Manuel conocía el sitio porque estaba justo al lado de la pequeña librería indie que frecuentaba.
A pesar de que pretendía no mirar cada vez que pasaba al lado de la vitrina, lo cierto es que el local le resultaba intrigante. El vidrio oscuro no permitía ver bien el interior, pero estaba claro de que se trataba. Los fluorescentes rojos y el descarado letrero que leía "Diversión Adulta" lo hacían bastante obvio.
Había pasado mucho desde que tuvo una pareja. Y los encuentros casuales no eran realmente lo suyo; en especial cuando las cosas se complicaban con expectativas y sentimientos. Entre las muchas opciones que se planteó en el pasado, comprar un consolador siempre pareció algo plausible.
Claro, de no ser por el hecho de que nunca se había atrevido a poner un pie dentro de una tienda de juguetes sexuales para empezar. Solo una vez había reunido coraje suficiente para asomar la cabeza por la ventana de un local de nombre famoso, pero bastó con que distinguiera a las dos jóvenes trabajadoras para que se alejara a paso raudo del lugar. No es que se sintiera como un pervertido. De hecho, estaba seguro de que muchos tenían uno que otro juguete o fetiche escondido.
El caso es que él no era de los que compartían esas cosas. Era un tema privado. No necesitaba que nadie andara comentando o opinando sobre sus preferencias sexuales. Ya tenía suficiente con los que "lo aconsejaban" a cambiar de inclinación sexual.
Por eso, esperó a que fuera domingo.
Domingo poco antes del mediodía para ser exactos, porque sabía que poca gente frecuentaba esa calle a esa hora del día; muchos aún estaban durmiendo o en la iglesia. Miró de reojo al llegar a la puerta, notando que solo había un trabajador dentro. Lo pensó por un par de segundos más, antes de obligar a su mano a tirar del mango de la puerta.
Y así, antes de que se diera cuenta, ya estaba rodeado de lucecitas de colores y cajitas con corazones. Hubiese sido fácil confundir el lugar con una tienda de cosas fiestas o algo por el estilo, de no ser porque habían varios dildos girando sobre una plataforma móvil a un lado del local.
-Buenos días.
La voz del encargado lo sacó de su embobamiento momentáneo. Detrás del mostrador, un chico de pelo negro, ojos claros y mandil rojo lo observaba sonriente. De lo más normal, como si vendiera frutas y no vibradores.
-¿Puedo ayudarte? ¿Buscas algo en específico?
Manuel sintió el calor trepar por su cuello. Se tardó en responder, y en en el pequeño silencio entre ambos aprendió que tan ruidoso puede ser un consolador encendido.
Se aclaró la garganta.
-No, estoy bien.
-¿Solo mirando?
La sonrisa del encargado se ensanchó. Manuel podría jurar que incluso lo escuchó ahogar una risita.
-Mi nombre es Miguel. Avísame si algo llama tu atención.
Y le guiñó el ojo.
Y Manuel solo atinó a asentir y desaparecer entre los estantes, como un estúpido. ¿Estaba coqueteando con él? ¿O acaso estaba alucinando por lo mucho que realmente lo cohibía estar ahí?
De cualquier modo, se ocupó en ver la diferente gama de productos que ofrecía el sitio. La verdad es que no había entrado con intenciones de comprar algo que no fuera un simple vibrador. Pero, demonios, de verdad no había tenido idea de la cantidad de productos que existían para hombres.
Estudió los contenidos de los estantes, preguntándose que clase de diferencia significante tendría cada juguete del otro. Eventualmente, después de ya varios minutos, se convenció de que lo mejor era ir por opciones más... naturales.
De nuevo, realmente no buscaba nada exótico.
Terminó por tomar la caja de un vibrador de aspecto común. Era difícil determinar exactamente cómo era por la caja, aunque las fotos de la parte de atrás hacían un buen intento comparando el consolador con el largo de una botella de cerveza y demás.
Torció la boca. Aún meditaba sus opciones cuando escuchó a alguien aclararse la garganta detrás de él. Volteó rápidamente, casi saltando del susto cuando sus mirada chocó con los ojos ámbar del vendedor.
-¿Te interesa ese?- Preguntó el muchacho, observando la caja que tenía entre las manos. -¿Quieres probarlo?
Manuel lo observó fijamente, pensando que había escuchado mal. Pero no, el pelinegro no apartaba la mirada. Es más, parecía estar esperando su respuesta.
-¿Qué?
-Que si quieres probarlo.
Manuel sintió toda la sangre de su cuerpo hirviendo en su rostro. Y sin embargo, hizo su mejor esfuerzo por mantener la compostura. No podía creerlo. ¿Era esta alguna manera extraña de insinuarsele? ¿O acababa de caer en alguna especie de agujero de gusano, donde las películas porno se hacen realidad y termina tirando con el guapo encargado de una tienda de juguetes sexuales en el cuarto de atrás?
-¿Es en serio?
Preguntó casi en un susurro. No porque le interesara tal oferta; la verdad era que no sabía si sentirse horrorizado o asqueado. De seguro tal predicamento se vio reflejado en su rostro, ya que el chico, de nombre Miguel, abrió los ojos como platos. Luego, dejó salir un mar de pequeñas risas.
-Ah, no, no, no, no, no. Me entendiste mal.- Tomo un largo sorbo de aire, conteniéndose, y acercándose un poco más en el proceso de pasar por su lado. -Me refería a si querías ver como se ve el producto fuera de la caja. Tenemos "probadores" por acá. Ven.
Dicho esto, se alejó entre los estantes, con dirección hacia donde se encontraba aquella vergonzosa plataforma con dildos que giraban. Dejando atrás a un Manuel que, podía jurar, escuchaba las carcajadas mentales del muchacho aún estando ya a varios metros de él.
Y como quería que se lo tragara la tierra en ese mismo momento...
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PeChis Sin Hogar
De TodoTengo varios PeChis sin terminar y algunos otros que probablemente no son dignos de estar en mi blog principal. Pensé que quizás los podía tirar por acá. A ver si a alguien les gusta o les interesa :,D.