Capítulo 2: de nuevo

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Había pasado una semana y Donghae aún evocaba el recuerdo de la noche en que regresó solo a su casa de la fiesta a la que no tenía planeado ir, pero a la que Kyuhyun lo había arrastrado de cualquier forma. Desde aquel afortunado encuentro no había vuelto a ver al chico corredor por allí. En realidad comenzaba a preguntarse si toda aquella escena había sido una especie de alucinación a causa del alcohol en su cuerpo, sin embargo no había ningún fundamento para aquello, sólo había bebido un par de cervezas antes de irse, luego pensó que tal vez se trataba de un sueño, eso era mucho más probable, pero es que se había sentido tan real que no podía convencerse de lo contrario.

Varios días después, un fin de semana cualquiera, Donghae regresaba de uno de los tantos conciertos a los que amaba ir; esa noche manejaba un Impala negro, que por extraños azares del destino su padre había accedido prestarle. La madrugada era silenciosa y profunda, sus ojos viajaban por todos lados mientras esperaba el cambio en el semáforo y sin querer alcanzó a divisar una sombra a lo lejos. 

Eran cerca de las 3:30 de la mañana y Hae, que era un supersticioso empedernido, se tensó como un alambre ante la posibilidad de que aquello fuese un fantasma, conforme la sombra se acercaba maldecía al semáforo en rojo y a su buena conducta vial. Las manos de Donghae comenzaron a golpear el volante tratando de canalizar los nervios, pero cuando la sombra se aproximó aún más y tomó forma de persona bajo una luminaria callejera, se relajó. 

Sólo se trataba de un viejo conocido, o algo así.  El extraño corredor siguió derecho sin prestarle la mínima atención al carro donde estaba Donghae, pero este sintió la necesidad de hablarle. Aceleró hasta que lo rebasó un par de metros, suspiró, abrió la puerta del copiloto y le gritó, casi por inercia

— Entra.

El corredor se detuvo, estaba tenso, se notaba en su postura. Después lo miró unos segundos con total desconfianza, al cabo de un rato decidió tomarle la palabra y entró al Impala con un rostro alegre. ¿Qué diablos?

— ¿Dónde está tu casa?— soltó Donghae, pues no sabía a dónde dirigirse ni mucho menos.

— ¿Qué?— respondió el otro, confundido.

— Sí, ¿a dónde quieres que te lleve?— repitió. Su acompañante primero lo miró con sorpresa, después su rostro se relajó y sonrió de lado... al parecer la inseguridad se había esfumado.

— Al cielo— murmuró lo suficientemente alto para que el castaño lo escuchara

Listo, estoy con un idiota en mi auto...bueno, en el auto de mi padre, pensó Donghae mientras le dedicaba una mirada de ceño fruncido y expresión de duda. El otro sólo ensanchó su sonrisa y después de un rato contestó

— ¿Sabes llegar al lote baldío tras el supermercado?— Donghae se sorprendió, pues él vivía muy cerca de ese lugar, pero no dijo nada y sólo asintió— ¿Puedes llevarme allí?

— Seguro.

El silencio se hizo de nuevo, pero esta vez ya no era incómodo ni nada, sólo flotaba entre ambos con normalidad. Donghae aprovechó para echar miradas de reojo a su copiloto, definitivamente era un sujeto muy atractivo, su sonrisa de encías y dientes perfectos, enmarcada por sus gruesos labios, eran un espectáculo digno de ver. Ni que decir de la marcada mandíbula o el delgado y blanco cuello que se asomaba por el filo de la sudadera. El castaño estaba tratando de procesar, no sólo los pensamientos, sino también las sensaciones que éstos producían, cuando su acompañante habló.

— ¿Puedo hacer una pregunta?— Donghae sonrió, ese era su turno.

—Ya la hiciste, pero te dejaré hacer otra— soltó con orgullo

— Vaya, ¿qué tenemos aquí? Un sabelotodo— ambos rieron

— ¿Qué quieres preguntar?— cuestionó Hae

— ¿Por qué me ayudaste?

— No lo sé— se encogió de hombros, era sincero, sólo se le había ocurrido y ya— parecía que necesitabas ayuda, ¿hice mal?— preguntó con duda genuina, no era un delincuente ¿o si?, no lo iba a asesinar en su propio auto y después a reclamar sus órganos, ¿cierto?

— No, no, no, te lo agradezco mucho— Y Donghae que estaba escandalizado por el hilo de sus pensamientos se relajó, después soltó lo primero que se le vino a la mente

— Tienes una buena condición física— y en seguida creyó que mejor no debió de haber dicho nada.

— ¿Se me nota mucho?— sonrió ladino de nuevo. Donghae comenzó a sentirse avergonzado.

— No, lo digo porque siempre estás corriendo.

— ¿Me has visto?— Donghae asintió— ¡Genial!

Éste tonto no se acuerda de que me acorraló en un rincón hace unas semanas, ¿o qué?, pensó el castaño.

Cuando llegaron al lote baldío, se quedaron en silencio un rato más. De pronto ese instante se había vuelto extrañamente intímo, sobretodo porque el acompañante miraba a Hae con cautela y detenimiento, como si lo estudiara. Sus miradas se conectaron un par de segundos hasta que finalmente el otro agradeció el aventón, abrió la puerta del coche y cuando estaba a punto de marcharse,  Donghae preguntó

— ¿Cómo te llamas?

— Puedes llamarme Spens— respondió el otro sin mucho interés

— ¿Qué clase de nombre es ese?— soltó Hae con el ceño fruncido sin percatarse de que estaba pensando en voz alta

— ¿No te gusta? Así me llaman mis amigos— le replicó el otro.

Hae, que ya había metido la pata, decidió continuar con sus inquietudes, lo peor que podía pasar era que no se volvieran a ver, y saber el nombre tampoco le garantizaba nada.

— No, no tienes cara de Spens.

— Y de qué tengo cara— preguntó, de imbécil, pensó Donghae pero ésta vez sí lo guardó para si mismo mientras se encogía de hombros— Bueno, Watson, ¿y tú cómo te llamas?

— No te lo diré— respondió digno.

— ¿Qué, por qué?— se extrañó el otro.

— Porque tú no me dijiste tu nombre.

— Te dije que me dicen Spens.

— Ese no es tu nombre.

— Así es como me dicen mis amigos.

— Yo... no so-oy tu amigo— balbuceó avergonzado, pues en efecto, no eran amigos.

— Cierto...— y un silencio abrumador se instaló entre los dos.

— Bien, me llamo HyukJae— se rindió y Hae dibujó una gran sonrisa en el rostro.—¿Y bien?—

— ¿Y bien, qué?— preguntó Donghae confundido

— ¿Cuál es tu nombre?, yo te dije el mío.

— Donghae— respondió de inmediato, Hyukjae sólo asintió con la cabeza y bajó del coche.

— Me tengo que ir, gracias de nuevo— y sin esperar respuesta comenzó a correr, dejando tras de sí un castaño contento y sonrojado.

— Me tengo que ir, gracias de nuevo— y sin esperar respuesta comenzó a correr, dejando tras de sí un castaño contento y sonrojado

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