para dos con un ramo de rosas en la mano, dudé a la hora de entrar pero finalmente lo hice. Os voy a confesar una cosa para que podáis entender esta historia, yo ya no le quería, se habían muerto esas pocas mariposas que me quedaban en el estómago; si le dejaba estaba segura de que ya sería feliz y no tendría que hacer todo lo que él me dijera ni aguantar sus broncas y golpes; pero no tenía ni un puto duro ni ningún sitio para ir. Y lo de Alba... sólo no disfrutaba de su existencia y con lo de que hablaban ya tenía la excusa perfecta para su final.

Llegué a la mesa y me entregó ese ramo con 30 rojas rosas con su olor tan especial. Estuvimos hablando toda la cena y luego paseamos por la orilla del lago. Había sido una noche perfecta pero de repente me enseño una cajita que contenía un dorado anillo y me pidió matrimonio, mil dudas me llegaron a la cabeza, ya no le soportaba; no sé si fué por lo bonito que lo había montado todo, por todas las cosas que habíamos pasado, no se por qué pero acepté.

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