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✤ Capítulo Especial: Ayrton 
—Carta a un hijo—

Hijo mío:

¿Cómo has estado? ¿Cómo va tu vida? ¿Estás cuidando bien de ti y de tu familia? Espero que sí, porque yo no supe cuidar de la mía. La arruine hasta el punto de hacerla pedazos. Fue mi culpa que se desmoronara. Sin embargo, siempre creí que lo había hecho bien, pero ahora, al mirar hacia el pasado me doy cuenta de que he cometido muchos errores, principalmente contigo.

Sé que no hay razón para justificarme, mucho menos para que me perdones y no te pido que lo hagas. Después de cometer tantos pecados no sé si pueda haber una segunda oportunidad para mí en otra vida al lado de ustedes y de tu madre; por lo tanto, todo lo que puedo hacer es desear que así sea, aun cuando tal vez no lo merezco.

Quizás te estés preguntando porque estoy escribiendo esta carta. Juró que no es porque nuestro médico de cabecera me dijo hace algún tiempo que estoy enfermo. Más bien, es porque sé, que al hablar contigo de frente, sé que no me escucharas y es bastante lógico, te he hecho tanto daño que yo mismo me repudió. Siento un inmenso odio hacia mí. Soy despreciable.

¿Sabes...?

A veces me gustaría volver en el tiempo y cambiar todo lo que hice mal, pero temo que si tuviera el poder de hacerlo, las cosas serían diferentes y nada sería como ahora. Tu madre siempre decía que las cosas pasan por alguna razón, y ahora más que nunca lo entiendo.

Entiendo que sin esos errores jamás hubiera conocido a tu madre o a mis hijos o a los hijos de mis hijos. Es bastante irónico, pero es cierto y de alguna forma, lo agradezco, porque... Sé que no tengo el tiempo suficiente para ser quisquilloso.

Últimamente, siento que mis días se van apagando. Ya no soy el mismo hombre imponente que conociste. Ahora, no tengo muchas fuerzas en las manos o en los dedos y siempre me siento agotado, hay días en que me cuesta respirar o ver más allá de lo que hay bajo mis pies cada vez que me levanto, aun así, lo intentó y lo sigo intentando, aunque no sé cuánto tiempo me queda.

A menudo, siempre pienso en aquellos días en lo que conocí a tu madre, Victoria era una mujer realmente hermosa; sus ojos, sus labios, el color de su piel; todo en ella me gustaba excepto por su carácter. Ella era la única mujer que podía controlarme con tan solo una mirada. Jamás olvidaré el día en que ella me dijo que sí. En ese momento, fui el hombre más feliz del mundo. Siempre supe eso y luego, cuando me dijo que estaba embarazada de ti, supe después de un tiempo que aquella felicidad había sido insignificante.

Edward...

Hasta el día de hoy siempre te he comparado con tu hermano y no sabes lo mucho que me arrepiento. Hacer eso estuvo mal en todos y cada uno de los sentidos, nunca debí hacerlo, pero lo hice; y aunque traté de amarte de la misma forma después de que Victoria se fue, no pude. No sé si debió a que te pareces tanto a ella que no podía soportarlo.

Por mucho tiempo estuve perdido y por mucho tiempo más también lloré. Fui un hombre cruel contigo.

Hijo mío, me hubiera gustado amarte como antes, demostrarte lo feliz que me hacías, lo mucho que te amaba y que te amo, pero sucedieron cosas que no estuvieron en nuestras manos. Te obligue a hacer cosas innecesarias, te impuse reglas, te exigí, te prive y te quite sueños, hasta te forcé a casarte con una mujer que no amabas tan solo para castigarte. Quería que sufrieras tanto como yo lo hice algún día al perder a tu madre, sin embargo, poco a poco me demostraste que estaba equivocado; que todo el daño que te hice solo sirvió para hacerte más fuerte.

Edward, creciste como el hombre que jamás imaginé que llegarías a ser. Superaste por mucho mis expectativas, me cerraste la boca y me hiciste abrir los ojos a una realidad que no conocía y por ello, estoy sumamente orgulloso de ti.

Aún recuerdo como si fuera ayer, aquel día fuera del hospital en el que tú me enfrentaste. Tu gélida mirada, tu coraje y lo firme de tu voz al llamarme por mi nombre. No te acobardaste, no tuviste miedo de mí, digno, levantaste la mirada y me viste de frente aún cuando yo te miraba severamente y te golpeé.

No retrocediste ni una sola vez y aunque lloraste... estabas tan seguro de ti mismo mientras me entregabas todas tus cosas y me hablabas duramente.

Jamás olvidaré tu orgullo y lo firme de tu espalda al marcharte.

Creo que esa fue la primera vez en que me hiciste sentir como un fracasado. Con esas simples palabras y con esas pequeñas acciones me derrotaste. Por segunda vez en mi vida y después del deceso de tu madre, mi pecho se estremeció con dolor. Tuve deseos de llorar. Creí que no te había instruido bien, pero en realidad lo hice bastante bien. Había fracasado al haber intentado herirte, lastimarte, fracasé al compararte porque en vez de hacerte pequeño como quería te hice más grande y eso estuvo bien.

De algún modo mi estupidez influyó en tu vida.

Aceptaste todo de mí y ahora... Al verte de lejos... Puedo estar seguro de que me iré tranquilo.

Creciste como ser humano y estoy seguro que con el tiempo seguirás mejorando, tal y como lo has hecho hasta ahora, demostrándome día a día que siempre estuve equivocado.

Hijo...

En la vida te encontrarás con retos que quizá no entiendas, pero ten la seguridad de que podrás superarlos al lado de tu familia, no importa lo difíciles que sean; tarde o temprano encontrarás la manera de solucionarlos; y aunque yo esté muerto siempre estaré ahí para ti, al lado de tu madre, porque al final, en esta vida, tú eres y seguirás siendo lo más preciado y amado que tengo.

Por favor, nunca te rindas.

Hasta que nos volvamos a ver... Te amo.

Te deseo lo mejor.

Ayrton.

Cruzando barrerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora