10-18 ¿Tienes algo para mi?

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10-18
¿Tienes algo para mi?

Prólogo:

Javier se encaminó a la salida de la amplia habitación después de haber enfundado su arma. Llevaba los zapatos desabrochados y la camisa a medio abotonar, pero tras recibir la tercera llamada de Raya avisando que pasaría a recoger los resultados toxicológicos con Shibutani, supo que ese magnífico desayuno que su marido solía prepara por las mañanas, tendría que esperar.

El profundo sentimiento de agradecimiento creció en Javier cuando notó que Yuzuru había dejado la puerta correcta entreabierta para que su nariz no saliese afectada esa mañana.

A paso veloz y tropezando ocasionalmente con los cordones de sus zapatos, el detective tomó las llaves de su auto y las guardó en el bolsillo de su pantalón.

El olor a café tostado y panecillos llegó a las fosas nasales de Javier abriendo su apetito. ¿De verdad era tan importante lo que quiera que Shibutani hubiese encontrado en el cuerpo? La respuesta era un tajante y concreto "sí". Sin embargo, el hombre estaba casi seguro que en los resultados que Raya recogería aquella mañana no habría nada nuevo que los ayudara a encontrar al asesino. Y, aun así, Javier sabía que tenía que partir a la oficina tan rápido como fuese posible. Lastimosamente, con una profesión como la suya, no había espacio para dejar las cosas para luego. 

Fernández cruzó su sala de estar con la intención de besar los labios de su marido, vaciar un poco de café en un termo para llevárselo a la oficina y, con un poco de suerte, robar uno de los panecillos que al japonés le quedaban exquisitos.

–¿Está usted segura?, ¿No hay nada hoy...?

El japonés de cabellos negros y bonitos ojos en forma de media luna se encontraba al teléfono. Hacía algo con las manos que Javier no alcanzaba a ver porque la esbelta figura que vestía pantalones deportivos negros y una sudadera del mismo color, no se lo permitía.

–¿Puede verificarlo una vez más? –cuestionó el joven de 23 años.

Javier abrochó sus zapatos de forma descuidada. No entendía muy bien con quién se encontraba al teléfono su marido por lo que su curiosidad lo mantenía atento en la conversación.

Yuzuru suspiró.

–Está bien. Muchas gracias.

El japonés dejó lo que llevaba en las manos y retiró el teléfono de entre su oído y su hombro para terminar la llamada, tomó lo que había dejado al lado del lavamanos y Javier sintió que su corazón se enamoraba un poco más del joven patinador cuando vio que aquello que su marido llevaba en las manos era un termo para café, el cual Hanyu extendió en su dirección.

–No volverás a pagar 25 dólares por un café de dudosa procedencia –murmuró el joven.

–¿De verdad tanto te molesta que haya gastado esos 25 dólares en un café?

–No –puntualizó el japonés después de hacer una mueca –Pero mi café es mucho mejor y yo no te cobro por hacerlo cada mañana.

Javier sonrió sin darse cuenta, perdiéndose en las bonitas expresiones que hacía su joven esposo mientras se acercaba hasta él.

–¿Llegarás a casa esta noche? –cuestionó Hanyu mientras terminaba de abotonar la camisa del detective.

–No estoy seguro. Anoche encontramos un cuerpo. El chico tenía 22 años... –Javier dudó si debía contarle más a su dulce esposo aquella mañana. Con un poco de suerte podría mantenerlo alejado de su oficina hasta que capturaran al culpable y le ahorraría al japonés el horror de ver una escena tan grotesca como la que él había observado la noche anterior.

–Mi cumpleaños será en dos días. Haré una cena para celebrarlo e iba a pedirte que invitaras a Brian y los chicos. Pero dadas las circunstancias pasaré a visitarlo hoy para invitarlo personalmente –Fernández iba a replicar. Yuzuru se le adelantó con una mirada medio seria medio en broma.

–No te pediré a ti que lo invites, pues sé que terminarás olvidándolo. Así que iré yo mismo a decirle y me encargaré mi pastel de cumpleaños.

–Ni hablar, soy yo quien se encarga del pastel cada año. Esta vez no será diferente. Encárgate tú de todo lo demás, yo traeré el pastel e invitaré a Brian. Prometo que no lo olvidaré. 

Yuzuru sonrió y besó los labios de su marido en un casto beso.

–Tiendes a olvidar las cosas cuando llegan casos nuevos, cariño. Además, no creas que no sé lo que tratas de hacer. Eres inteligente, pero si quieres tenerme alejado de tu nuevo caso sólo tienes que decirlo, Javi. Mentir no te va muy bien que digamos –Javier sonrió al escuchar las palabras de su marido. Tal vez el japonés lo conocía demasiado bien.

–Es usted muy inteligente, señor Hanyu. ¿Por qué no estudió criminalística? Estoy seguro de que sería el mejor en su campo. Atraparía a los malos en un abrir y cerrar de ojos.

El japonés rio inocentemente y se separó de un poco de su marido.

–Yo también estoy seguro de que sería el mejor, pero no quería opacarte y dejarte sin trabajo.

Javier tomó la estrecha cintura del joven de cabellos negros y se acercó a besar los suaves labios de su marido.

Podría estar ocurriendo una emergencia nacional, pero, a menos que el mundo estuviese cayéndose a pedazos, Javier siempre se daría el tiempo de besar aquellos labios de la forma correcta.

Yuzuru suspiró a mitad del beso y enredó sus brazos en el cuello del detective. Si el teléfono del Fernández no hubiese sonado a mitad de aquel apasionado momento, Javier estaba seguro de que habría vuelto sobre sus pasos y se habría encerrado con su marido en su habitación.

–Tengo que ir a trabajar –murmuró el mayor con fastidio, pero sin soltar la cintura del japonés.

–Lo sé. Atrapa a los malos pero vuelve a casa sano y salvo, ¿sí?

–Lo haré –Javier besó la mejilla del pelinegro haciéndole cosquillas a este por la corta barba de dos días que no había tenido tiempo de rasurarse aquella mañana y se separó del patinador, con su saco en una mano y con uno de los ricos panecillos que habían abierto su apetito apenas bajó las escaleras aquella mañana en la otra.

–¡Hey! El café no te lo cobro, pero los panecillos sí. Son veinticinco dólares, vuelve aquí. –refunfuñó Yuzuru con gracia –¡Por lo menos déjame escribir mi número como lo hizo esa confitera!

La risa divertida del detective se escuchó hasta la cocina y desapareció cuando este salió por la puerta de la entrada con la prisa de siempre.

El teléfono de Yuzuru vibró en sus pantalones deportivos, avisando que un nuevo mensaje había sido recibido.

"Tú no necesitas coquetear conmigo. Mi corazón ya es tuyo, cariño"

Yuzuru sonrió embobado al leer el mensaje. El moreno seguía siendo tan dulce y atento como cuando se conocieron hacía ya varios años atrás.

El japonés escuchó claramente cómo Javier encendía el auto y, pocos segundos después, cómo partía con rombo a la oficina. Fue entonces que su sonrisa se desvaneció. Ahora que el detective no se encontraba a su lado haciendo a su corazón sentir aquella calidez que sólo él podría proporcionarle, los problemas del mundo volvían a Yuzuru.

Deseaba que lo que le habían dicho en todas las florerías en las que llamó aquella mañana, fuese cierto. Pero algo dentro de Yuzuru le decía que incluso si todos los lugares a los que había llamado habían negado tener alguna entrega destinada al Cricket, las flores de nadie llegarían esa mañana hasta sus manos.

Por primera vez su vida, Yuzuru deseó quedarse en su hogar, bebiendo té y resguardándose del frío aire de invierno para esperar que su marido volviese a casa; pero al igual que Javier, él sabía que debía cumplir con sus responsabilidades.


NOTA DE LA AUTORA:
Han pasado meses desde que pude subir algo a la plataforma, pero mucho más tiempo desde que esta historia apareció en mi mente.

Espero que disfruten leyendo este nuevo viaje tanto como yo disfruté escribiendo.

Your perfect soulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora