» capítulo 33

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Luego de pasar una semana y media de diversión con Jorge, Ruggero y las chicas, tuvimos que volver porque Ruggero debía trabajar y su padre necesitaba de su ayuda mientras viajaba al otro lado del mundo.

Nos encontrábamos en el avión, Ruggero estaba viendo una película mientras por momentos cerraba sus ojos y los abría de golpe. Yo, por mi parte, estaba a su lado, leyendo una revista sobre chismes de famosos, nada interesante. Ruggero estiró una pierna y me pateó haciendo que me sobresaltara y la revista cayera al suelo, maldije por lo bajo y me agaché a tomar la revista.

-¿No tienes sueño?-preguntó bostezando. Negué con la cabeza y tomé de mi jugo de manzana.- ¿Ni un poco?-preguntó apagando el pequeño televisor frente a nosotros.

-Anoche pude dormir como Dios manda.-dije sonriendo y volví a tomar del jugo.- ¿Tú no?

-Convengamos que dormir en ese sillón nunca fue lo más cómodo.-se quejó mientras se acomodaba sobre el asiento.- Convídame.-dijo estirando su mano.

-No, búscate el tuyo.-le dije sacando el vaso de su alcance.

-¡Que mala persona!-dijo de mala gana.- Quiero jugo.-se quejó. Le di el vaso y me sonrió antes de tomarlo.- Retiro lo dicho.-me dijo y tomó del vaso, dejándolo completamente vació. Me lo devolvió.

-Hey Pasquarelli.-dije mirando que el contenido del vaso, ya no estaba.- Ahora me buscas uno.

-No queda nada para aterrizar.-dijo acomodándose mientras me daba la espalda.

-Quiero un jugo.-dije insistente.

-Pídele a Fer.-me dijo.

-A bien, ahora le dices Fer.-dije más que molesta. Volteó y me miró.

-¿Celosa?

-¿Qué crees?

-Pensé que no te gustaba ni un poquito.-me dijo sonriente.- ¿Ves? Te dije que nadie se resiste a mi, soy una bomba sexual.-sonrió.

-Que este celosa no significa que me gustes tú.-dije arqueando una ceja.- Aparte, cuido lo que es mío y tú serás mi esposo y no dejare que me engañes.-me crucé de brazos.

-¿Y también soy tuyo?

-Basta Ruggero.-dije enojada.

Si bien nos llevábamos mejor, las peleas eran muy comunes día a día. Podíamos pasar momentos muy lindos juntos, mientras que cuando uno miraba a otra persona, el otro ya se fastidiaba y se iba todo por la borda. Ruggero, quien siempre quería tener la razón, me hacía casi vendarme los ojos cuando íbamos a la playa, y yo, que según él, siempre quería tener la razón, no podía decirle que dejara de mirar a las chicas, porque comenzaba con sus juegos de preguntas sobre mis celos hacia sus actos.

-Ruggero, vamos a aterrizar.-dijo la castaña cuando se colocó frente a él.- Le sugiero que se ponga el cinturón de seguridad.- esa era Fernanda, la castaña que de seguro traía loco a Ruggero. Eso me ponía de los pelos.

-Claro y que a mi me parta un rayo.-dije enojada. Ruggero rió.

-Oh, usted también.-sonrió. Falsa, estúpida, castaña hueca.

-Si, si, comprendimos, puedes retirarte y dejar de tirarte a mi novio.-dije mientras me abrochaba el cinturón de seguridad. Ruggero volvió a reír y la castaña se retiró con cara de perro.

-Eso fue descortés.-me dijo.

-Lo descortés me lo paso por ya sabes donde.-le dije de mala gana. Rió.- Oh, ¿Estás risueño Pasquarelli?

-Ya, cálmate.-dijo entre risas.- Me gustó tu forma de marcar territorio.

-Bueno.-le dije sin siquiera mirarlo.- Abróchate eso, no vaya a ser que Fernanda tenga que volver a recordártelo.-miré hacia el frente.

[1] La Bella y La Bestia » Ruggarol [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora