Capítulo 4 "¿Fantasia o locura?"

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Sentí una picazón en la mano izquierda. Intenté rascarme, pero no me podía mover. ¿Por qué? Abrí los ojos, pero no hubo caso; no podía abrirlos. Pero estoy despierta, pensé. Sentí una opresión en el pecho, no podía respirar. Tranquilízate, Dafne, piensa en algo bonito. Pero nada bonito aparecía en mi mente.

-Se movió. -escuché a lo lejos.- Su mano se movió.

-¿Estás seguro? No vi nada.

-Te digo que sí. ¡Se movió su mano izquierda! Llamaré a la enfermera.

-No, Chris. Es imaginación tuya…

¿Chris? Abrí los ojos y volví a respirar. Un lugar blanco me mareó. Miré a mi derecha y vislumbré una cara conocida que me llenó el pecho de alegría ver.

-Hola.-susurré con la voz ronca.

-Hola mi amor -dijo un Chris que volvía a renacer.- ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

-Bien, creo. ¿Dónde estamos?-vi a Kevin y a Liz acercándose con una sonrisa en sus rostros. La picazón en mi mano resultó ser una intravenosa. ¿Un cuarto de hospital?

-Estamos en el hospital, cariño.-contestó Liz con dulzura. Una mujer de pelo largo y castaño entró saludando con efusividad.

-¡Buenos días! A ver, ¿cómo anda la bella durmiente? —la miré confundida. –Al menos has despertado. ¿Puedes sentarte?

-Sí, claro.-dije haciéndolo, pero una presión en  la cabeza me tiró para atrás. Me quejé de dolor.

-Mmm,-observó ella.- Intenta hacerlo más despacio. El golpe que te diste en la cabeza fue muy fuerte.

Pasaron unos minutos de revisación, donde los chicos me explicaban que habíamos chocado el día de mi cumpleaños y la más afectada fui yo. El impacto del auto que nos atropelló vino de mi lado y fue tan fuerte que tendría que haber muerto, pero sólo me golpeé la cabeza y tenía el cuerpo lleno de moratones y heridas leves. La enfermera ahí dijo que fue gracias al cinturón de seguridad, y yo no lo creía. Algo más ocurrió, pero el dolor de cabeza no me dejaba pensar. Por suerte, Chris, Liz y Dave estaban más que bien, apenas tenían unos rasguños.

Le dijeron a Chris que me darían de alta al día siguiente, lo cual me reconfortó, pero no me gustaba nada la idea de quedarme sola allí.

-No hay más remedio, cariño.-dijo Chris con pesar.- Debemos irnos.

-Está bien.-dije apenada. Se acercó y me besó la coronilla, lo siguiente fue que levantó mi rostro para que lo mire.

-No te preocupes, mañana vendré a verte a primera hora.

-Bueno, igual no creo que sea tan malo. Solo me voy a aburrir mucho.- rió y besó mis labios.

-Nos vemos cariño.

Esa noche dormí intranquila. Unos sueños azotaban mi mente. Había una mujer tan hermosa que me daba miedo mirarla. Tenía el cabello rubio, el rostro suave y los ojos caleidoscópicos. Brillaba como si el sol proviniera de su pecho. Al principio, miraba con serenidad y luego, su rostro cambió. Su pelo se formó peinado de una manera extraña, me pareció vislumbrar arañas en su cabeza. Sus ojos se tornaban más grandes y negros y su boca abriéndose, se estiraba más y más, mostrándome unos dientes afilados y largos que saltaron sobre mí para devorarme.

Desperté sobresaltada y asustada.

Intenté calmarme, pero la imagen no se me borraba de la cabeza. Observé a Liz en su cama, durmiendo profundamente. Miré a mí alrededor con miedo a que apareciera la mujer con la que había soñado y para mi sorpresa, en mi mano tenía una pequeña araña, rubia. La aplasté de inmediato y la tiré al suelo. Luego estiré las sábanas blancas y distinguí otra arañita amarilla. Directamente, la arrojé al suelo sin mirarla. Pero cuando apoyé la mano a la altura de los muslos, sentí un hormigueo extraño. Miré con lentitud y vi la cama llenas de arañas pequeñas y rubias, trepándose por mi cuerpo, cubriéndome. Grité desesperada y miré a Liz que seguía sin despertarse.

MetamorfosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora