4. Spicy Girl

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Un sábado estábamos mi esposo y yo de bar en bar, tomando algunos tragos. No importaba mucho la música solo probar en cada bar unos tragos. No íbamos de cacería, pero nunca se sabe, alguna incauta podía terminar acompañándonos en un motel.

A eso de las 9 de la noche, decidimos cambiar de zona, tomamos un taxi y nos dirigimos al centro de la ciudad, comenzamos por los bares del Guanabano. Uno sabe a que va al centro, no es precisamente un lugar para ser quisquillosos, toca relajarse y disfrutar.

El olor a marihuana inunda todo el lugar y penetra hasta los bares, es una mezcla de regular con pepas, pangola, creeping y hasta por el olor putrefacto sabía que algunos de ellos estaban fumando hierba en mal estado, seguro con hongos.

Nos aguantamos media hora, porque habían unas cuantas chicas medio alcoholizadas que nos llamaban la atención, era una delicia verlas como se coqueteaban entre ellas y daban besitos. Sin embargo, llegaron un grupito de 5 manes mal encarados, con chaquetas amplias que empezaron a fisgonear y ver que podían robar. Pagamos, ni siquiera esperamos la devuelta.

Bajamos caminando media cuadra a Wall Street un bar de rock al que hemos ido en veces anteriores. Pedimos unas cuantas cervezas y la estábamos pasando genial cabeceando temas rock'n'rolleros y glam, hasta que el estilo de música cambio y no pasaban algún nostálgico programo una tanda infinita de grunge y a la tercera canción ya no aguantámos mas, es un genero que ninguno de lo dos soporta. Pagamos y salimos hambrientos buscar algo de comer.

Las opciones alrededor eran fritos y más fritos. Palazzetto estaba a una cuadra, solo por descartar decidimos ir a ver, pero efectivamente estaba cerrado, una lastima, podría decir que esta en el Top 5 de restaurantes de pastas en Medellín. Mi esposo le colocó la mano a un taxi y nos montamos.

- A las Torres de Boboná, por favor
- ¿Arcángel? -le pregunté-
- Si, al menos comemos algo rico

En efecto, Arcángel tiene unas cazuelas hechas con quedo fundido que son para chuparse los dedos y ni que decir de los mojitos con los que decidimos continuar celebrando. Barriga llena, corazón contento y era hora de seguir con el plan.

Salimos abrazados con intensiones de ir a escuchar unos tangos al Homero Manzi y disfrutar ver el baile causal y nada preparado de algunas parejas.

En la mitad de la plazoleta había una pequeña feria de picantes y a mi esposo se le chorreó la baba. Tomé dirección hacia allá y lo jalé de la cintura para ir a brujear.

***

Pasamos de toldo en toldo comiendo nachos y probando picantes, él obviamente los más fuertes y yo que soy más gallina los suaves. En cada uno comprábamos los que más nos gustaban incluyendo un labial humectante que dejaba un efecto de calambre en los labios, se me ocurrían unas cuantas ideas para intentar después y no precisamente en los labios de la cara.

Ya no había muchas personas y el cansancio de los anfitriones era evidente. Nos acercamos a una chica que estaba en una de las esquinas, para su infortunio no tenía buena iluminación y no muchas personas se acercaban. Al llegar se levantó de sus silla y nos recibió con una sonrisa, pronunció dos palabras y ya me tenía enamorada, por su acento se notaba que era de otro país y su español aunque fluido la hacía mas interesante.

De unos 25 años, blanca, sin una gota de maquillaje, contextura delgada, altura promedio y por su camisa de manga sisa se podían ver unos pequeños senos puntiagudos y deliciosos sin sostén. Rubia con el cabello recogido con una moña en la parte de atrás y algunos pelillos traviesos se escapándose por sus orejas y cuello. Cejas gruesas que le daban vida a sus impresionantes ojos azul celeste, nariz puntiaguda. Dientes blancos bien organizadas pero sin ortodoncia, labios gruesos y rosaditos que estaban brillantes por el trago de agua que se acaba de dar.

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