Tropiezos 10

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Con paso veloz, la coneja dejaría sus quehaceres de lado y se dirigiría hacía la habitación que ella y su marido compartían, asegurándose de que la puerta de ésta quedara cerrada desde dentro. Sacaría de una pequeña caja unos documentos entre los que se notaba un acta de adopción, una identificación con foto y el último chequeo médico obligatorio que había recibido la más pequeña de sus hijas, que iba acompañado de su cartilla de vacunación con todo al corriente. Pondría todo en la cama sin ponerle mucho cuidado y, sin detenerse, caminó hasta donde se encontraba una pequeña maleta lo suficientemente espaciosa como para llevar un par de prendas para usar al menos durante dos semanas. Comenzaría acomodando todo con gran organización, cuidando que quedara espacio suficiente para otros artículos personales y la papelería que momentos atrás había sacado. Les habían dado un máximo de dos días y uno de ellos ya había pasado, había meditado lo suficiente con la almohada para saber qué era lo que tendría que hacer o tal vez no, tal vez tan sólo la coneja guardaba sin tener en mente que hacer, pero si algo era cierto era que jamás dejaría que le arrebataran a su pequeña.

Una vez terminó, tomó la maleta y, teniendo mucho cuidado, se dirigió a la habitación de Nicolle a tomar una mochila para llenarla de ropa de todo tipo y colores. Sería difícil para ella, más aun sin que Mary estuviera para acompañarla en la que tal vez sería su travesía más difícil.

Cargando con todo, tomaría la van en la que su hija y prometido habían viajado y con cuidado metería la maleta y mochila dentro de ella. Realizaría un viaje más de ida y vuelta pero en esta ocasión cargaría entre brazos a su pequeña Nicolle a quien recostaría en el asiento trasero.

— Esto es una locura... —suspiraría Bonnie colocando las patas sobre el volante y mirando hacia al frente.

Su esposo e hijos estaban ocupados y los únicos que podrían sospechar de algo los había mandado a tomar una ducha juntos, la cual posiblemente se alargaría. Podía hacerlo.

Encendió el motor del coche y con un poco de titubeo pisó el acelerador, era hora de dar la cara a los enormes muros que se acababan de formar frente a ella. Sentía que irse sin decir nada posiblemente no fuera lo más correcto, pero quizás era lo mejor.

Después de alejarse unos minutos de su hogar, tomaría entre sus patas su teléfono celular y en un mensaje un tanto extenso, explicaría a su hija Judy todo lo que estaba ocurriendo.

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— ¡Nick, basta! —reprochaba cierta conejita mientras secaba su pelaje con una toalla, después de haber tomado una cálida ducha.

— Sabes que no fue justo, juegas con mis sentimientos, pobre de este zorro con quien sólo juegan. —En un perfecto acto fingido, el zorro demostraría lo indignado que se encontraba a la vez que colocaba una toalla blanca en su cadera.

— Ya, ya, reina del drama, otro día te compenso por ser tan cruel contigo. — Judy rodo los ojos mientras se le dibujaba una pequeña sonrisa traviesa en el rostro, le parecía de lo más gracioso haber emocionado a Nick con "jugar juntos" y que al final todo terminara el rechazo de la coneja, el cual afectaba al pobre y necesitado zorro.

La conversación había concluido en el momento en que ambos mamíferos habían comenzado a vestirse. Concentrados en su tarea, un pequeño tintineo y un parpadeo de luz llamaría la atención de ambos.

— Veamos... —Se asomó Nick, justo por arriba de la cabeza de su prometida, haciendo a un lado sus orejas.

— Que raro que mi mamá haya mandado un mensaje, tal vez necesita ayuda con la comida —sacó por lógica la coneja, mientras desbloqueaba su teléfono celular para leer lo que le habían mandado.

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⏰ Última actualización: May 30, 2019 ⏰

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