11. Encuesta

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Como cosa rara, la mayoría de historias que se me ocurren comienzan por algún suceso de la realidad que detona alguna especie de morbo. Esto pasó hace algunos meses.

A mi esposo se le habían quedado unos papales que debíamos entregar y aproveché para acompañarlo en la mañana a la oficina. Nos montamos a uno de los ascensores y justo antes de cerrarse la puerta alguien presionó el botón y se volvieron a abrir.

Se montó un Rappi y por abrirle espacio con su morralote cuadrado, él termino al fondo y yo adelante mirando hacia atrás. El Rappi se bajó 4 pisos mas arriba y entraron varias personas. Fue tan rápido que no nos pudimos volver a juntar.

Dos de ellas, unas jovencitas que cuando vieron a mi esposo se sonrieron entre ellas. Él ni se dio por enterado. Bastante jóvenes, con el mismo uniforme, pantalón azul oscuro ceñido al cuerpo y sin bolsillos atrás, camisa blanca de manga larga.

La que se acomodó delante de él un trigueña flaca, culona y senos pequeños, con unos ojos color avellana precioso y sus dientes enfierrados por el tratamiento de ortodoncia. Le hacía ojitos a su amiga y se mordió el labio. La otra rubia, ojos café un poco trocita y desaliñada le correspondía las miradas a la otra y sonreían de la emoción al tenerlo tan cerca.

Estaban tan concentradas en su juego que afortunadamente no notaron que las estaba observando con tanto detalle.

Se acomodaron delante de él dándole la espalda. Se detuvo el ascensor un piso más arriba y se subieron un par de mensajeros con morrales enormes a la espalda. De esos que por la premura de ir a entregar rápido para no pagar el parqueadero, no les importa montarse apretando a todos y haciendo que hasta tengan que guardar la respiración para poder subir.

La trigueña aprovechó la situación para moverse hacia atrás y pegársele. Mi esposo muy decentemente se corrió tanto como pudo pero fue inevitable no sentir sus nalgas apretarse contra su miembro.

Entre las personas pude verles la cara de maldad. Las muy HP lo hizo a propósito. Él me miró levantando las cejas y me cogió el ataque de risa que no pude disimular.

Sonó la campanilla del ascensor al abrirse las puertas y ellas se bajaron con premura entre la multitud cogidas de la mano.

- Que tengan buena día -volteó a mirarlo coquetamente-

Mientras se cerraba la puerta se escuchaba esa risita cómplice de amigas.

***

Al salir del ascensor en nuestro piso, esperé a que se cerraran las puertas para abrazarlo.

- ¿Y siempre te dan así los buenos días?
- No amor pues como
- Desde donde yo estaba les vi la cara y eso fue de gusto
- No falta la que no le dan el mañanero
- Es verdad, deberías ayudarle con esos problemitas
- ¿Estas loca? Vos sabes que yo tengo como política no meterme con nadie del trabajo
- Está buena, yo le haría
- Si vos fueras hombre, serías muy perro
- Eso es verdad, pa' que, pero si una culicagada de esa me llega a hacer esa aprovecharía pa restregárselo con más ganas
- No pues como, eso seria darles más alas
- ¿Las conoces?
- No, pero tiene el uniforme de las practicantes de la empresa de encuestas
- Que bueno, yo les presto un micrófono pa' que hagan las preguntas -le miré la entrepierna-
- No gracias, que encarte

Me abrazó y me llevó hasta la puerta de su oficina. Definitivamente él es el que me pone los pies en la tierra, sino por mi cuenta nos meteríamos en cuento enredo se nos atraviese.

- No hables más bobadas que te coge el día

Metió las llaves en la chapa, saludo a sus compañeros y me quedé esperando en la puerta. Desde allá saludo a sus empleados con la mano y al momento llegó con la carpeta. Me dio un beso y me miró con ganas de que me fuera rápido.

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