Capítulo 3: Sarita.

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"¡Bailar reggaetón en Medellín, la cuna de cantantes como Maluma o J Balvin, eso sí que sería interesante!", pensé después de mi merecida siesta vespertina. Probablemente arreglarme es mi parte favorita cuando salgo. No suelo usar maquillaje porque prefiero dormir más en las mañanas así que cuando tengo tiempo disfruto ese momento para relajarme, tomar algo, poner mi música favorita y probarme las pintas que quiera. La noche llamaba a causar una buena impresión, y también a disfrutar, supongo. Hace rato que no bailaba y me daba vergüenza bailar junto con gente que lo hace todo el tiempo. Esperaría hasta que el trago le pegue a todos para disimular un poco. Armando llegó pasadas las 8. No había acabado de arreglarme así que me ayudó con el maquillaje. "Corazón, cuéntame bien por qué terminaste aquí", me dijo mientras me repasaba la pestañina. "Desde que mi madre nos abandono ha sido muy difícil la convivencia con mi padre. Empezó a beber y me pegaba cada vez que le parecía que yo decía alguna impertinencia sobre el tema", le dije entre lágrimas. "Amor, si quieres no hablamos del tema, la idea es disfrutar el día, no te preocupes si no quieres contarme aún, aparte si lloras me toca empezar de nuevo los ojos y déjame decirte que estas diva", me dijo Armando mirándome fijamente a través del espejo. "Bueno", le dije, "pero resumido, quise escapar del lío y de las amenazas económicas de mi padre. Mis tíos de parte de mi madre, me ofrecieron estadía en Medellín y no lo pensé dos veces. Pensé que con el empleo de mi tía en la fundación de animales me podría distraer y sanar mi corazón". "Vale, eso es válido. Igual vas a pasar bien acá, vas a ver", respondió Armando, "aparte con esta belleza, no te vas a aburrir". Terminó de maquillarme y juntos corrimos al armario de mi tía para probarnos todos los tacones y zapatos posibles. Estábamos solos en la casa y yo tenía permiso de llevar el par de tacones que quisiera al baile así que aprovechamos. Al ritmo de Lady gaga montamos una pasarela in-cre-i-ble en mi casa, bajando y subiendo al segundo piso en las escaleras hasta encontrar el par perfecto. En una de esas bajadas, cuando me estaba probando un par de Jimmy Choo's, sonó el citófono; era el guardia de seguridad para avisar que habían llegado los otros amigos de Armando para recogernos. Corrí a ponerme la camisa y limpiar el desorden antes que llegara mi tía. Al final no usé ningún par de tacones; escogí mi par de tenis negros de siempre.

En el espejo de la portería echamos un último vistazo a nuestra pinta. Armando llevaba una camisa azul formal abierta hasta el pecho que combinaba perfectamente con sus ojos azules y un pantalón entubado negro que combinaba con su pelo negro y ondulado. Se veía muy guapo, juro que si no fuera gay ya hubiera dejado a muchas embarazadas solamente con mirarlas. Bueno tal vez exagero un poco pero si es guapo; esa mezcla de padre español con madre colombiana es un éxito total. Yo llevaba unos jeans de mamá, mi cinturón negro favorito, mi camisa, la "reveladora", y claro, mis tenis negros. Nos tomamos la primera selfie de la noche y subimos al carro. "Hola chicos, ella es Clara. Clara, ellos son Sarita y Miguel", dijo Armando apenas entramos al coche. Sarita volteo de la silla delantera y sonrió. Miguel se acercó a darme un beso en la mejilla. Como no estaba acostumbrada a recibir solo un beso quede como una idiota besando el aire por dos segundos, ¡qué linda impresión dí!. En la parte de atrás íbamos Miguel, Armando en la mitad y yo al otro costado. Iba como perrito mirando por la ventana las luces nocturnas mientras que los chicos cantaban canciones de reggaetón que nunca había escuchado. Me empezaba a arrepentir. Nunca fui de fiestas. Joder, nunca he tenido una pareja. ¿Qué experiencia traería yo a la mesa? Armando interrumpió mis pensamientos al decir "llegamos" y al ver la calle tan iluminada se me quitaron las ganas de huir. Es una calle dedicada solo a las fiestas y la escena de noche. Mientras caminábamos al bar hice mi mejor esfuerzo para socializar con los nuevos amigos. "Sarita, ¿cierto?", le pregunté a la chica. Ella sonrió sarcásticamente. Creo que le caí mal. "¿De dónde conoces a Armando?, le pregunté, ignorando esa actitud odiosa.

-Tomamos un curso de fotografía juntos hace dos años. Es difícil encontrar amigos tan fieles. ¿Tú de dónde lo conoces?- respondió y pude ver cómo entraba en confianza.

Tóxica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora