• Dictamen •

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✤ Ayrton

—Estás completamente seguro —preguntó Ayrton, sin ninguna clase de temor en su voz.

El médico frente a sus ojos asintió.

—Claro. —Le dijo bajando los papeles que tenía entre sus manos, colocándolos sobre el escritorio—. He sido tu médico por mucho tiempo que no tengo la mínima intención de mentirte. —En eso suspiro—. Ayrton... Tu corazón no está nada bien desde hace mucho tiempo y esperar por un trasplante... es complicado. —El hombre se inclinó ligeramente hacia el frente y cruzó sus dedos por delante de su rostro—. Aunque seas el dueño de más de media ciudad y tu corporación sea una de las más importantes... No hay nada que puedas hacer. La lista de espera es demasiado grande, aunque... —En esos momentos hizo una pausa, miró a Ayrton a los ojos y éste se recargo en su asiento—. El mercado negro podría ser una opción, pero no te lo re...

—Lo sé... —respondió el hombre un tanto serio al interrumpirlo—. Tampoco es mi intención hacer las cosas de esa manera. No soy un hombre tan malo como todos piensan —soltó una risa—. Después de todo no esperaba vivir por mucho tiempo. Además, este cuerpo ya está demasiado cansado.

—En ese caso. —Le dijo su doctor, volviendo a la comodidad de su silla—. Mi recomendación es el reposo. —Bajó la vista a su blog de notas y comenzó a escribir una receta—. El estrés no es algo...

—Eso también lo sé, pero no puedo permitirme un descanso. Leonard aún sigue hospitalizado.

—Pero estable. Sus heridas no fueron tan graves y el médico que lo atendió hizo un excelente trabajo. Tienes un hijo muy resistente y aunque aún sigue sedado no tardará en despertar. Solo es cuestión de tiempo para que los analgésicos dejen de surtir efecto, aunque no te aseguro la cantidad de dolor que sentirá al despertar.

—Lo resistirá —anunció el hombre al ponerse de pie—. Leonard saldrá adelante como siempre, igual que su hermano.

Ayrton tomó su abrigo y se lo puso sobre la espalda, luego camino a la salida del consultorio sin tomar la receta que el médico le había prescrito y la cual había dejado en el aire.

Al estar fuera lo primero que hizo fue quedarse sentado en el asiento trasero de su auto mientras se tocaba fuertemente el pecho. La ventanilla polarizada estaba a la mitad, dejando pasar el oxígeno que necesitaba. Cerró los ojos con un gesto marcado, la opresión en el lado izquierdo de su cuerpo y el hormigueo que recorría su brazo, lo estaban sofocando.

Apretó uno de sus puños con garbo y buscó el medicamento dentro de uno de sus bolsillos. Un par de pastillas de colores se colaron en el interior de su boca, pero no fueron suficientes para mitigar su dolor.

Su chofer lo miró por el espejo interior del auto, aunque no le dijo nada. Ya estaba acostumbrado a no hacerlo, Ayrton se lo había prohibido, así como también le había prohibido mencionar algo sobre su estado de salud. Él no quería que sus hijos o la misma gente se enterara.

Odiaba estar en la boca de todos.

—Necesita que lo lleve algún lado, Señor.

Ayrton entreabrió los ojos y carraspeando su garganta se incorporó.

—Solo llévame a casa. Y por favor... cuando hayamos llegado, llama a mi abogado que necesito cambiar algunas cuantas cosas en mi testamento.

—Señor... —Frank lo miró con algo de confusión.

—Date prisa.

Más tarde y cuando el abogado de Ayrton se retiró de la mansión, el hombre se quedó encerrado dentro de su despacho, sintiendo como su respiración cada vez se hacía más lenta y sus labios se iban poniendo morados. Sabía que estaba realmente enfermo, pero no era algo a lo que le diera la suficiente importancia.

Cruzando barrerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora