Martín ha pensado que debe ver a Avellaneda fuera de la oficina pero con la apariencia de un encuentro casual. La esperó un par de veces sin éxito en donde ella solía ir a comer, hasta que un día su espera terminó y la invitó a tomar un café. Ella se negó de momento porque tenía cosas que hacer, pero pospuso la cita para otro día. A partir de ese momento, Avellaneda y Martín dieron inicio a una relación, que comenzó siendo amistosa, pero se fue tornando más seria e íntima conforme el paso de los meses. La relación entre ellos era discreta, los colegas del trabajo desconocían lo que ocurría, así como los hijos de Santomé. Martín sentía que sería una relación ridícula ante los ojos ajenos, pues él podría ser su padre. Avellaneda y Santomé acordaron que no habría compromisos ni ataduras, pues ella tenía la vida por delante y Martín, de momento, temía no poder ofrecerle ese futuro.