Tiempo de hacer lo correcto

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«Deberías volver a casarte, papá»

La sugerencia de su único hijo perturbó la mente de Erik.

A los cuarenta y dos años la idea de volver a compartir su vida con otra persona era un ideal admirable, pero no era para él. Su corazón estaba lleno de otros planes relacionados con su optimista bar, aquel segundo hogar que había logrado abrir hace once meses con los ahorros de su trabajo como economista.

«No lo creo, Peter», fue lo único que se limitó a responder.

En sus pensamientos la idea de casarse sin un sentimiento real de por medio, simplemente no. Sería un error y la vida ya se lo ha enseñado muy bien.

Dejemos ese asunto morir y dime, «¿todo bien con Logan?», «¿siguen saliendo?», preguntó para desviar el tema. Además, para Erik aquel hombre era un fósil al lado de su hijo, uno que, para su mala suerte, Pietro había desenterrado y aferrado cual perro hambriento.

Peter sabía que podría seguir debatiendo sobre ese asunto todo el día, si así lo quisiera, pero conocía muy bien a su padre y el humor que tenía ese día haría que el jugoso plan llamado: Charles, que había ideado junto a su tío Azazel perdiera impacto. Por ello, decidió no retomar ese tema.

«Sí, todo está bien, papá. Es más, Logan regresará a la ciudad el mes que viene para ayudarnos a decorar el bar», le respondió.

Erik solo pudo soltar un gruñido áspero, no entendía cómo Pietro estaba intensamente hipnotizado por aquel hombre. Sentía que solo jugaría con su hijo hasta encontrar una nueva fuente de la cual beber caricias, después de todo Logan había estado haciendo viajes con mayor frecuencia a una ciudad vecina.

Los días pasaron en menos de un parpadeo y sin más llegó el aniversario. Erik entró al bar y al pasado al ver los rostros de sus grandes amigos, como Emma, una mujer tan directa, sincera e inquebrantable cual diamante, no por nada era su mejor amiga; Azazel, su mejor amigo, haciendo uso de su muy antigua y pulida rutina de conquista con una bella señorita; y en la barra pudo divisar a Raven, su otra mejor amiga y ex esposa de Azazel, sonriéndole incómodamente a un hombre finamente arreglado, cubierto de Gucci y Louis Vuitton. Cruzó miradas con aquel misterioso caballero y tropezó nuevamente, como no lo hacía hace años, con la vida.

La inglesa mirada era puramente azul, pero tan diferente a la que conoció en sus años de adolescencia, sin aquel brillo de firmeza, sin estrellas.

Charles.

Su Charles.

Erik no podía contar los años desde la última vez que lo vio, o tal vez sí podía, pero su adolescente enamorado interno moriría si los supiera. Aunque, seguramente los sabía, pero no dijo nada, porque nunca perdió fe en el destino, en que lo encontraría nuevamente y no desperdiciaría esa oportunidad. Esta vez no.

Charles le sonrió y felicitó por el primer año del bar, se notó un poco de arrogancia dibujada en sus palabras, fue el típico discurso, común y falso de las personas hipócritas. No sintió la chispa que solía emanar, la que se impregnaba en la mente y producía el anhelo por oírlo hablar nuevamente, aquel pacífico y luchador sonido que producía el movimiento de su lengua tan centrado y constante, dulcemente rítmico al oído enamorado.

Se mostraba tan diferente y tan igual aquel dulce chico de firmes ideales y gran inteligencia que lo había cautivado, por el que nunca pudo dejar de fantasear.

Erik decidió dejarlo junto a Raven, con el pretexto de salvar a Azazel de la vergüenza del pasado al ser aplicada en el presente. De esa manera, podría darse un tiempo para procesar todos los recuerdos que apuñalaron su garganta y su capacidad de encontrar los miles de discursos para ese momento.

Aquel ordenado caos se sintió latente nuevamente en su cuerpo cuando lo vio levantarse de su asiento y dirigirse a la zona donde jóvenes, como su hijo, se encontraban viviendo a su manera y tomando sin importar las consecuencias. Los hombres que más amaba convivían muy alegres, como si un lazo mental los uniera, las miradas de padre e hijo conectaron y nuevamente las palabras de Peter volvieron a impactar con los principios de su vida amorosa.

«Deberías volver a casarte, papá»

Solo un segundo y podemos aprender a amar de nuevo.

Poco a poco las horas sumadas a los tragos y al brillo de la luna se encargaron de iluminar y revelar al nuevo Charles. Había sufrido la pérdida de su esposa y de David, su pequeño hijo. El dijo que todo fue su culpa, ese accidente le quitó la movilidad de sus piernas y a Erik al hombre que amó tanto. El antiguo Charles desapareció y solo dejó una versión decadente que intentaba llenar sus heridas con brillantes superficialidades. Tras aquel lagrimeante resumen, Charles se dirigió nuevamente a la barra para beber tristes y rabiosos tragos. Aunque Erik lo vio caminar a la perfección y por más falsa que sonara la historia, Erik le creyó y el finalmente confesó que aquel milagro era posible a una droga experimental, tan azul como sus ojos.

Droga que estaba reduciendo su tiempo de vida, pero también permitiéndole ignorar sus más frías y dolorosas verdades.

«Deberías volver a casarte, papá»

Quizá lo haría, pero primero ayudaría a sanar las ácidas cicatrices que marcaban el corazón y los recuerdos de su primer amor, lo ayudaría a resurgir nuevamente. Pues, puede que haya guardado las cartas todo este tiempo, pero nunca pudo hacer lo mismo con sus sentimientos.

«¿Si hubiera sido valiente?», ya no servía el preguntarselo. Erik sabía que ahora lo más importante era hacer lo correcto.

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⏰ Last updated: Feb 01 ⏰

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Si hubiera sido valienteWhere stories live. Discover now