ESCENA VIII

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-¡Fuego!-volvió a gritar Flint, y tras unos segundos se escucharon los estruendos que causaban los disparos de los cañones del barco-¡Esta va a ser la última! ¡Id preparando el abordaje!-esperó unos segundos mientras todo el mundo en cubierta se movilizaba-¡Fuego!-repitió alzando el brazo.

Poco antes de llegar a la playa donde Flint había visto por última vez el oro vieron a uno de los galeones españoles más importantes. En seguida llegaron a la conclusión de que los pesos tenían que ir ahí dentro. Así que hacía casi un día que habían comenzado a perseguirlo, y llevaban disparando hacia ellos poco más de dos horas. Y por fin habían conseguido ponerse a su lado para comenzar el abordaje.

Las balas de cañón golpearon el galeón dejándolo bastante dañado. Isla no había conocido a un estratega tan bueno como el capitán, sabía adelantarse a cada movimiento y gestionar todas las posibilidades que sus rivales tenían. En Nassau se decía que nunca había perdido una batalla naval. Y era algo que ella se creía.

Isla desenvainó sus espadas, comprobando que estuvieran perfectamente afiladas, antes de volver a guardarlas. Y se agachó, pegándose lo más posible a la baranda del barco. Los españoles dispararon por última vez provocando que la nave temblara, aunque muy a la desbandada porque estaban a muy pocos metros y no serviría para mucho. No afectó apenas a la estructura del barco porque la mitad de los cañones estaban inservibles después del impacto de las balas. Ya los tenían, sólo quedaba acabar con ellos.

-¡Ahora!-bramó John Silver, quien se había convertido en el segundo al mando.

Todos los hombres que se habían colocado a su lado con las redes de abordaje se levantaron y las lanzaron al galeón. Pudo escuchar cómo se enganchaban a la madera y suspiró intentando liberar algo de tensión, esperando escuchar la orden de Flint. Miró a su alrededor viendo a los hombres que estaban en los cañones correr hacia su posición, formando una segunda fila. Y por último el capitán, que se situó unos metros a su izquierda.

-Mantened la calma-dijo con tranquilidad.

Ella le miró, expectante, deseando saltar. Había pasado un mes recuperándose, contando los cuatro días que llevaban de navegación, y las heridas estaban completamente cerradas. No podía esperar. Escuchó al capitán español gritar órdenes y muchos pasos de un lado para el otro del barco. No quería ni imaginarse lo que debían de estar pasando esos hombres. Por fin sus miradas se cruzaron y Flint asintió, Isla repitió el gesto.

-Tres...-comenzó a contar hacia atrás, susurrando-Dos... ¡Ya!-gritó, haciendo que toda la tripulación saltara a la vez.

Ella sin dudar lo más mínimo se subió a la baranda y se lanzó al galeón, cayendo en una de las redes. Notó como esta se hundía, miró a su alrededor y vio que estaba llena de otros hombres que caían del barco de Flint. Comenzó a escalar hasta que pudo agarrarse a la madera del navío español y llegó a pensar que el corazón se le iba a salir del pecho, la espera hasta que se vio con fuerzas para superar la última barrera que le separaba de la cubierta se le hizo eterna.

Cuando por fin pudo se encontró con un panorama que era más o menos el que se esperaba. Los españoles les esperaban con las armas alzadas. Isla desenvainó sus espadas y miró a su alrededor, asegurándose de que todos estuvieran ya a bordo. Flint había ordenado que sería él el primero en atacar así que esperó a que la tormenta se desatara, mirando desafiante a los hombres que tenía en frente.

Ya no era como antes. Sus adversarios no temblaban, no rezaban ni se meaban encima del miedo que tenían. Eran hombres dispuestos a morir por su país y defendiendo lo que fuera suyo, en este caso el oro y su galeón. Ninguno mostraba sus emociones, solo esperaban impasibles a que les dieran alguna orden.

Black Velvet ➳Capitán FlintDonde viven las historias. Descúbrelo ahora