Gabriel

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Ajeno, distante, silencio.
Te hiciste de pronto un montón de partituras,
Unas que de golpe no pude entender.
Pero luego, creyéndome músico,
Y un poco intérprete,
Comencé a leerte,
Y con los ojos cerrados,
Con cada nota en mi cabeza,
Al fin, pude escucharte.
Te fui aprendiendo entre compases
¡Que canción!, me repetía.
Y cada vez que la escuchaba,
Algo encontraba distinto.
Guiándome de ti,
Y sin salir del pentagrama,
Fui instruyendo la orquesta,
Me estremecía el violonchelo
Y las trompetas me hacían llorar.
¡Vida! Bendita la música;
Oírla y hacerla.
Bendita la música;
Que gracias a ella,
Te hiciste canción.

-SS

Poemas a la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora