6. Pídeme la vida

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¡Seguimos, nuevo capítulo! En compensación por la larguísima espera, os traigo el capítulo más largo hasta ahora, y creo que también el más largo de toda esta historia en general. Hoy sí que creo de verdad que la espera merece muchísimo la pena. Cuando empecé a escribir esta historia, tenía una intención muy clara: contar lo que para mí se escondía detrás de la declaración en el aeropuerto y lo que pasaba entre ese momento y el momento en el que Paulina aparece en el metro de Madrid. Por eso, este capítulo de la historia es central, este momento es una parte crucial de lo que yo quería contar y, de hecho, un trozo de este capítulo es lo primero que escribí y sobre lo que he ido construyendo todo lo demás. Como siempre, me cuesta estar segura de que me convence tal y como está y que cuenta y transmite exactamente lo que tengo en mi cabeza, pero creo que estoy bastante satisfecha con el resultado.
Quiero agradecer muchísimo a todas las personas que os pasáis por aquí y dedicáis algo de vuestro tiempo a leer lo que yo escribo y, sobre todo, a contarme lo que os parece, que es lo que más ilusión me hace. Me emociona mucho que lo hagáis, y si algo de lo que sale de mi cabeza os gusta y os hace vibrar, y después me lo contáis, no os imagináis lo feliz que soy. A todos los que leéis pero nunca me habéis dicho nada, ¡hacedlo! Estaré encantada de leeros, ¡es mi mejor recompensa!
No quiero enrollarme más, espero que os guste este nuevo capítulo tanto como a mí. Es uno de los capítulos más especiales. ¡Contadme qué os parece! Muchísimas gracias por el apoyo, ¡seguimos y que disfrutéis!

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La fuente de inspiración: No sin ti - Borja Navarro (https://www.youtube.com/watch?v=JLQ9orNTWnk)

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Banda sonora: Pídeme la vida - Cepeda (https://www.youtube.com/watch?v=kt62YodnW8U)

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Madrid. Lo había pensado en algún momento, es cierto. Nada serio, nada real. Nada que pudiera pasar de verdad. Le daba un miedo atroz llegar allí, volver a aquella ciudad y desenterrar recuerdos sin saber lo que se iba a encontrar. Pero Elena acababa de empujarla a ello directamente, y ahora no podía echarse atrás. Pasara lo que pasara, había llegado el momento de descubrirlo. Y de enfrentar lo que tuviera que ser. Y, por encima de todas las cosas, de volver, por fin, a verla.

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Como un barco a la deriva, naufragando con el aire de tu boca,

dando parte de que en parte puede que yo sea parte de esa roca.

Que me quema tu mirada fría y dulce cuando menos me lo espero,

esperando que se hunda de una puta vez el miedo a decir "te quiero".

Son mis ganas de vivirte las que hablan por mí.

Son las puertas de este corazón abierto

que no cabe en mi maleta si me tengo que ir.

Pídeme la vida.

Pídeme la vida, que la tengo para ti.

Bajar del avión fue toda una odisea. Una larga y desesperante odisea. No conseguía comprender esa ansia enfermiza que parecía invadir a todo el mundo en cuanto las ruedas tocaban tierra. Cuando eso sucedía, los pasajeros acostumbraban a precipitarse hacia los estrechos pasillos del habitáculo, de forma atropellada, sin orden ni concierto. Como si estuviesen experimentando un repentino ataque de claustrofobia simultáneo. O como si una cuenta atrás inaudible les advirtiese de que el avión estaba a punto de explotar. Trató de ponerse en pie y salir al pasillo porque estaba en una de las primeras filas del avión, y su lógica y la poca esperanza que aún conserva en la humanidad la invitaron a creer que, en este caso y sin sentar precedente, podría respetarse el orden que hace que las cosas funcionen adecuadamente. Pero al comprobar que iba a ser imposible, volvió a dejarse caer en su asiento, contemplando la terminal desde el pequeño agujero de la ventana. Hacía algo menos de 7 años que no pisaba suelo español. El vértigo la invadía al volver a imaginarse por las calles de Madrid. Lo que el hueco desde el avión le mostraba no presentaba demasiados cambios con respecto a la imagen que conservaba grabada en su retina. Quizás alguna remodelación, algo más de jaleo, el paso del tiempo sin más. Bien sabía ella que no eran cambios visibles lo que iba a encontrarse. Lo que estaba a punto de comprobar en cuanto bajase del avión era que ella no era, para nada, la misma persona que estuvo allí por última vez hace ya tanto tiempo. Era otra mujer, una nueva Paulina. Rota un millón de veces, reconstruida tratando de juntar pedazos todavía visibles. Llena de cicatrices que aún no han terminado de cerrarse y que la han hecho muy diferente. Inestable, débil, un pozo sin fondo de miedos e inseguridades que no recordaba haber llevado consigo nunca antes. Pero también, aunque ella no se percatase, mucho más fuerte, resistente y decidida, capaz de salir adelante a través del peor de los agujeros negros. Suspiró intentando calmarse, su pulso ya temblaba de forma incontrolable y era demasiado pronto para dar rienda suelta a sus nervios.

Querer (No sin ti)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora