"Ya has estado viniendo por un año. Ya podrías fácilmente responder la pregunta que te acabo de hacer", dijo Rafael Estrada mientras Clara miraba por la ventana casi inmóvil, solo la delataba el sutil tic en la ceja. La verdad es que sabía muy bien la respuesta pero no era capaz de decirla en voz alta. Rafael, un hombre de más o menos 50 años, de tez blanca, alto y con cabellos que se pueden contar como pétalos en una rosa, era uno de los psiquiatras más exclusivos de la ciudad. Se puede decir que sabía muy bien lo que hacía. Hablaba con tal seriedad que parecía como si estuviera interrogando a un criminal pero su voz afable lo delataba. Atendía a pocos clientes y estos le ocupaban todo su tiempo. Pero ahora el tiempo era de Clara. Rafael dejó el blog de notas que tenía en sus piernas a un lado, se llevó las manos en posición de rezo y las recostó sobre su mandíbula. "Clara", prosiguió, "responde, ¿quién tuvo la culpa?". Clara miró su mano derecha recostada sobre sus piernas, que empezaba a sangrar por el cuerito que se había arrancado descuidadamente del dedo pulgar. Estaba acostumbrada a ese dolor pero no a dejar la sangre caer porque la solía chupar hasta que cerrara la herida. Dirigió su mirada a Rafael y le dijo "la culpa es de esa mujer. La culpa es de Sarita". Su pierna izquierda ahora empezaba, como con voluntad propia, a moverse inquietamente. Sin embargo, ningún movimiento haría que la mirada de Rafael saliera del rostro de la joven. "Voy a preguntar una vez más, espero que esta vez me digas la verdad, ¿quién tuvo la culpa?". El juego de no pestañear se hacía cada vez más fuerte, confundiendo las lágrimas reales de las falsas. Clara volteó la mirada a la pared a su izquierda. Siempre que iba a consulta encontraba algo nuevo colgado en esta pared peculiar, no porque hubiera nuevos objetos sino porque demandaba una versión de consciencia diferente de ella. Rafael tenía los objetos como en un orden específico y los usaba como punto de análisis de sus clientes. Esta vez Clara plasmó sus ojos cafés en un bastón egipcio que estaba cuidadosamente colocado por dos barras de metal. Siempre podía preguntar de dónde provenían esos objetos pero esta vez no podía evadir la pregunta que le había hecho Rafael. La ansiedad se le escapó tras un suspiro y cerrando los ojos se dispuso para contestar con toda la honestidad y tranquilidad con la que Rafael se disponía a escucharla. "Te voy a decir quien tuvo la culpa", dijo.
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-Natz
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Tóxica.
General FictionLa vida de Clara, una chica española, cambia drásticamente cuando llega a vivir a Medellín. Allí conoce a una Sarita, una mujer que la despierta sexualmente. Entra a la universidad más prestigiosa de latinoamérica, lugar con los mayores secretos y e...