Sonrisas

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Comprendí al instante que me sonrojé porque sentía mis mejillas calientes.

-Hola.- Sonreí, pero sentía que mi sonrisa era rara, esa clase de sonrisa donde parece que la cara se deforma y no parece agradable.- ¿Qué nos recomiendas?

-¿Eres alérgico a algo?

-No.- Quería saber si lucía idiota o tener alguna referencia de mi aspecto, pero, no quería voltear a ver a Valentina, pues temía a que Sebastián notara que me sentía nervioso.

-Bueno, creo que hoy te gustaría probar el helado de almendra, tiene cubierta de chocolate y viene en presentación de leche entera y leche de almendras.- Mientras nos explicaba, iba señalando los productos.

La barra del lugar era larga, no demasiado, pero sí lo suficiente para, por lo menos, tener distintas variedades de helados, así como postres y aguas naturales exhibidas.

-De acuerdo, probaré la que tiene leche de almendra, ¿quieres una tú también?- Voltee a ver a Valentina ofreciendo invitarle alguna.

-Sí.- Me sonrió.- Que sean dos, por favor.- Sucedió la misma acción hacia el chico que nos atendía.

-Claro, salen dos helados de leche de almendra.- Se giró para acercarse a la parte de la barra donde estaba nuestro pedido.

De regreso nos miraba disimuladamente, analizándonos; yo trataba de mostrarme neutro, o eso quería pensar que hacía. Valentina avanzaba y observaba las exhibiciones de la barra con cautela, yo imaginaba que era por mera curiosidad.

-Toma.- Voltee a ver al chico y sostuve los helados.

-Gracias, ¿cuánto sería?

-No es nada, no te preocupes.- Dijo Sebastián. Me sorprendí y, antes de que tuviese la oportunidad de protestar, Valentina preguntó si había algún baño que pudiese usar y el chico le respondió que al fondo se encontraban los sanitarios. Sin decir más, mi amiga me dejó ahí.

-Disculpa, ¿Cuánto te debo?- Dije de nuevo.

-No es nada, de verdad. Estos helados son pruebas que la empresa está haciendo, para decidir si agregarlo al menú o no.- Me miraba tranquilo.

-¿Quieres decir que me recomendaste un helado que puede no estar sabroso?- Lo miré incrédulo.

-No,- contestó alargando la "O"- en realidad fui de los primeros en probar la degustación, y me gustó.- Me seguía sonriendo.

-Vale, pero si no me gusta pensaré que eres mal catador de helados.- Enarqué una ceja en señal de reto. ¿De dónde me salía el valor? No sé.

-Esperemos que no sea así, para que puedas volver a seguir probando.- Los ojos del chico tras la barra parecieron brillar.

¿Me estaba coqueteando? No, debía ser mi imaginación. Además, era estúpido pensarlo cuando apenas me veía por primera vez.

Mi vista giró hacia el helado en mis manos y probé. Su sabor era refrescante y dulce, además de tener trocitos de almendra en su interior. Estaba siendo muy sabroso para mi primer bocado.

-¡Está muy sabroso! Sí deben agregarlo al menú.- Mencioné.

-¿Verdad? La primera vez que lo probé supe que todos debían probarlo, al menos.- Respondió Sebastián.

-Gracias por la muestra gratis.- Dije y reí un poco. Al momento llegó Valentina, me pidió su helado y comenzó a comerlo.

-Está muy rico.- Dijo la chica.

-Justo eso le comentaba a Sebastián.- Le contesté a la chica que me miraba esperando a que la presentara.-¡Ah! Lo siento. Valentina, él es Sebastián. Sebastián, Valentina.

-Mucho gusto.- Dijo mi amiga mientras le sonreía al chico.

-El gusto es mío.- Dijo el chico. Sin embargo, no fue tan amable como en un principio.

-Bueno...- comencé a hablar.- te agradecemos, nos tenemos que ir.

-Claro, vuelvan pronto. Y no olviden que este negocio también funge como sitio de tareas.- Mencionó Sebastián.

-Gracias.- Contestamos al unísono Valentina y yo.

Valentina salió delante mío. Voltee antes de llegar a la salida y Sebastián estaba recargado sobre la barra, mismo lugar donde me regaló una última sonrisa. Le devolví el gesto.

No avanzamos ni dos metros cuando Valentina ya estaba abrazando mi brazo y soltando pequeños chillidos de emoción.

-¡Acabas de tener una conversación con el chico!-. Dijo mi amiga.

-Lo sé, me siento raro.- Respondí tratando de sonar tranquilo, pero mi sonrisa me delataba.

-Deja de tratar de ocultar tu felicidad, ¡Conmigo no te funcionará!

-No quiero hacerlo.- La miré con un aire derrotado.- ¡Pero es que ya lo estoy haciendo!- Alcé la voz, además de distorsionarla a algo más chillón, y sonreí anchamente.

Ambos nos miramos emocionados por esa estúpida razón; las cosas no salieron mal.

****

Habían pasado 3 días desde que había visto a Sebastián y aún me emocionaba el recuerdo.

Me encontraba en la cafetería de la escuela con mis amigos. Hacía fresco, el clima que más me gustaba después del frío. Planeábamos salir a el parque de diversiones que estaba en la ciudad vecina.

-Podríamos rentar una camioneta.- Dijo Gabriela.

-O podríamos pedirla prestada; puedo intentar convencer a mi tío.- Contestó Carlos.

-¡Eso! Y ya usar el dinero de la renta de la camioneta en comida.- Mencionó España.

-No descartemos el dinero de la camioneta, ¿vale? No estamos seguros de que Carlos consiga que se la presten.- Aclaré, ya que no podíamos disponer del dinero que ya tenía un fin.

-Cierto.- Dijo Gabriela.- Pero podemos seguir soñando con que Carlos nos salvará.

-Ya bésalo.- contestó España a Gabriela, que siempre la molestaba con Carlos.

Yo estaba consciente de que Gabriela jamás había sentido nada por Carlos ni viceversa. Ella siempre se mostraba desinteresada con todos, pues decía que nadie le parecía tan buen partido. Siempre pasaba el rato con Valentina o conmigo. No me molestaba en lo absoluto, pero me parecía absurda su exigencia con los hombres, parecía que nadie era suficiente, aún cuando tenía muchos pretendientes, tantos como Valentina, excepto que esta última sí salía con los chicos, aunque nunca llegaba a más de tres citas con ellos; se aburría.

-Mejor te beso a ti, amor.- le respondió burlona a España. Era un protocolo que teníamos con él, ya que se molestaba.

-Ya déjalo.- Dijo en tono seco el agredido.

Gabriela le lanzó un beso y le guiñó el ojo.

-Bueno, entonces quedamos en la espera de la respuesta del tío de Carlos.- Dijo Valentina, que se quedó observando todo el teatro de nuestros amigos.

-¿Será dentro de una o dos semanas?- preguntó Liz.

-Dentro de dos semanas para que sea más seguro.- Dijo Carlos, sabiendo que con ello tendríamos tiempo de recurrir a un plan B.

Todos asentimos y nos fuimos a clases; en el pasillo mi móvil sonó una notificación de un mensaje. Lo revisé y me llevé la sorpresa. Era Sebastián: "No te vendría mal seguir degustando el menú;)". 

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