✘ CAPÍTULO 2 ✘

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El sábado era el día favorito de Maya. Nunca había sido de esas personas a las que les gustaba ir de fiesta hasta que volviese al salir al sol, pero salir de casa durante un buen rato siempre le parecía una idea atractiva. Su casa tenía esa clase de ambiente que oprimía el pecho aunque no sucediese nada, como si el aire estuviese cargado constantemente. No había sido así desde siempre, pero los últimos dos años habían sido duros en el entorno familiar.

—Yo quiero una jarra bien grande —, pidió Maya al camarero del bar de siempre, La Cucaracha. Carol pidió una de sangría y Rafa una Cola Cola. "No te reconozco", le dijeron las chicas, sorprendidas, armando alboroto por aquel detalle.

—Calma, fieras. Estoy con el estómago revuelto, es solo eso —contestó el chico arqueando una ceja. El camarero les trajo las bebidas, las dejó sobre la mesa y cada uno se acercó la suya.

—¿Tiene que ver algo con lo de ayer? —, contestó Carol con picardía, dando el primer sorbo a su sangría.

—¿Ayer? ¿Qué pasó ayer? —contestó Maya, que nunca se enteraba demasiado de lo que le contaban. Era buena guardando secretos precisamente por ese detalle, porque por mucho que le confiasen algo se le olvidaba en cuestión de horas. También influía que siempre tuviese demasiadas cosas en la cabeza, a pesar de la imagen que daba de chica despreocupada.

—¿Que qué pasó ayer? Cuéntalo, Rafa, cuéntalo —dijo Carol con una risilla, pretendiendo provocar al chico. Funcionó, porque la Coca Cola estuvo a punto de salirle por la nariz. Le daba una excesiva vergüenza hablar de su vida privada.

—Pues quedé con el chaval que os dije. Jorge.

—¡Ah! ¿Con ese Jorge habías quedado? —, exclamó Maya. Carol y Rafa pensaron lo mismo: que estaba en las nubes. La joven siguió hablando antes de que le dijesen nada—. ¿Y qué tal?

—A ver, es muy simpático. Pero es... el típico tío blanco que acaba de salir del armario y le da vergüenza verse con otros chicos. ¿Sabes de qué tipo te digo?

Maya chasqueó la lengua, dándole unos toques en la espalda.

—Uf, te entiendo. Me ha pasado con muchas chicas también, pero no son tan cerradas como los tíos recién salidos del horno, simplemente necesitan ir más poco a poco. Pero ralla. Igualmente, tú con una sonrisa, que ya vendrán más tíos.

Rafa sonrió, pellizcándole una mejilla.

—Pero que estoy bien, boba. Pero sí, y tanto que si ralla. Tú por lo menos eres bi, lo tendrás más fácil.

—A ver, no vayas por ahí, Rafa. Ser bi no te pone nada más fácil, no es uno más uno igual a dos. Y es muy difícil conocer a chicas porque casi todas pensamos que la otra es hetero.

—¡Como si los gays tuviésemos un radar, no te jode!

Ambos empezaron a discutir entre risas, como siempre hacían. Carol se quedaba en esas ocasiones al margen, escuchándolos. Sorbía poco a poco su sangría, mirando a todos lados.

—Perdona, Carol. ¿Tú qué tal? —interrumpió Maya al darse cuenta de su silencio.

—No te preocupes, me gusta oíros hablar, así aprendo —, respondió la chica. Empezó a jugar con sus propios rizos, enredando sus dedos—. Pues he ido a ver a las chicas de la asociación feminista de la universidad y la semana que viene tienen una reunión. Deberías venirte, May.

—Quita, quita. Entre el voleibol, las clases y el trabajo este de Documentación tengo suficiente, quizás al año que viene. Encima mañana por la mañana nos han convocado a casi todos los equipos para hacer el primer entrenamiento y conocernos. Yo qué sé.

Como el agua y el aceite ● LGBT ●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora