Capítulo 4: Hey, L.A.

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—¿Qué haces ahora? —Pregunta la persona que está haciendo inaguantable mi presencia en este avión.

Despego los ojos de la Tablet y le miro. Por la luz que entra del cristal, sus ojos se ven más claros, adoptando un verde esperanza que le queda como un guante. Lástima que la sonrisa prepotente lo estropee todo.

—Estoy buscando una película para ver —le respondo a Luke, volviendo a fijar la vista en la pantalla de la Tablet, donde se despliegan miles de carpetas con distintas películas, divididas por el género de cada una—. Y cállate ya, Luke, llevamos cuatro horas así.

—Y todavía quedan diecisiete, tengo mucho tiempo —señala él, recostándose en el asiento.

Yo puse los ojos en blanco y seguí buscando. Si metiésemos en una batidora todas esas películas y las mezclásemos, saldría Jamie Garnier. ¿Que por qué? Porque allí estaba mi vida, mis actores, mis historias, mis directores… Tenía que encontrar una que fuera lo suficientemente buena para que me hiciese olvidar que la persona que está a mi lado era Luke Barnes y que quedaban diecisiete horas por delante, encerrada en este avión.

—¿Y qué sugieres que hagamos? —le digo de manera distraída, pulsando en la carpeta de “Drama-Acción”.

—Podríamos enrollarnos.

Yo despego mis ojos de la tablet de nuevo, y le miro, levantando una ceja. Rápidamente, una idea surge en mi cabeza, por lo que sonrío maliciosamente, dejando la tablet en la mesa.

—¿Sabes qué? Me parece bien —le digo, todavía sonriendo.

—Muy bien, al fin has accedido a dejarte embelesar por los encantos de Luke Barnes —afirma él, girándose hacia mí con su sonrisa.

A su espalda, puedo ver cómo Katie lee con los auriculares puestos y Carl dormita en su asiento. Bien, nadie presta atención. Me acerco a Luke, y alargo mi brazo tras su espalda para que él piense que voy a agarrarle. Él acerca su rostro al mío y cuando noto que está lo suficientemente cerca, levanto mi mano y le pego una fuerte colleja en la cabeza.

—Ay, Dios, eso ha dolido —grita, llevándose la mano a la cabeza, masajeándose la zona donde mi mano se ha estrellado segundos atrás.

—Haber si así aprendes a dejar de comportarte como un idiota conmigo, ya te he dicho que yo no te seguiré el juego —le espeto, volviendo a tomar la tablet de la mesa—. Podrías tratar de comportante amablemente.

—Pero no puedo, mademoiselle, contigo no —me dice él, borrando la sonrisa prepotente, pero sustituyéndola por un destello divertido en sus ojos.

Yo resoplo y busco entre las películas. Encuentro una de mis favoritas, Winter’s Bone, protagonizada por una de las mejores actrices jóvenes de nuestro tiempo, Jennifer Lawrence. Es increíble que le diesen el Oscar por El Lado Bueno de las Cosas, que no estaba mal del todo, y no por esta, que es prácticamente perfecta.

—¿Qué película has escogido, mademoiselle? —Me pregunta Luke, acercando su cara a la pantalla.

Winter’s Bone.

—Um, recuerdo esa película —reconoció Luke—. Fui a los Oscars cuando la nominaron, yo entonces ya era una leyenda entre los jóvenes, como ahora —vuelvo a resoplar—, pero Jennifer no, así que me gustó acercarme a hablar con ella. No es mi tipo, ni ella ni su película, pero ambas están bien.

—¿Te gustaría verla?

—Me gustaría más enrollarme contigo, pero como tú no quieres, podemos ver la película, mademoiselle —responde Luke, conectando sus auriculares al conector que yo había enchufado a la tablet. Yo no puedo evitar soltar una leve carcajada por sus palabras.

El Mundo tras las Cámaras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora