Parte II

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«ELLA DEBE SER...»

And now what happens, huh?

Debe ser una ptitsa joróscha, con lindos glasos y bolches grudos. De esas seriesitas que calladitas se ven muy bonitas, que me baile sin una sola ropa en el  ploto y que sepa usar la rota con sabiduría.

Desde aquel desayuno en familia nada había sido tan difícil como ahora, oh hermanitos, las cosas parecían tener una forma equivocada, sobre todo cuando  videaba bien el asunto.
Mis platis ya no eran a la moda nadsat, si no más bien tenían ese toque maduro de cualquier hombre en busca del éxito, sí, sí, sí, tal y como lo han leído, un hombre  maduro , en busca de empleo para cumplir con las expectativas de esta brachna sociedad, pero yo era para todos no más que "el experimento fallido del gobierno".
Podía escuchar a Toro repetir en mi golová:
"—Es inútil, inútil, inútil, puedes tener todo el dengo que quieras si sigues con nosotros, Alex... —"

Bien, trabajar en una tienda de música ya no alcanzaba para mis planes a futuro porque entonces ya no tendría para comprar platis solo para mi, sino para otra persona más, hermanitos, ya saben como es esto, para que tu zheena sea complaciente en cada carácter de su papel debes proporcionarle un pago adecuado al mismo favor tan bolcho que ella te hace, como por ejemplo lo es pasar toda una chisna contigo y ser madre de tus críos, toda una vida juntos hasta que ambos se hacen starrios y arrugados como una pasa, videen bien, hermanos, videen bien, mi viejo me ha dicho que nosotros los hombres debemos escoger a nuestras mujeres, si resulta ser al revés no seremos mas que una sombra de lo que fuimos antes del matrimonio para pasar a convertirnos en bancos que solo dan dengo, dengo y más dengo a una debotchca que al final del día no sabe que ponerse para complacernos, entonces ahí empiezan las dratsadas y problemas... Nunca he visto a mi pe darle de tolchocos a mi eme, pero seguro que yo sí lo haría si mi filosa se pone desesperante.

Al final, ese día terminé buscando un mesto para rabotar en la militso y sorprendentemente lo conseguí pero el litso se me puso blanco como la harina, oh hermanos, Dim y Billyboy pasaron a un costado mío, observándome como si me tratase de alguna clase de saco de box, pero no me dejaría intimidar, no ahora que mi mosco se había recuperado de ser lavado en esa cala de Ludovico. Para demostrar mi valía me pare firmé y los videe con la mirada fría, podría jurar que Dim se ensució los pantalones, mientras que Billyboy lo quería pasar por alto.

Unos minutos más tarde la babuchca recepcionista me tendió mis nuevos platis para el trabajo y por último antes de irme le dediqué una sonrisa de lado a los viejos drugos, eso sin quitar mi mirada helada de ellos, les quería dejar en claro que Alex Delarge nunca olvida y me habría de vengar de ellos tarde o temprano.

Cuando regresaba a casa me crucé en el camino con una nueva tienda en la ciudad, era un mesto poco acudido por la gente, un local de antigüedades si bien no me equivoco.
Un viejo tocadiscos que se exhibía en la parte de enfrente llamó mi atención y cuando me adentré en el local una melodía hermosa inundó mis ucos provocando que cerrase los glasos para hundirme en un bello deleite personal.
Sentí una ruca en el plecho que hizo que me sobresaltara por segunda vez en mi chisna y me giré decidido a tolchocar a cualquiera que interrumpiera mi éxtasis en ese preciso momento, pero, oh hermanitos, bogo es muy juguetón cuando no debe y esta vez mi rasdrás que apenas empezó a florecer dejó de hacerlo para dejarme plenio de dos bellos glasos verdes.
Aquí en Inglaterra puedes ver variedad de glasos azules, grises y cafés, pero un par de verdes no era muy común.

Hermanos, era mi snito hecho realidad, hecho carne y hueso, ahora frente a mi.
Ella smecó sladquino y yo la sluse atento como si se tratara de la novena  de Ludwig Van.
Entonces la debotchca me preguntó que qué buscaba y si necesitaba algo en específico,  pues resulta que sí, sí necesitaba algo y ese algo era saber si ella tenía novio, si estaba comprometida o si había alguna oportunidad para mi dentro de su chisna, —ha, sí, sí, sí, ¿Cómo te llamas?— pregunté a la filosa de no más de 16 años, —Catalina— respondió mostrando una blanca hilera de subos en una inocente sonrisa. 

Aquí me contradije enormemente, oh hermanos, todas las noches soñaba con la ptitsa perfecta para vuestro humilde narrador, y me aseguré varias veces de que lo primero que le videaria serían los grudos pero terminé con el meselo de sus glasos verdes y entonces lo nombré carola. 

Besé sus rucas y le mordí la guba, y fue un buen inicio para lo que le siguió.
Por primera vez la naito fue muy corta y pude slusar mi nombre saliendo de su rota entre suspiro y jadeo, suspiro y jadeo, suspiro y jadeo; hasta que ambos nos fatigamos obteniendo cada uno un poco del otro, eso era lubilubar, eso era carola.

Lo que papá NO aprueba                     [Historia Corta, TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora