8. El fin de la normalidad [1/3]

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Ya es completamente de día cuando bajo del coche, en la misma entrada del callejón de mi sótano. Me pregunto si esto es una muestra más de su poder sobre mí, como si no hubiera quedado claro ya ese "sé dónde vives".

—Adiós, Anders—me despido, intentando acabar con esto lo antes posible.

—Puedes llamarme Kurt—dice él, en una extraña segunda persona—. Anders es mi apellido.

Le miro un momento, mientras él muestra una sonrisa en apariencia sincera. Pero he aprendido a no fiarme de la gente sincera.

—De acuerdo... Kurt.

Hace una mueca, y por un momento me da la sensación de que le he visto antes. Sin embargo, hasta hace un rato lo único que había visto de él era la espalda.

Kurt se da la vuelta y entra en el coche. Yo hago lo mismo y entro en casa. Lo primero que hago es revisarme los bolsillos y comprobar que Morph sigue donde lo dejé. Esta vez no encuentro ninguna nota inesperada.

Me tomo unos segundos para asimilar todo lo que ha pasado desde que salí de aquí por última vez. Demasiada gente nueva. Demasiadas personas me reconocerán cuando me vean. Sin embargo, si todo ha sido por el bien de Lisa, vale la pena. Aún así, sigo sin comprender qué es lo que me mueve a preocuparme por ella, más allá de donde apuntaba una brújula rota. 

Pienso un momento en la oferta de Amelia. Pienso aceptar, ver dónde me lleva esto. No sería el primer contrato tácito que tengo, pero esta vez es distinto. Esa mujer rezumaba confianza, y sus capacidades para saberlo todo hacen que un escalofrío me recorra la espalda. No, con esta clase de gente hay que tener mucho cuidado. Es más, su forma de decir esta ciudad... Me pregunto dónde más tendrán tropas desplegadas. Desde que los pueblos rurales desaparecieron, las ciudades son lo único que queda, y la Etérea queda a varias horas en aeroshoot de la más cercana, Ablyglia.

Doy una vuelta para mirar alrededor del sótano, comprobando si Kurt se ha tomado más libertades que solamente llevarse la nota que después me dio. Bajo el colchón encuentro el dinero que me sobró de las manzanas. Al lado, en el suelo, veo el saquito de cuero con los pedazos de mi brújula. Lisa debió de...

¡Lisa! Le prometí que iría antes de que amaneciera, y ya debe de ser mediodía. Sin embargo, con Helix cerrada, ¿cómo podría...?

Pienso en el ascensor por el que salí, pero los Hélicos estarían vigilando esa entrada y, sin Ponnie a mi lado, dudo que tardaran mucho en llevarme ante Hela, y me da la sensación de que un tatuaje no me salvará esta vez.

Entonces recuerdo a Galo. Por el día siempre está en su tienda de antigüedades y la noche la pasa en Helix trabajando en su otro establecimiento. esto hace que me pregunte dos cosas: ¿Este chico cuando duerme? y ¿cómo baja ahí todo los días? No me creo que utilice siempre la entrada que utilizamos Lisa y yo anoche.

Decidida, guardo el cuero en el bolsillo a la calle, con Murph atado a la muñeca, en dirección a la tienda de Galo.

Hoy más que de costumbre me fijo en las personas que caminan por la calle. Algunas pasean a mascotas, otras hablan a través de sus DEIs o de sus DEPs (Dispositivo Electrónico Portable). La mayoría de estos últimos los llevan en forma de gafas, como Leo hace un rato.

Como suponía, la tienda de Galo está cerrada. O lo estaría... si no se tratara de mí. Nada está del todo cerrado si eres capaz de encontrar tus propias llaves.

Indiferente de los mirones que pueda haber, o los agentes que Amelia haya colocado para vigilarme, abro la puerta y entro, cerrando detrás de mí.

Miro a mi alrededor, pero no parece que haya nada relacionado con Helix en todo el salón. Ciertamente, eso sería muy arriesgado.

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