Todo había empezado –o al menos eso creía el demonio- en la boda de Anatema y Newt.
Él consideraba que los habían invitado por obligación, como un agradecimiento silencioso hacia su mera existencia, pero al llegar a aquella fiesta en medio del bosque, lo dudó. Fueron tratados con amabilidad e incluso recibieron saludos acalorados de todos aquellos –unos pocos- que estuvieron presentes cuando, bueno, Lucifer salió de entre el concreto.
Ese día, ya cumplidos casi tres meses del 'incidente', iba de malas, como era ya la costumbre. –Lo cual, pensaba Aziraphale, era debido a que sus tentaciones y maldades ya no eran veneradas-. Llevaba un traje completamente negro, con una corbata roja y zapatos de piel de serpiente, y su acompañante, que lucía siempre mucho más que él, portaba con la elegancia característica de un ángel un frac color crema exquisitamente acomodado, zapatos negros y el rostro levantado de la emoción.
El pelirrojo se preguntaba si no le dolerían las mejillas a la larga de tanto sonreír. No, se dijo a sí mismo. Seis mil años sonriendo siempre cándido debían ser buen entrenamiento.
Para su suerte, casi milagrosa, la boda no se llevó a cabo en una iglesia o capilla, sino más bien en un pequeño kiosco, bastante agradable a la vista, dónde al parecer recitarían algunos votos y se unirían en nombre de... lo que sea en lo que creyeran.
Después de esta ceremonia todos sus recuerdos se volvían borrosos, o al menos la mayoría. Se recordaba comiendo antipático y bailando acalorado entre todos los demás invitados. También había fragmentos de escenas en las que él funcionaba como platicador activo en medio de los ancianos, que se reían ante lo que creían, eran bromas –prefería no recordar de qué hablaba-.
También recordaba que había tropezado un par de veces con Ellos, quienes lo miraban con admiración –especialmente Adam, quién no paraba de pensar en lo genial que sería tener un par de alas.-
Y estaba esa escena.
Si se concentraba lo suficiente, podía incluso sentir la brisa helada tocando sus mejillas, el acelere de su corazón y cómo este le molestaba.
-¿Qué haces aquí afuera, ángel?- Recordaba haber dicho, siseando de lo borracho que estaba.
-He venido a serenarme un poco.- Había respondido Aziraphale con un tono bastante relajado.
Crowley se sentó en la hierba fresca, al lado de él y lo miró expectante. El ángel pareció entender lo que estaba pasando por la cabeza de su compañero y sonrió.
-Es sólo que.- Hizo una pausa para soltar un suspiro que le causó escalofríos al demonio.- Realmente no puedo creer que seamos libres. Podemos maldecir, comer a más no poder, ¡podemos redefinir lo que antes fue prohibido!
-Así es.
Se hizo una pausa mientras Crowley notaba como Aziraphale quería decir algo más.
-Podemos ir a almorzar sin miedo a ser vistos, podemos decir todo lo que pensamos cada que nos emborrachamos juntos sin la necesidad de quejarnos por algo que consideramos malo, siendo al revés.
No fue un discurso realmente sentimental o memorable. Fue un simple comentario de parte del ángel, diciendo entre líneas que Crowley era realmente importante en su día a día, pero este último no lo vio así... exactamente.
Fue muy extraño.
Su corazón comenzó a latir muy rápido y sus manos sudaban ya a cántaros a pesar del frío. Se sintió como si estuviera esperando escuchar eso desde ya hace un buen rato.
Se quedaron en silencio, observando las estrellas que se podían notar más gracias a la zona, escuchando a los grillos y la corriente del río cercano. Todo era perfecto.
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Somewhere Only We Know (Ineffable Husbands)(Aziraphale/Crowley)
FanfictionTodo estaba como siempre, en realidad. No había perros infernales rondando por ahí, sombras sigilosas observando atentas en los cementerios, ni mucho menos garras oscuras rasgando el cemento en busca del hijo prometido. Sólo paz. Seis mil años lucha...