Ambos salieron de casa y se dirigieron a la acera de enfrente para ver un automóvil, uno de color negro, Kazuya no sabía mucho de autos, pero realmente lucía costoso.
— Y-yutaro, ¿Este auto es tuyo?, ¡Vaya que es bonito!— Yutaro la miró de reojo pero no le respondió nada, Kazuya sintió un asfixiante nudo en la garganta, había sido una escena vergonzosa, quería salir de ahí.
Las luces nocturnas decoraban Tokio de una forma hermosa, miraba por la ventana mientras Yutaro seguía serio al volante, Kazuya en un movimiento de nerviosismo, rápidamente posó su mano en la mejilla de Yutaro, debido a que el azabache lucía tenso y nervioso.
—¿Que estas haciendo? ¡No me toques!, No confundas las cosas— retiro su mano violentamente haciendo que está golpeara el tablero del automóvil, Kazuya no dijo nada, estaba demasiado asustada para hacer algo, no sabía que tipo de persona era Yutaro, debería seguir cuidadosa ante todo.
Yutaro miro de reojo a la chica y suspiro, se detuvieron en un lugar realmente extraño, era una especie de apartamentos Ambos bajaron del automóvil junto con la maleta. —No te quedes atrás, date prisa y no te detengas— finalizó tomándola de la manga larga de aquel abrigo que usaba, subieron varias escaleras hasta llegar a una habitación, el joven azabache saco un par de llaves y abrió la puerta para encontrarse con dos hombres de aproximadamente veinte años, uno de ellos no llevaba camisa, lo que hacía resaltar sus tatuajes que cubrían ambos brazos, el olor a cigarrillo era demasiado fuerte como para que Kazuya quisiera entrar.
—¿Por qué no recogiste lo que se te pidió, Yutaro?— dijo el tipo con tatuajes en ambos brazos mientras tiraba las cartas a la mesa. El hombre se percató de que Kazuya se encontraba detrás de Yutaro y se levantó de la silla para dirigirse a ella —Sabes que nosotros no hacemos esto, pero podemos pagarle bien— dijo entre risas pero Yutaro de un empujón retiro al hombre.
—Por favor déjate de idioteces Iwao, ella no es ninguna prostituta, ella es Kazuya, hija de Takeshi, tratados de mierda!— los hombres abrieron los ojos y guardaron silencio, Iwao regreso a la silla y señaló a la izquierda, una puerta color marrón con manija plateada.
—Esta en tu habitación, tómalo todo y lárgate de una vez antes de que te deje un agujero en la cabeza— Kazuya al escuchar las palabras de Iwao tomo rápidamente el antebrazo de Yutaro y camino con el a la dicha habitación, el azabache saco una llave de su sudadera y abrió, la habitación era pequeña, pero increíblemente limpia, Yutaro empujó en la cama a Kazuya.
—No toques mi ropa, siéntate ahí y espera— finalizó para darle la espalda y tomar dos contenedores de hielo, uno color roja y uno azul, eran hieleras para ser exactos.
—Yutaro, ¿Que es eso?, Por favor no me digas que son órganos— dijo Kazuya con voz quebrada mientras se acorralaba en la cama. —¡Tú vas a matarme, no me toques!—
Yutaro suspiro y se frotó la cara con ambas manos, era frustrante que fuera tan dramática y paranoica, al menos para el si. —No voy a hacerte nada, pero si no guardas silencio... alguien tendrá que interferir— tomo del piso una hielera mientras comenzaba a reír con desenfreno que incluso tuvo que limpiar una lágrima. —Deja de llorar y ayúdame con eso—
Kazuya paralizada del miedo, bajo de la cama y tomo la hielera para cerrar la puerta, caminaron por el pequeño pasillo hasta llegar a la mesa donde estaban los dos señores del comienzo, pero ya no había nadie, solo había quedado una botella de whisky a medio terminar, colillas de cigarrillos en un cenicero y cartas por doquier, era un lugar que le causaba cierta repulsión. Yutaro espero a que saliera Kazuya para cerrar la puerta y salir de ahí.
Ambos entraron al Mustang que se había quedado el la acera y salieron de ahí.
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Lluvias de infierno
AçãoPara Kazuya Takeda era difícil admitir que venía de una familia mafiosa, su padre había pertenecido a la Yakuza, este había sido asesinado una noche de invierno, ahora Kazuya quedara en manos del joven recién entrado a la mafia, Yutaro.