Capítulo 4: la noche

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Ahí estábamos las dos en la entrada del bar, esperando que llegara un taxi para que nos dejara conocer nuestros más preciados rincones. Apenas nos mirábamos, ocultábamos la incomodidad en la pantalla del celular. Una vez llegó el taxi recordé que no podía llevarla a mi casa. Solo llevaba dos días en la casa de mi tío y no podía darme esa confianza. Sin embargo, cuando entramos ella dió una dirección. "¿Tu casa?", le pregunté. Me dijo que era su habitación pues estaba arrendando en un apartamento de una familia. Ella era de Bogotá y había venido a Medellín para estudiar. Pensé que seguramente ya había invitado personas a su habitación pues se veía bastante segura de lo que hacía. Juré solo disfrutar esa noche y no dejarme llevar por algún sentimiento esquivo. Tenía fé en el alcohol y en su efecto.

Una vez llegamos me llevó a su cuarto y sin besarme empezó a quitarme la ropa. ¿Cómo decirle que era mi primera vez? No, no podía. Ella está confiando en que si me gustan las chicas, seguramente debo tener mucha experiencia. Quitándome la camisa me dijo "es mi primera vez con una chica, no sé mucho que hacer". "No te preocupes", le dije, "yo te guio", y pasé saliva al pensar en lo que venía después. Decidí solo dejarme llevar. Entramos al cuarto y ella cerró la puerta con el pie sin mirar. Escuchamos un ruido por fuera de la habitación. Paramos de besarnos, le bajamos el volumen a la respiración y escuchamos atentamente. "Sarita, ¿eres tú?", pregunto alguien desde afuera. "Si Lali", respondió ella. "ah bueno me asusté. Descansa" dijo quien sea que fuese "Lali" desde afuera. Escuchamos sigilosas hasta que ella volviera a cerrar la puerta y le pregunte a sarita, "¿estas segura que puedo estar aquí?. "No" , me dijo y me siguió quitando la ropa. Quise parar, quise hacer las cosas bien pero el morbo del momento me llevo a ponerla contra la pared y silenciar mi lógica. Metí mi mano en su pantalón y lentamente sentí lo mojada que estaba. Un orgasmo. Ya no había vuelta atrás. Me tiro en su cama. Empezó a morderme los pezones. No creo que nunca haya estado con una mujer, ¿o si? Bueno eso ahora no me importaba. Me puse encima de ti. Bajé. Si así sabe una mujer, nunca querría parar. Me agarraste el pelo. Cinco, o tal vez 10 minutos pasaron. No sé cuánto tiempo paso desde que te probé por primera vez hasta que tuviste ese orgasmo como silenciado por un espectador que quiere ver porno en secreto. La expresión del placer en su máximo potencial. No sabía que necesitaba de esto hasta este momento: tu cerrando los ojos, exclamando aire al dios del placer, arqueando tu espalda cual gato recién levantado.

No necesitaba más.

Subí al lado tuyo y te abrace en cucharita mientras calmabas la hiperventilación sutil. Empezabas a quedarte dormida así que te di un beso en la mejilla, me puse de pie y empecé a vestirme. Mi hora aquí había acabado, veníamos a lo que veníamos y no podía esperar algo más. Claramente no tenías interés de alargar la velada. Pedí mi carro y me acompañaste hasta la entrada como una amiga que se despide después de un día de escuchar buenos chismes. Cerraste la puerta. Segundos después la volviste a abrir. Yo seguía esperando el ascensor mientras me ataba los cordones, inconsciente de tu presencia. Saliste, te acercaste a mi y agarrando mi mandíbula, me besaste como una novia en el aeropuerto diciendo el último adiós. Llegó el ascensor. Yo me fui sin decir una sola palabra después del beso. Tu entraste al apartamento sin decir una sola palabra después del beso. Así fue como nos dijimos adiós; con un cordón entre mis manos, tu pantalón medio abierto y mil palabras entre cadenas.

En el carro el conductor me dió los buenos días a las tres y media de la mañana. Yo solo podía pensar en lo que acababa de pasar. Me acababa de dar cuenta hasta este momento que no me vine. Creo que no lo necesité. Te viniste tú y ese fue mi placer. Tú fuiste mi placer, mi placebo y mi hipnosis. Por ahora solo espero más tarde despertar y no necesitar de tu cuerpo. 

Tóxica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora